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El tiempo se había detenido para todos, en ese momento solo existían ellos dos y los recuerdos de una antigua relación que pasaban por sus mentes. Era como estar en la sala de un cine mirando una película romántica que terminaba en tragedia.
InuYasha tenía los ojos clavados en los orbes chocolate que lo veían de frente, no podía ni parpadear, la sorpresa fue tan grande que, pensaba que en cualquier instante podría dejar de respirar. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando? ¿Qué diablos quería decirle el destino con su presencia? La verdad, no lo sabía. Deseaba que la tierra se abriera y pudiera tragárselo, pero eso era imposible. Ella lucía tan hermosa que sentía la sangre arder por su piel, habían pasado tantos años y parecía que había sido ayer cuando por última vez la tuvo entre sus brazos.
Quería tomarla de la mano y sacarla de ahí, preguntarle, ¿qué era lo que hacía en ese lugar? Quería saber por qué ahora, precisamente ahora, tenía que regresar. Su mente quería estallar y lo único que imaginó era que necesitaba gritar.
—InuYasha, InuYasha. —La pacífica voz de su esposa lo regresó a la realidad—. ¿Te encuentras bien?
—Sí, Kikyō, descuida, no pasa nada —mintió tratando de disimular ante todos su evidente reacción—. ¿Qué decías?
—El señor Matsuno nos quería prestar —respondió viendo con preocupación la mirada perdida en el rostro de su esposo—. ¿Seguro te encuentras bien?
Taishō asintió con la cabeza sintiéndose un completo miserable por tenerle que mentir, pero, ¿qué más podía hacer? Él nunca le había hablado de la existencia de Kagome y, al parecer, ella tampoco se lo había mencionado a Kōga.
Ese parecía ser un terrible rompecabezas de verdades a medias.
—Sí que estás en la luna, amigo —dijo el arquitecto mientras le sonreía.
«Amigo... después de esto, no sé si esa palabra pueda ser la correcta para describirnos a nosotros» pensó el ambarino.
—Quiero presentarles formalmente a mi novia —comentó con orgullo, llenándose de felicidad al poder por fin terminar con el misterio que rodeaba a su pareja—. InuYasha, Kikyō, ella es...
—Kagome —masculló Taishō sin pensar que había pronunciado el nombre en voz alta.
Parpadeó un par de veces después de percatarse de su fatal error, debía remediar rápidamente lo que había dicho o alguna de sus parejas podría sospechar.
»—Kagome Higurashi, ¿cierto? —inquirió arqueando una ceja.
—Así es, Kagome Higurashi —contestó Matsuno viendo con curiosidad el rostro de su amigo—. ¿Ya conocías a mi novia?
—Bueno... ella es una diseñadora de modas por lo que sé muy famosa. Imagina el alcance de su marca que hasta alguien como yo que no sé nada de ese tema sepa de su existencia —esbozó con un deje de sarcasmo, gesto que pareció no captar ninguno de los presentes, a excepción de ella, Kagome.
—Ves, mi amor, te dije que eras famosa —expresó el moreno mientras le daba un tierno beso en la mejilla a su pareja.
—Es un placer conocerlos, señor... —La voz de la azabache sonaba tan delicada que a InuYasha parecía que se le erizaba la piel con cada palabra.
—Taishō, InuYasha Taishō, es un gusto, señorita —espetó tranquilo, su mente en ese instante se había puesto de su lado—. Le presento a mi esposa.
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Tarde [InuKag]
RomansaUn amor del pasado, dos amantes que se entregaron a sus impulsos, una vida que dejó de ser anhelada, una dolorosa separación, heridas que no se cerraron, un sentimiento dormido, todo eso escondido bajo una máscara y nuevos amores. Pero si se volvier...