El sol se abría paso por las nubes de esa mañana de enero. Los campos amanecían blancos y no por la nieve, si no por el hielo y la escarcha que se había formado esa noche anterior por el frío. Rayos de sol se colaban entre las nubes grises colándose por las ventanas de la mansión.
Había empezado otro día de invierno en Inglaterra y no parecía que viniese el calor en muchas semanas. No tardaron los inquilinos del interior de aquellas grandes paredes de piedra a despertar y empezar a caminar por la casa. Varias mujeres, criadas, llevaban horas despiertas. Cocinando, limpiando, preparando todo lo necesario para cuando la familia despertara.
El primero, como de costumbre, fue él. Un joven de 19 años a punto de terminar su adolescencia y con sus estudios concluidos. De nombre Thomas, era el segundo hermano mayor de la familia Shelby, formada por un hombre británico de nombre Arthur y una bella mujer gitana, llamada Katherine Strong.
Thomas, a su corta edad, ya había presenciado varios hechos que a cualquiera traumatizaría, en cambio, solo se le notaba frialdad cuando alguno de aquellos sucesos presenciaba.
Se levantó de la cama y no tardó en ponerse su traje. Algo que caracterizaba a esta familia era lo bien vestidos que iban para cualquier ocasión. Los hombres, con un traje hecho a medida y las mujeres, con sus camisas y faldas también hechas a medida, con sus abrigos de pieles costosos.
Una vez estaba ya calzado, tomó de la mesita de noche, un reloj de bolsillo heredado por su difunto abuelo paterno, el cual, le inculcó muchas mas cosas que su progenitor y que actuó de padre en numerosas ocasiones. Colocó un extremo en uno de los botones del chaleco oscuro y el reloj lo introdujo en el bolsillo. Se miró al espejo, una vez más y tomó aire para después, salir de aquella habitación recogida y limpia. Algo que lo caracterizaba a el era su organización, su limpieza...
Bajó las escaleras y pasó de largo por la puerta del gran salón, donde se hallaba una mesa grande, larga y repleta de comida que las criadas habían cocinado horas antes. El desayuno no era uno de sus platos favoritos y para que mentir, se lo saltaba cada vez que podía.
Sacó el reloj de su bolsillo para mirar la hora. 7:00 de la mañana. Levantó la cabeza y con sus ojos azules como el mismo cielo, observó este. No parecía que fuese a llover aquel día y tampoco hacia viento como para atraer las nubes.
Devolvió la vista al frente y empezó a caminar hacia los establos. Dicha mansión, contaba con establos, grandes prados para los caballos, duchas para los equinos, establos interiores donde ahí descansaban los animales mas importantes para la familia y un picadero redondo para domar potros. No se dedicaban a las carreras, pero siempre fue una familia de caballos.
El joven abrió la puerta de los establos interiores para escuchar un relincho agudo y familiar. Sonrió levemente y se acercó a una de las cuadras, la cual abrió con cuidado y dejó ver a sus hermosos ojos, un pequeño equino. Su primer poni, ya mayor. Este le faltaban varios dientes, estaba delgado y le costaba masticar. Apenas podría trotar, pero fue el primer regalo de su madre y lo quería como si fuera el tesoro mas grande y preciado. De nombre Sunny, este se acercó y apoyó su frente blanca y peluda en el traje del joven. Tommy no dudo en llevar sus manos al pelo largo de dicho animal para darle unas caricias con suavidad y ternura.
Sabía que Sunny no iba a terminar el invierno. Era mayor y estaba muy débil. Aun así, Thomas no perdía la esperanza de que un día, lo viese galopar de nuevo, feliz y sin dolor.
Depositó un beso en la nuca del pequeño equino y este giro su pequeño cuerpo para beber agua del cubo. Thomas, cerró la puerta con cuidado nuevamente, y caminó hasta la última cuadra, para encontrarse con un joven potrito de apenas un mes. Había salido fuera de tiempo. No era común que los potros nacieran en diciembre. Era negro completamente, como el carbón. Su mirada marrón se clavaba todas las mañanas en los ojos del muchacho, que lo miraba con esperanza, orgullo. —Vas a ser un héroe— mencionó el de sangre gitana, con una leve sonrisa en su rostro, mientras observaba el potro acercarse a él.
No llegó el animal a su mano, cuando una voz conocida se escuchó desde la puerta.
—Buenos días, Tommy. ¿De nuevo madrugando?— El hombre se apoyó en la puerta, de brazos cruzados después de soltar el cubo de pienso en el suelo con cuidado.
—Buenos días, Charly. Quise visitar al potro antes de que lo saquen al prado hoy.— dijo girando sobre sus talones para hablar con ese hombre, Charly, quien cuidaba de los caballos desde la llegada de la señorita Strong, ahora siendo la señora Shelby.
—Me temo que...— el hombre hizo una pausa mientras caminaba hacia el poni. —Sunny no aguantará mucho más.—Alertó el hombre. Unas palabras que el mismo se recordaba todas las mañanas, pero que escucharlas de la boca de otra persona y más de Charly, un hombre que cuidaba a los caballos como si fuesen sus propios hijos, un hombre que se desvelaba por ellos y lloraba cada pérdida como un miembro más de la familia, dolía y mucho.
Dio un suspiro entrecortado y bajó la mirada al suelo, sin moverse del lugar. —Deja que disfrute los últimos días de sol. Que paste lo que quiera, que coma tanto como desee— Se acerco a la puerta del poni nuevamente y tomó la cabezada de cuero para entrar en la cuadra y ponérsela con habilidad. —Deja que sea feliz unos días más, Charly. Pidió el mayor de los Shelby casi cómo una súplica. Era normal que no quisiese alejarse del que fue su mejor amigo durante su infancia.
—Dos días, Tommy. Tienes dos días para despedirte de él— comento el hombre apenado. El hombre era el primero que no quería ver sufrir al animal, aunque supiese que eso haría que sufriese el joven Shelby.
El muchacho entrego la cuerda a Charly y miró al poni, rascando la cruz de éste, haciendo que estirara su cuello hacia adelante con gusto.
—Prometo venir esta tarde, ¿de acuerdo?— dijo con una leve sonrisa. Frotó sus manos para hacer caer la suciedad de sus manos al suelo y se alejó dándole una caricia en el hocico con cariño, para dirigirse nuevamente a la gran mansión, donde lo esperaban todos ya desayunados en la mesa.
Varios ojos se clavaron en el cuando se apoyo en el marco de la gran puerta abierta, pero sintió unos poderosos ojos azules clavados en su mirada cautiva de sus pensamientos.
Levanto sus ojos azules para encontrarse con una mujer de tez pálida como una muñeca de porcelana.
—Buenos días, Tommy.— Mencionó la mujer con una agradable sonrisa, la cual fue perdiendo hasta quedar seria al ver la reacción del joven muchacho.
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The Gangster
ActionBirmingham 1909. La gris, triste y trabajadora ciudad británica atraviesa uno de los cambios más grandes en una de las familias más importantes. La familia Shelby, con sangre gitana y británica cuyo apellido es adorado por muchos y respetado por otr...