Capítulo 3

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CAPÍTULO 3

Aproximadamente, eran un millón los asuntos pendientes que Jack Kolby estudiaba en su cabeza, tal vez más. El poderoso empresario contemplaba el montón de papeles que descansaba sobre su mesa mientras su cerebro funcionaba a toda velocidad. Era de suma importancia controlar las reservas de telio...

La sirena de alarma chirrió en toda la fundición.

Jack se levantó sobresaltado y salió de su despacho, molesto por la interrupción. Apenas le había dado tiempo a sentarse en la silla. Después de que el último hombre de la expedición hubiera cruzado el portal, se había quedado en la sala de observación escuchando indiferente los apasionados pronósticos de Nathan Brook respecto al éxito garantizado de la operación.

-Encontrarán las respuestas -había dicho Nathan a nadie en particular-. Estoy convencido.

Jack había asentido sin prestarle atención, atento a los preparativos. Los soldados precintaron la zona del portal para que nadie pudiera acercarse a los pilares. Habían establecido turnos de guardia y el comandante Gordon se había asegurado de que en todos ellos predominara la presencia de personal militar. Nadie podía aproximarse al portal sin autorización expresa. Los soldados que ocuparon sus puestos en la sala de observación habían recibido orden de registrar en los informes incluso el suceso más insignificante. Se habían producido algunas quejas por parte de los científicos, que apelaban a su necesidad de libertad para desempeñar su trabajo de manera adecuada, pero habían resbalado por el semblante de Gordon sin efecto alguno. La seguridad era lo primero.

Cansado de ver a Gordon deleitarse ejerciendo su autoridad, Jack se había retirado a su despacho, convencido de que tendrían que esperar, al menos dos días, antes de reconocer a Nathan sus dotes proféticas.

En aquellos momentos, en el pasillo, Jack se inclinaba sobre la barandilla y miraba a la planta de abajo en busca de una explicación para el molesto sonido de la sirena de alarma. Los dos soldados de guardia apuntaban con sus armas al centro de la niebla. Jack vio salir a Gordon de la sala de observación y le dio alcance mientras bajaba por las escaleras.

-¿Qué ocurre? -Jack comprobó su reloj-. Se marcharon hace poco más de una hora.

-Aún no lo sé -gruñó Gordon-. Averigüémoslo.

Jack aceptó la invitación mordido por la curiosidad y siguió a Gordon hasta el soldado que había dado la señal de alarma.

-¡Informad! -ordenó Gordon.

-Alguien regresa, señor. -Varias gotas de sudor se estaban formando en la frente del soldado-. Nos pareció ver una figura humana entre la niebla.

Gordon y Jack escrutaron la niebla unos segundos. Continuaba con su particular movimiento y no pudieron detectar nada inusual.

-Ha desaparecido pero era la silueta de un hombre, señor -se apresuró a añadir el soldado-. Ambos la vimos.

Su compañero asintió bajo los ojos interrogadores del comandante Gordon. Jack continuó sin apartar la vista de la bruma, en busca de algún detalle que pudiera haber confundido a los soldados.

-Os habrán traicionado los nervios -dijo Gordon-. La próxima vez...

Jack le interrumpió con un tirón fuerte de la manga.

-Allí hay algo.

Una porción de niebla alargada y de muy poca altura se mantenía al margen del movimiento del resto de la nube. Fue ganando tamaño, y sus bordes irregulares se recortaron contra la luz del centro, adquiriendo una opacidad propia de la materia sólida. Un sonido metálico se diferenció con claridad y una pistola reglamentaria apareció rebotando en las sucias baldosas de la fundición. Poco después, el cuerpo de un soldado surgió rodando por el suelo y se detuvo fuera de la niebla, dentro del perímetro de los pilares. El cuerpo no realizó ningún movimiento y permaneció tirado boca abajo. La cara estaba oculta por uno de los brazos.

La Guerra de los CielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora