C-III: En la Obscuridad...

8 2 0
                                    



La Obscuridad de la noche se escabulle hasta en el ultimo rincón del Reino, los pasadizos que recorro están llenos de ratas, aguas estancadas y moho. Confiarme en mapas antiguos sobre este castillo era mi única carta, si algo había cambiado en el ultimo siglo, yo no tendría idea y no estaba por idear un plan B.

Donde se supone que habría un desvío hacia la izquierda, me encuentra una escalera de hierro y arriba de esta su escotilla hecha de metal enrejado dejando cuadros visibles hacia el techo de lo que si no me equivoco es la cocina. No tengo mas que subir y con una ganzúa abrir el condado, me seria mas fácil romperlo, pero haría mucho ruido y todo debe quedar como estaba.

Cierro la escotilla y me acerco a la puerta en silencio tratando de asomarse en la línea de visibilidad que me deja al abrirla. Las lejanas pero llamativas ráfagas de luz de una vela me alarman, dos guardias hacen su recorrido y tengo que ocultarme rápido pues le dan un vistazo a cada puerta que se les cruza.

A tres puertas de mi escucho sus pasos, veo un armario.

Dos puerta, me dirijo hasta el armario y el espacio es reducido debido a tantas conservas.

Una, antes de cerrar el armario conmigo dentro veo la ganzúa cerca de la puerta, no me queda nada aparte de maldecir a los Dioses y sus hijos internamente mientras termino de sumergirme en más Obscuridad.

-Al final quedaron los Sheffield ganando cuatro a cinco.

Dijo el que sostenía la vela con un aire de frustración.

+Debía de apostarle al otro, tenían mas probabilidades los florentinos.

Hablo con suficiencia el otro guardia que abría la puerta con una gran chillidez debido a este el sonido de la ganzúa rozando contra el suelo, pasaba desapercibido.

-Vámonos, cuando terminemos toca descanso.

Otro chillido, junto con la luminidad y pasos alejándose, son la señal para poder salir del armario y recoger la ganzúa. Agarro un tarro de aceite de la mesa y lo pongo en las bisagras.

Salgo de la cocina pisando la lujosa alfombra que cubre los corredores, esquivo guardias no muy pendientes de su tarea, nadie se atrevería a deambular por el castillo a altas horas de la noche, las escaleras que usan los sirvientes me ayudan a llegar hasta el ala de las alcobas, custodiada por dos guardias desfalleciendo del sueño en la pared de apoyo que tenían atrás de sus uniformadas espaldas.

La escencia de raíz de regaliz vertida en un trapo va directo a la boca y nariz de un guardia, el efecto de la melatonina surge rápido y atrapo al desmayado para que su impacto al suelo no sea estruendoso; lo mismo con el otro y me apuro por sí el efecto acaba.

Entro en la imponente habitación, digna de un rey, mueblería costosa y sabanas con las que los súbditos ni siquiera podrían soñar. Cuando lo veo ahí postrado cualquiera quedaría embelesado por la apacible de su respiración, siento otra presencia y es cuando logro visibilizar a mi animal espiritual.

Aparecen en el mejor momento.

Nunca lo creí hasta ahora, se lo que intenta decirme, más no hago caso, conozco las consecuencias y aunque mi afición no es tan grande, a lo que vine.

Antes de arrepentirme presiono la almohada contra su cara, sus huesudas y viejas manos tratan de defenderse, su desorientación contrarresta con mi culpa.

Deja de moverse, el ambiente taciturno se mantiene por fuera.

Por dentro los resonantes latidos de mí corazón están descontrolados y solo puedo pensar en una cosa:















Yo maté a Floyd...





.V-M.





-Masacre de Dioses-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora