〔ᵉˡ 𝗱𝗶𝗮 qᵘᵉ ᵐᵉ 𝗾𝘂𝗶𝗲ʳᵃ𝘀〕

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Le dolía la cabeza, tenía náuseas, su cuerpo estaba del asco y no se acordaba de nada.

Camilo había despertado el día después de su cumpleaños número 16 con una jaqueca de la gran flauta, no podía abrir sus ojos y solamente recordaba a su papá dándole tres (o tal vez más) vasos de vino. Supuso que esa bebida del diablo fue la que lo hizo bolsa.
Para su suerte el resto del Encanto estaba igual o peor a excepción de Mirabel y su tía Julieta que preparaban el almuerzo-desayuno para la familia que no despertaba.

Camilo intentó salir de la cama en contra de lo que su cuerpo delgado y desgarbado le pedía, se puso sus sandalias y caminó a ciegas hacia el baño para darse una buena ducha que le quitara la peste a alcohol y ¿semen?

Oh, genial, además de tomar me masturbé.

A veces no controlaba ser un adolescente caliente, había noches en las que no dormía por estar pensando en Mariano y su enorme pecho peludo o vaya Cristo a saber que otra cosa enorme.

─ Basta, basta, basta─ se dijo con leves palmadas en sus mejillas─ no pienses en eso ahora─ era horrible tratar de orinar con la pinga parada.

Recién en la bañera abrió los ojos, había hecho sus necesidades y quitado la ropa sin ver o prender la luz (que le acrecentaría el dolor de cabeza) de todas formas, Camilo se dio una buena lavada que dejaría a su mamá orgullosa y salió del baño fresco como Isabela.

─ Buen día, primo─ dijo Mirabel subiendo las escaleras─ parece que tuviste una fiesta loca, loca.

─ Sí... tú ponle, la verdad no me acuerdo de nada.

Vinieron a su mente retazos de él bailando con Mariano, pero más que eso no encontraba y estaba bien para él, si Mariano lo acompañó seguro fue un cumpleaños inolvidable.

─ Entonces baja a desayunar y te cuento lo que hizo Isabela, ¡vas a desarmarte de la risa!

En la tarde la familia Madrigal estaba despierta, no muy bien anímicamente pero de eso se encargaría Julieta

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En la tarde la familia Madrigal estaba despierta, no muy bien anímicamente pero de eso se encargaría Julieta.

Camilo regresó a su cuarto habiendo comido y reído un rato junto a sus primas sobre Isabela por haberle pedido matrimonio a su amiga Carlota estando ebria.

─ ¡Estaba EBRIA!─ se excusó a los gritos. Mirabel contuvo la risa.

─ Sí, seguro que sí... tooodos estaban ebrios anoche. Ajá.

─ ¡Es enserio!

Isabela tenía rojas hasta las orejas, ya no sabía qué decir para que le creyeran que justo Dolores habló.

─ ¿Oyen eso?─ los presentes hicieron silencio─ son las campanas de boda de Isabela y Carlota.

Y sin más explotaron en risas incontenibles.

αrεթﻨէα 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗮𝘇𝗮𝗱𝗮 | MarianiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora