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Anthea golpeaba sus pies contra el suelo, quizás con un ritmo demasiado veloz. Aquello estaba destruyendo los frágiles nervios de Luke. Eran las dos únicas personas que quedaban en aquella fría sala de espera y el reloj marcaba las diez de la noche. El chico no tenía tanto frío; llevaba un suéter. En cambio, la joven no había previsto aquello y la piel de sus brazos estaba totalmente erizada. Como si aquello no fuese suficiente, su prima había sido internada ese día en el hospital por una enfermedad desconocida y la batería de su móvil se había acabado.

Ambos esperaban los resultados de sus análisis de sangre. Anthea, porque había aprovechado la condición de su familiar para hacerse un chequeo general, y Luke, porque los doctores querían confirmar que la tranfusión de sangre hubiese sido exitosa. La pelirroja ubicó un enchufe en la pared, justamente cerca de su silla, pero luego recordó que no tenía cargador para su teléfono. Miró a Luke sin que éste se diese cuenta y mordió la parte interna de su mejilla. Se levantó y se acercó.

—Hey.— Lo llamó ella. El rubio dudó por unos instantes que hablaran con él, pero no había nadie más en el lugar. Subió su cabeza, tímido. Anthea le sonrió ampliamente.—¿Tienes un cargador de iPhone?—Luke negó. Después de haber caído en depresión, se había vuelto aún más cerrado. Sentía que la gente siempre hablaba de él y que observaban sus acciones para luego reírse. De manera que sólo hablaba para estrictas emergencias. —¿Sabes hablar?—cuestionó ella, con un rastro de diversión en su voz. Ella no planeaba burlarse, pero Luke lo tomó de esa manera. Tragó grueso.

—Sí, si sé.—Una cualidad de Anthea, es que no podía pasar mucho tiempo sin hablar. Establecía conversaciones con personas desconocidas, encargados en las tiendas, pasajeros en los transportes públicos. A veces incluso hablaba sola o con su mascota, un gato llamado Manzana. De manera que volvió a sonreírle a Luke y se sentó en la silla que estaba a su lado.

—Estos doctores son unos inútiles. Podría estar durmiendo ahora mismo, pero necesito esos resultados.— Luke soltó una pequeña risa, más por cortesía que por cualquier otra cosa. Luego selló sus labios y en la sala volvió a reinar el silencio. —No te gusta hablar mucho, ¿me equivoco?

—Digamos que no es lo que más disfruto—explicó. Anthea asintió con la cabeza y se recostó del respaldar de la silla. Cruzó sus talones y posó sus manos sobre sus muslos.

—Está bien, el silencio dice mucho también.— Ahora ella no lo estaba mirando. Sus ojos estaban dirigidos hacia la puerta que daba hacia los laboratorios, ansiosa por ver a un doctor o enfermera salir. Luke se quedó pensando en la frase de la chica, simple pero profunda. —Al menos dime cómo te llamas.—pidió Anthea, dándose media vuelta y observando el perfil del joven.

—Soy Luke.

—Lindo nombre, yo soy Anthea.— Luke asintió y se volvió a quedar en silencio. Consideró preguntar la razón de su visita, pero entones ella probablemente diría "¿y tú?", luego de responderle; y en definitiva, no era algo feliz ni normal decirle a cualquiera que habías intentado suicidarte y no lo habías logrado.

Por lo tanto, el joven no cuestionó nada. Anthea, por su parte, no había notado todavía las vendas que cubrían las muñecas del chico. Estaba demasiado cansada y ansiosa por tener los resultados en sus manos para poder ir a su apartamento y dormir.

—¿Cuánto tiempo llevas esperando?— Anthea se volteó a ver a Luke. Era un chico atractivo. Si no se encontrara tan cansada y su prima no estuviese agonizando unos pisos más arriba, probablemente hubiese intentado coquetear con él. Pero no era el momento, no era la ocasión.

—Quizá una hora, algo así—respondió el chico, diciendo un lapso de tiempo totalmente aleatorio. En realidad no lo sabía, y tampoco le importaba.

La pelirroja estuvo a punto de responder, cuando una enfermera, con el cabello recogido en un peinado moño, apareció por la puerta con unos papeles en la mano. Llamó sus nombres seguidos y ambos adolescentes se levantaron, agarrando sus respectivos informes.

Fue en ese momento donde Anthea logró ver las vendas en las muñecas de Luke y supuso lo obvio. No hizo ningún comentario al respecto.

—¿Estarás aquí mañana?—Se atrevió la chica a preguntar. Luke, que veía los papeles sin entender lo que decían, asintió con la cabeza.

—Mañana y durante al menos dos meses más—dijo, y rió de manera fingida. Anthea frunció el ceño, y el chico se dio cuenta de que había metido la pata diciendo aquello. Aún así, ella no cuestionó por qué. Las vendas y su nerviosismo hablaban más de lo que Luke pensaba.

—En ese caso, te veré seguido—Él sonrió, sin saber si sentirse emocionado o indiferente. Las relaciones interpersonales no eran lo suyo. A decir verdad, nada era lo suyo.

Salieron del lugar y se despidieron. Luke subió por el ascensor; Anthea bajó. Él entró a su habitación y un enfermero lo siguió, chequeando que estuviese "bien". Ella cogió un taxi que la llevó al apartamento que compartía con su hermano. Y mientras tanto, el futuro preparaba una de sus inpredecibles recetas.

humanity ; lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora