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Hay lluvia y relámpagos cayendo por su ventana.

Seungmin acaba de echar su última prenda a su maleta y no tarda en cerrarla, fuerte, un ruido que se escucha por sobre el agua cayendo con abundancia en su techo y llorando en la ciudad que nunca duerme. No está muy seguro de si aquéllo fue el impacto al cerrarla con tanta fuerza empleada en una acción que no la requería o si fue su corazón, latiendo acelerado en su pecho, con una sensación muy nueva y extraña creciendo en el lugar. Miedo, tal vez.

No le ha temido a muchas cosas a lo largo de su vida, pues la perfección la alcanzó tan rápido y con tanta facilidad que se sintió realizado y nunca más se puso alguna meta. Si no hay metas, no hay miedos. No hay razones de ser y existir. Seungmin cree que su vida es sencilla, aburrida en cierto punto, aunque no puede negar que alguna veces, unas muy efimeras, le dio terror la idea de ser olvidado.

Porque es sencillo. El ser humano olvida con facilidad, supera algunas situaciones más rápido de lo que cree. Nada es eterno. Y Seungmin, quién ha dicho en voz alta que el miedo es para cobardes, se ha vuelto en uno en determinadas ocasiones.

Al final de cuentas, todos somos cobardes.

Es por lo mismo que cierra su maleta rápido y sin detenerse a pensar en lo que estaba haciendo, porque sabe que el miedo le puede vencer y se puede retractar de su decisión. Seungmin no cree ser tan débil, al menos no estando solo, pero últimamente todo es demasiado confuso y abrumador. Quiere, necesita que se detenga. Porque no es tan fuerte como parece ser.

De niño solo le temió a la comida, le asustaba detectar un nuevo atracón, saber que comería sin control en los siguientes minutos y no habría nada ni nadie para detenerlo. Nunca se llevó bien con su bulimia, y es, probablemente, por lo mismo que nunca se pudo librar de ésta, es por lo mismo que lo sigue acompañando luego de tantos años. No se dio el tiempo de comprenderla, no puso límites, ni se detuvo a pensar en la razón por la que, principalmente, se desarrolló. Por su parte no hubieron más que críticas y maldiciones, ya que le impedía ser el chico perfecto que Seungmin siempre deseó ser y le aborrecía la idea de fallar en algo tan básico como su imagen personal.

De mayor es un poco diferente, Kim Seungmin sigue llevándose pésimo con su bulimia, pero puede manejar un atracón y comprende la razón por la que todo comenzó, aprendió a poner límites. Y a sus veinte años de edad, no deja de pensar en que se esforzó tanto para ser perfecto que se le olvidó ser querido. Es por lo mismo que será muy fácil de olvidar.

No puede culpar a Christopher, no puede culpar Donghyuck, a esos idiotas que le hicieron un lugar en su grupo de amigos y tampoco puede culpar a Renjun. Ha sido una mierda con todos por igual. Merece que lo olviden.

Merece desprecio.

Su madre solía decirle de pequeño que no tenía que preocuparse demasiado por las personas que entran y salen de su vida, pues éstas siempre lo estarán haciendo, y a veces, es imposible hacer que se queden. Sin embargo, Kim Seungmin, ya no está muy seguro de querer que esto suceda, porque no sabe cómo acercarse al resto, no tiene ni la menor idea de como comenzar. No recuerda cómo era el mundo antes de su vida actual. Y por muy inesperado que suene, se acostumbró a los mismos seres humanos de su círculo social y ya no puede imaginarse en otro lugar que no sea allí.

─Seungmin, cariño, ¿ya estás listo? ─su madre se asoma por la puerta con lentitud y una sonrisa en su rostro que, sabía muy bien, era falsa─. Recuerda que las calles están mojadas y probablemente haya mucho tráfico, llegarás tarde a tu vuelo.

Seungmin observó una última vez su habitación y suspiró.

─Sí, ya voy ─dijo por lo bajo y agachó su cabeza, evitando mirar más de lo necesario su cama. El lugar donde su vida pareció tener sentido.

Stray BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora