—¡Dimitri! —gritó Anya a sus espaldas.
Se regodeó en la cara de sorpresa y satisfacción de Vlad. Era brillante.
—En la palma de la mano —le dijo su compañero sin poder evitar frotarse las manos al ver como se sucedía el plan.
—¡Dimitri, espera! —continuó llamándolo la chica tras ellos.
—¿Me llamabas? —le preguntó mientras se giraba con aire aburrido.
Anya bajó las escaleras hacia los dos hombres y repitió el discurso que ellos mismos le habían dicho y que ella intentaba creerse.
—Si yo no recuerdo quién soy, ¿quién puede decir que no soy una princesa, una duquesa o lo que sea?
—Ya... Continúa —la apremió Dimitri con la mano bajo la barbilla, como si mostrara interés en el supuesto plan que se le había ocurrido a la chica y que, en realidad, él había dirigido.
—Y si no soy Anastasia, la emperatriz se dará cuenta enseguida y todo quedará en una honrada equivocación.
—Parece plausible...
—Pero, si tú eres la princesa, entonces al fin conocerás tu identidad y recuperarás a tu familia —intervino Vlad.
La risa que escapó de Dimitri se expandió por toda la sala de baile.
—¿Sabes? Tienes razón. En cualquier caso, irías a París.
—Así es —dijo Anya mientras sacaba su mano para cerrar el trato.
Santos, qué fácil había sido. Se dio prisa por estirar su propia mano y estrechársela a Anya. Soltó una exclamación al hacerlo; la chica apretaba demasiado fuerte.
—Permítame presentarle a su alteza real la Gran Duquesa Anastasia —teatralizó una reverencia para dar más énfasis a sus palabras.
—¡Pooka, nos vamos a París!
—El perro se queda aquí —matizó Dimitri.
—¿Pero qué dices? El perro irá.
—No, el perro no puede ir.
—Y yo digo que irá.
—Soy alérgico a los perros. Deja al perro aquí.
—No pienso dejar al perro.
—Hemos de coger un tren —los apremió Vlad con la esperanza de parar esa tonta discusión.
El traqueteo resultó ser más relajante de lo que esperaba. Era la primera vez que Anya subía a un tren, en el orfanato no habían tenido nunca el dinero suficiente para llevarlos de viaje a ningún sitio y lo más lejos que llegaron fue al pueblo pesquero en el que casi acaba condenada.
En cambio, estaba ahora en la habitación de uno de los vagones que la llevarían hasta París, y Anya había decidido no perderse ningún detalle del camino. Se apoyó en el asiento del respaldo, mullido y de un color que en su momento fue carmesí, pero que ahora se veía sucio y rasgado. Frente a ella, Pooka jugaba con la pluma de Vlad, que comprobaba sus visados una vez más. Desde luego, si alguien tenía que pedir ayuda por papeles en San Petersburgo, debían buscar a Dimitri y a Vlad. En apenas unas horas tras decidir irse con ellos, lo tenían todo listo y en regla para comenzar su viaje.
Dimitri entró en la habitación con la última maleta en brazos y la subió al compartimento de arriba a la vez que invadía su espacio. Anya se echó hacia atrás molesta. Hacía rato que le había calado y no le gustaba. Era presuntuoso y estaba claro que se tenía en muy alta estima, a sí mismo y a su inteligencia. Era increíble como, siendo la supuesta duquesa, parecía que él fuera superior a ella.
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Disney New Adult: Anastasia
Hayran KurguConocemos la historia de Anastasia y cómo nos la contó Disney, pero, ¿qué pensamientos tuvieron Anya y Dimitri? ¿Cómo fue su viaje? ¿En qué momento se enamoraron? Yo os contaré esa parte de la historia. Fanfic basado en: Anastasia Completa Los per...