"Señor Saunders."
Escuchó el llamado a la puerta, tres golpecillos que sonaron casi dudosos de suceder.
"Pase." Respondió, enderezándose de su perezosa postura. De la puerta se asomó la figura de un hombre, algo mayor que él. Le notaba un poco nervioso, pero eso no venía siendo nada nuevo entre la gente que acudía a él. Alto y algo regordete, con ya unas cuantas canas adornando sus cabellos, el invitado se apresuró a tomar asiento en frente del modesto escritorio de madera.
"Doctor."
"¿Disculpe?"
"No señor. Doctor."
"Entiendo, Doctor, disculpe usted."
¿Es que la gente en este lugar carecía de cortesía básica? Bufó, en un esfuerzo por dejar de lado su molestia. En su lugar, había abierto ya un cajón a su mano derecha que contenía variedad de papeles cuyos contenidos no se molestaría en recordar ahora mismo. Solo le importaba uno, encima de todos los otros, en el que había una lista de nombres y datos básicos. Los sacó, cerrando el cajón, y desempolvándolo con la mano centró en él su atención, dejando en silencio al individuo frente que se sentaba frente a él.
"Dijo usted que se llamaba..."
"Grant," habló el hombre, a pesar de no haberlo mencionado en ningún momento.
Revisó la lista una vez más, como queriendo cerciorarse de algo. De reojo escarbaba entre las letras, hasta dar con lo que buscaba.
"Aquí está. Marlon Grant, su nombre ciertamente aparece en la lista."
El señor Grant asintió, aliviado, como reafirmando ese hecho.
Una vez vuelta a colocar la lista dentro del cajón y cerrado este último con cuidado, abrió un segundo, a su mano izquierda. De este sacó una libreta mediana, de cubierta negra y aspecto fino. Abriéndola con familiaridad, tomó el bolígrafo negro de su escritorio. Un 'click' después, la punta de este emergió y su atención estaba de nuevo en el expectante desconocido.
"Cuénteme, Señor Grant ¿Cómo encuentra usted su estadía en este tren?"
Ahí va, pensó, una inusual manera de iniciar una sesión. Pero así era la cosa, así de peculiar. Una parte de sentía algo similar a un orgullo infantil. No muchos podían jactarse de haber atendido a alguien dentro de un consultorio en movimiento, dentro de nada menos que un tren; se imaginaba las caras de algunos colegas sin nombre, verdes de la envidia, a pesar de que no fuese un logro particularmente grande como tal.
Más que la consulta, la verdadera causa de envidia vendría siendo la oportunidad de abordar este tren. En circunstancias normales no habría podido considerar la oportunidad de abordarlo, y en realidad fue tan solo su ocupación la que le había otorgado un pase.
De modo que ahí estaba, anotando palabras en el papel y rompiendo el silencio de su poco entusiasta paciente, que rara vez le dedicaba la mirada. Respondía a sus preguntas de forma poco entusiasta, hablando más o menos bajo y con poco interés en entrar en detalles. Frunció el ceño. Por lo visto la madera de su escritorio o el tapete bajo sus pies eran infinitamente más merecedores de su atención que la consulta a la que había venido.
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St. Isaiah
Mystery / ThrillerUn terapeuta es contratado para ofrecer sus servicios a los pasajeros de un prestigioso tren. Conforme las sesiones van avanzando, las peculiares circunstancias concernientes a cada uno de ellos se van volviendo más y más evidentes....