Recojo mi cabello en un moño alto, me lleno de valentía al recordarme quien es mi padre y por qué estoy aquí. Voy a la parte trasera de la camioneta, Alek me entrega mi mochila, la cuelgo en mi espalda, tomo mis pertenencias y nos preparamos para comenzar nuestro viaje.
Antes de entrar a la profundidad del bosque, el rubio me deja con Lara, él se llevará la camioneta lejos de nosotros, para que no dejar sospechas de que nos detuvimos en el parque.
Minutos más tarde regresa Alek, se acomoda sus mochilas sobre su ancha espalda y emprende el camino adentrándose al húmedo lugar, Lara y yo lo seguimos.
Entramos al bosque rodeándonos de naturaleza.
—Aina, si en cualquier momento te sientes mal me tienes que avisar. No te quedes callada.
—Ok.
Sigo el camino del ruso, él se detiene un momento, analiza su entorno y al recordar el camino se desvía y lo seguimos. Minuto, tras minuto no nos detenemos. El camino se vuelve pesado y complicado por las grandes piedras y las ramas. Los frondosos arboles nos complican la vista, las botas se me llenan de lodo y me hacen los pesados.
Con mis manos y ante brazos aparto las ramas de mi camino. Un rio se nos atraviesa y tenemos que saltarlo; al primer intento meto el pie en el agua y antes de que me lleve la corriente Alek me toma de la mano y me jala logrando sacarme de la corriente de agua.
— ¿Estas bien? —pregunta, preocupado.
—Si.
Continuamos caminando sin parar, a cada minuto el dolor es más intenso en mi espalda, pero es un dolor que soporto. No digo nada y sigo al rubio. No detenemos un momento para que Lara haga del baño, después seguimos adentrarnos al bosque.
Nos encontramos con un estanque el cual nos impide pasar del otro lado. Alek toma la decisión de rodearlo, eso implica alargar el camino. Me detengo un momento para quitarme el lodo de las botas que no me permiten seguir, los limpio con la húmeda hierva, rápidamente retomo mi camino y alcanzo a los hermanos.
No sé cuánto tiempo llevamos caminando, pero poco a poco el sol se está ocultando y las piernas se me están doblando «me estoy quedando sin fuerza.» Me detengo para descansar por un momento, los hermanos no se dan cuenta, respiro profundamente y continuo detrás de ellos; avanzo rápido para que no se den cuenta de mi agotamiento. Ellos son fuertes, están entrenados para esto y no se ven cansados, mucho menos Alek que manejó por horas y no ha descansado.
Continúo caminando, otro obstáculo, una gran montaña nos impide continuar.
—No podemos escalarla —comenta el rubio.
— ¿Por qué no? —pregunta su hermana —. Ambos sabemos escalar.
—Si, pero Aina.
Lara comprende el motivo y no duda en demostrar su molestia.
—Si claro. Aina no pude hacer nada. No sabe nada.
—Lara, cállate.
Las palabras de Lara me desaniman, pero trato de no demostrarlo.
—Debemos rodearla —propone el rubio.
— ¿Qué? ¡No! Será una pérdida de tiempo rodearla. Es más camino.
—No hay otra opción... Sigamos.
Decidido, Alek toma otra ruta y Lara al pasar por mi lado me susurra cerca de mi oído.
—Solo complicas las cosas.
Al terminar sus hirientes palabras va detrás de su hermano.
Le doy razón a lo que dijo, si no fuera por mi inexperiencia ya hubiéramos avanzado más, pero tuvimos que rodear el estanque porque no sabía nadar y ahora la montaña porque no sé escalar.
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Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)
Ficción GeneralLa comprensión es el primer paso para la aceptación y sólo aceptando se puede recuperarse. Yo he aceptado mi pasado, soy consciente de lo que fui y lo qué sucedió a pesar del doloroso y fatal destino que pasé. La vida me dio otra oportunidad para am...