Epílogo

13 4 0
                                    

Akram Giadala.

En teoría sabemos que es la muerte y entendemos que es parte de un ciclo del que no se puede escapar y al que todos tendremos, en algún momento, que enfrentar. Sabemos que nacer es ir muriendo con cada segundo que pasa; cada aliento es un paso más cerca del último y eso lo tenemos más que claro pero ¿realmente lo entendemos? Sabemos que es la muerte pero no somos capaces de comprenderla, mucho menos a aceptarla.

Sócrates decía que "él hombre que no piensa sino en vivir, no vive". ¿Acaso es posible no aferrarse a la ilusión de la vida? Querer vivir y ver vivir a quienes amas ¿está mal?..., no tengo la menor idea, solo soy capaz de pensar en lo que la pérdida le está causando a quienes me rodean, en como la ausencia de quien amaban se lleva parte de sus almas mientras las lágrimas gritan el dolor que yace en sus corazones.

No le temo a la muerte, ella se a convertido en una amiga, un tanto traicionera, a lo largo de mi vida. No temo el momento en el que venga por mi, por el contrario, la recibiré con los brazos abiertos y una sonrisa resignada..., solo le temo a sus traiciones y a quienes me pueda quitar en uno de sus arranques y no por lo que ella significa sino por el dolor que dejará a su paso.

Suspiro, estrechando entre mis brazos a ese pequeño rayo de luz del que no era merecedor y al cual mi egoísmo no dejaría alejarse jamás.

Desde aquel día a mitad del bosque, resguardados en un carro mientras una tormenta caía sobre nosotros, el no había vuelto a proferir palabra; se había encerrado en si mismo y parecía no tener planes de salir de ahí por los momentos. No podía culparlo, nadie podía hacerlo, todo lo que había vivido a su corta edad era motivo suficiente para querer encerrarse en su mente aunque dudo que ese sea un lugar acogedor en estos instantes.

A mi alrededor todo se encuentra en silencio, sólo interrumpido por los sollozos leves de los asistentes al funeral. A mi derecha se encontraba Nessa, sin proferir palabra mientras seca con cierta brusquedad las lágrimas que caen por sus mejillas. Alessandro, a mi izquierda se encontraba con la mirada hacia el frente aunque no parecía estar viendo algo en realidad, se vayan a perdido en sus propios pensamientos, sumergido en un dolor que nadie podría ser capaz de entender y el cual estaba destrozando cada parte de sus ser. Su pecho subía y bajaba en una calma preocupante, las lágrimas caían sin que nada las detuviese y aún así no se podía distinguir ninguna emoción en sus facciones. Tan sólo en su mirada se podía entrever en dolor y una frialdad que era capaz de atemorizar al más valiente guerrero..., un monstruo había despertado ante el desconsuelo siendo la sed de venganza lo único que lo mantenía vivo.

Y no era el único monstruo que había despertado, dos hermanos compartían el dolor de la pérdida al igual que la sed de sangre. Enrico y Gastón se hallaban de pie, alejados de todos, vestidos completamente de negro mientras unas gafas de sol ocultaban el deterioro en sus miradas..., no hablaban, sonreían o siquiera lloraban como los demás hacían, se asemejaban a las estatuas de mirada gélida que te consigues en los cementerios. Aquellas estatuas que lejos de dar alivio al doliente, lo hacían sentir en peligro, esperando que en cualquier momento salgan de su largo letargo para llevarte consigo.

La muerte de Alessandra había traído consigo no sólo dolor sino el despertar de bestias sanguinarias. Monstruos que nunca debieron ser despertados y que ahora acechaban a plena luz del día..., ya no se escondían en las sombras, no utilizaban sus máscaras llenas de perfección, por el contrario, caminaban entre la gente mostrando sus verdaderos rostros, las sombras ya no los escondían; su oscuridad los ayudaba a resaltar cuando la luz caía sobre sus cabezas.

Vi de primera mano como una de las más temibles bestias despertó el día en que Alonzo regresó. Jamás olvidaré el grito desgarrador que quebró su alma al enterrarse de su muerte, como siguió gritando con el pasar de las horas, las lágrimas que se desbordaban sin piedad por sus ojos y como, aún después de quedarse dormido, seguía llorando en sueños, llamando a su hermana..., ese día se repetía una y otra vez en mi mente.

Destinos Entrelazados (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora