Día 1: Tiempo de Vals

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(Sakamoto x Nagumo)

Otra misión exitosa. Nagumo y Sakamoto irrumpieron los preparativos para una fiesta de esa noche. Tal evento estaba destinado a terminar en un genocidio. Más bien el bando enemigo de los organizadores, estando un paso delante, contrataron a los mejores asesinos.

Como fuera, se les hacía irrelevante. Todo lo que tenían que hacer era cumplir, lo cual hicieron al son de Nagumo tarareando.

Parecía una melodía de salón, a decir verdad.

—Hubiera estado bonito —dijo Nagumo.

Sakamoto solo lo miró.

—Mejor hubiéramos esperado el evento y meternos; bailar y comer algo. —siguió. En otra ocasión el viento se hubiera llevado sus palabras, pero ese día se sintió con suerte.— Mira, te enseño.

La respuesta fue un simple cambio de postura; silencio total que fue interpretado como un rotundo sí, recibido de forma instantánea con una de las sonrisas más bonitas y grandes del mundo.

Sakamoto no tuvo otra que dejarse, de todas maneras ya habían terminado la misión.

—Okay, okay. Mira, primero yo pongo una en tu cintura y vos pones la tuya aquí, en mi hombro, pues.

Nagumo le tomó de las manos y lo posicionó conforme hablaba para que bailaran el Vals.

Una vez listos, Nagumo abalanzó sus cuerpos por la sala, confiado en que sería seguido sin problemas, y así fue. Sakamoto, terminó comprometido en aquella ridiculez: primero mirando sus pies, controlando su sincronización, luego relajando sin querer los músculos, preso del momento. Por último enfocándose tantito en el rostro de Nagumo, quien no perdía de vista los pasos y el ritmo de su pareja, en medida de no tropezar; que saliera bien.

Nagumo tarareaba 《...un, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres...》marcando el compás al cual obedecieron con un tierno vaivén, cuidando llegar con gracia a su nuevo destino solo para una vez más ser ubicados suavemente en un nuevo espacio.

Ya envueltos en la rutina, se miraron. Sakamoto parpadeó sintiendo sus lentes reflejar la luz artificial del salón, en lo que ojos grandes y negros se fijaron en él con una pizca de cariño que no pudo evitar devolver: aumentó por un segundo la velocidad y con habilidad retomó el tempo dejando a Nagumo encantadísimo.

—¡Lo ves, Sakamoto! Eres natural.

Ese comentario bastó para regresar a la realidad. En verdad que bajó la guardia, porque dio un micro saltito que no hizo más que encaprichar a su pareja de baile. Y es que a través de eso, de esa escasez de música y preparación fue que pudo viajar a un espacio mental que ni él sabía que existía.

Fue difícil de admitir, pero se permitió soñar un poquito allí y ser parte de esa fantasía.

—¿Ah sí?

—Sí, si, si. Si alguna vez tenemos una misión en cubierto pasarías sin problemas, así pero facilísimo.

A pesar de que Sakamoto ya había jugado lo suficiente, se tomó la molestia de darle una vuelta a su compañero; tan dramático como en las películas. Nagumo ni sorprendido ni extrañado dejó su cuerpo girar cual cadáver y caer de nuevo en brazos.

Y, siendo el tipo sin remedio, casi manso y despreocupado que es, aplaudió.

—¡Muy bien hecho, Sakamoto! ¡Bien, bien, excelente! Very good!

Sakamoto, viéndolo risueño, lo dejó ir, antes de ser arrastrado en alguna otra tontada.

Entonces, como salvación divina, sonó su teléfono.

—¿Mucho trabajo?

—Para ambos.

—¡Vamos allá!

Fin.

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