Capítulo 4: Scared of loneliness

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Los soldados se preguntaban internamente de quién se trataba aquella mujer médico que había conseguido que su teniente coronel pasase de ser una bestia autoritaria a un dócil y tierno cachorro. Desde la distancia en la que se encontraban no podían escuchar nada, ellas susurraban, pero podían observar el lenguaje no verbal de ambas y la forma que tenían de mirarse y de tocarse; jamás habían visto un comportamiento similar en Lucía. ¿Sería alguien de su pasado fuera del ejército?

—Sí que necesita una camilla, órdenes del médico y sabe que no debe negarse. Ella puede ser todo lo que quiera, pero en el tema de la salud mando yo —dijo la mujer de cabello lila, haciendo un gesto con las manos para indicarles que trajeran una de las camillas.

—Simplemente te aprovechas de los privilegios que tienes... —murmuró la más alta, ligeramente molesta y adolorida.

—Tú me lo diste todo, no te puedes quejar, además, aún después de diez años eres incapaz de negarme nada —contestó burlona, sacándole la lengua en forma infantil. Como respuesta, la militar se limitó a girar la cabeza para ocultar su leve sonrojo dado que estaba en lo cierto.

—Cállate, Blight. De eso hace demasiado tiempo —masculló, aunque realmente no quisiera que ella dejase de hablarle, fue una reacción por orgullo y cuestión de jerarquía delante de su escuadrón. Podían ser de varios países diferentes, pero ella seguía siendo el oficial de mayor rango, un oficial al que una médica desconocida andaba reprimiendo e imponiéndose a ella. No podía quedar peor aún.

—Me callaré, pero porque yo quiero y no porque tú lo digas. Sé que tienes que quedar bien delante de tus hombres, ya hablaremos cuando estemos a solas en la tienda... —susurró junto a su oído, de forma disimulada, como si hubiera estado comprobando el estado de sus oídos y cráneo.

Luz prefirió callar, ¿a solas en una tienda? ¿Acaso no se suponía que todas las que había habilitadas eran comunitarias y compartidas entre voluntarios y civiles? Había algo que se le escapaba, quizá habían cambiado las cosas desde la última vez que tuvo que ir con los cascos azules o quizá solo había cambiado su estatus, dejando de ser un sargento y pasando a ser un oficial importante; puede que se tratase de ambas cosas, sin embargo, no quiso darle demasiadas vueltas a aquello, más bien, se tensó imaginando cómo se desarrollaría la situación entre su ex y ella después de una década y en un entorno poco favorable para el diálogo profundo y sincero.

Emira permaneció en silencio, viendo cómo su hermanita reaccionaba a reencontrarse con la persona que más le había marcado. ¿Acaso alguna vez había podido verla así? ¿Era una personalidad exclusiva que le mostraba inconscientemente a la morena o quizá era su auténtica forma fuera de presiones y estigmas? No lo sabría, pero podría aproximarse a una conclusión relativamente certera si seguía analizando su comportamiento, la verdad es que habían cambiado bien poco en el interior. Dos adolescentes encerradas en un cuerpo adulto debido a las circunstancias, expectativas y objetivos impuestos por otras personas y no por ellas mismas.

—Manoplas, no te mueras de un infarto mientras vigilas su baño —picó la rubia, guiñándole un ojo antes de marcharse de la tienda exclusiva de la morena, cerrándola con la cremallera e indicando que por cuestiones médicas no molestasen hasta que saliera Amelia.

—La he visto muchas veces desnuda, idiota —protestó molesta y sonrojada, pero demasiado tarde para que su hermana pudiera escucharla. Quien la escuchó fue la susodicha, mirándola divertida y socarrona a pesar de su situación delicada cuanto menos.

—He cambiado bastante desde entonces, aunque no he crecido más, bueno, en volumen sí, pero no en altura. Creo que te has dado cuenta de ello cuando has tenido que amortiguar mi caída —le dijo divertida, permaneciendo inmóvil—. ¿Puedes quitarme el casco ya? No lo he hecho porque sé que te vas a enfadar si lo hago por mí misma, igual que si me recolocase el brazo izquierdo, en serio, me molesta más tenerlo dislocado que herido y quemado.

Esclavas del destino (Lumelia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora