Teníamos que hacer un viaje a bordo de un bus, en el cual viajaba toda una promoción de escolares, en su mayoría niñas.
La gata que tenemos en casa también viajaba con nosotros; se encontraba en la parte superior del bus, que era semejante a la terraza de nuestra casa.
Parte de sus intestinos sobresalían de su abdomen, aunque ella no parecía afectada en lo más mínimo, lamiéndose después el lomo y las patas con absoluta normalidad.
Horrorizado, yo le decía a mi madre que debíamos llevarla a un veterinario cuanto antes, pero se me respondía que no había tiempo para eso, que tenía que esperar todavía un poco más para atenderla.
Mientras el viaje seguía, yo seguí insistiendo que llevásemos al animal al veterinario, recibiendo siempre la misma respuesta: Que no había tiempo, que esperase un poco más.
Impaciente, yo afirmaba que debíamos hacerla revisar antes de que su herida cicatrizase. Y al subir a examinarla nuevamente, acercaba la vista hasta el punto de su cuerpo donde sobresalían los intestinos, notando que no había nada de sangre alrededor de aquella zona.
Su herida (si acaso había tenido alguna herida) había cicatrizado completamente.
La gata me maullaba, como si se sintiese más fastidiada porque yo la cargase que por el hecho de tener parte de sus tripas fuera de su cuerpo.
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Diario de Sueños y Pesadillas
Non-FictionPues eso, un diario de las cosas que sueño últimamente.