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Maxime Gray

Me acerqué a la casa de Nate y decidí esperarle intentando ser positiva. Sabía perfectamente que se había tirado todo el finde evitándome pero prefería seguir conservando la esperanza durante al menos, un día más.

De todas formas, no os voy a mentir. Que de repente me empezara a ignorar sin ningún motivo me hacía sentir una mezcla de enfado, decepción e inquietud. Por eso había decidido que está sería su última oportunidad.

Aún así, no podía decir que su ausencia fuera del todo negativa. Aunque solo fuese para buscarles había acabado hablando con dos chicas que no solo me habían caído muy bien, sino que habían terminado ayudando a buscar a Nate. Había pensado que tendría que observar más a la gente para encontrar personas así pero, después de todo, nada parecía tan complicado.

Justo cuando ya iba a irme con la esperanza pérdida vi como alguien se asomaba por la puerta del portal al frío y húmedo clima de fuera y por fin, terminaba saliendo.

Reconocí la figura al instante; era Nate. Esta vez no había esperado a que me fuera. Sin embargo, aún no le había perdonado. Necesitaba respuestas.

–Hola –empezó el chico tímidamente

Yo al principio, lo miraba duramente. Sin embargo, en cuanto vi su rostro avergonzado no pude evitar suavizar la mirada.

–Voy a olvidar que te has pasado más de dos días ignorándome pero tendrás que contarme tus razones –empecé–. Espero que tengas una buena excusa.

Él, a diferencia de lo que pensé, no se andó con rodeos.

–La abuela Carmiña está muerta.

Y entonces me di cuenta de dos cosas que hasta ahora ignoraba; principalmente, que hasta ese momento Nate no había sido totalmente consciente de ello. Decirlo en alto le había proporcionado una dosis de realidad de la que antes carecía. Y la segunda... Que la abuela de Nate me importaba más de lo que pensaba, que después de tantas tardes con ella y Nate, se había convertido de un modo u otro en mi propia abuela. Eso aterrizó en mi mente como una inestable bomba.

A pesar de como me sentía, pude ver qué Nate estaba mucho peor. No pude sentir más lástima por él. No me creía que había llegado a pensar en no darle más oportunidades después de algo así. Pero, claro, yo no sabía lo de su abuela.

Nos abrazamos emotivamente y cuando nos separamos al final tuvimos que empezar a correr de camino a clase, con todo lo de su abuela no nos habíamos dado cuenta.

Tras unos minutos de pura carrera, llegamos. Por suerte nuestra profesora se había llegado tarde y no me pudo poner retraso.

Empezamos la clase enseguida. Teníamos historia, una de mis asignaturas favoritas. Sin embargo, empecé la clase con un humor un poco por los suelo. Aún no me creía lo de Carmiña.

De todas formas, solo empecé con ese ánimo porque las discusiones de Samuel y Estela volvieron a hacerme volar de la risa.

En los pocos días que llevábamos no habían hecho otra cosa. Yo daba por hecho que ya se debían conocer de primaria pero en realidad no tenía la más mínima idea.

La profesora empezó con su extensa explicación. Debía haber pensado que todos la estaban prestando atención porque no se mostró muy satisfecha cuando vio que Samuel, como siempre, estaba en sus mundos.

Para que dejara de distraerse, decidió que lo mejor era ponerle a leer del libro.

¿El problema? Leía fatal; lento, a trompicones y como si fuera su primera vez.

Y como no, Estela, aprovecho la oportunidad para burlarse.

–E-ellos e-eran homo n-neandertales... –imitó ella como si no tuviese a su tutora delante

–¡CALLATE ESTELA! –chillo Samuel por su parte– ¡¡NADIE HA PEDIDO TU OPINIÓN!!

La profesora intentaba poner orden inútilmente.

–¡¡MADRE MÍA!! ¡NO ME GRITES!

No me grites –imitó Samuel en tono de burla

–Es que pones una voz más rara. ¡Como se nota que tú si te quedaste donde los neandertales!

–¡¿ME ACABAS DE LLAMAR NEANDERTAL?!

–¡PUES SÍ! ¡SEGURO QUE NI SABES QUE JIRAFA ES CON G!

–¡JIRAFA ES CON J, TONTA!

–¡SILENCIO LOS DOS! –acabó gritando la profesora malhumorada

No sé cómo no les llevo a dirección pero en cierto modo me alegré. Me reía demasiado cada vez que de una forma u otra, ellos dos cruzaban la palabra.

Había descubierto que aunque no lo parecía, nuestra tutora era más paciente de lo que yo había pensado. Aguantar a esos dos era, sin lugar a dudas, un reto muy complicado.

Las otras dos clases se pasaron también y cuando llegó la hora de nuestro descanso pensé que esta vez juntaría a todos.

Por un lado estaban Leah y Arthie, y por el otro Nate y JP. Tenía la sensación de que a pesar de ser todos tan distintos, juntos firmaríamos un equipo imparable.

Sin embargo, el tema de conversación que acabó por instalarse entre nosotros no fue para nada como planeé.

Nate fue quien sacó el tema y, a decir verdad, ya no me lo pude sacar de la cabeza.

–¿Vosotros habéis oído hablar de algún Jason? –preguntó él

–¿Jason? –dije

–Sí. Un Jason que tenga algo que ver con Hanna.

JP estaba tenso y yo había empezado a asustarme. JP también sabía algo. No necesitaba un detector de mentiras, el mismo se delataba al ponerse tan nervioso.

Al principio no podía estar más desubicada pero me negaba a quedarme con las dudas así que les force a que me contaran más.

–¿Un tal Jason con Hanna? ¿La Hanna del otro día? ¿Nate, a qué viene esto?

Y así acabo contándome la pequeña aventura del sábado con un dato especialmente interesante. Nate, había quedado sin mi. SIN MI. Él sabía perfectamente lo mucho que me molestaba que me excluyeran. Sin embargo lo ignore.

–¿Hanna hizo eso? ¿Le sujetó por los hombros para daros tiempo? ¿Y habéis dicho que antes le había hablado como... –dudó un momento– como si hubiese algo entre ellos dos? –seguía Leah

–Nada.. Pasan que cosas –intervino Arthie

Ella era sin duda la más graciosa e hiperactiva de los cinco. También había descubierto que era muy sarcástico. Tanto que había terminado por cambiar palabras de orden solo por diversión.

Arthie le había restado importancia y en cierto modo tenía razón, no era nuestro problema. Sin embargo, la curiosidad me podía.

–¿Y si quedamos esta tarde para averiguar más sobre el tema? –propuse

Todos asintieron y volvimos a nuestras clases ya que nuestro descanso había llegado a su fin.

Las últimas tres horas apenas pude prestar atención. No dejaba de darle vueltas a lo mismo. ¿Que pasaba entre Jason y Hanna? ¿Que habían significado esos gestos por parte de cada uno? Lo descubriría. De eso estaba segura.

 De eso estaba segura

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Nate x JP, un amor de incógnitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora