¿Crees en los unicornios? Le preguntó una niña a la sombra que, escondida desde un rincón, la observaba con sus ojos rojizos. Y es que esta niña, a diferencia de otras niñas que solo creen en la magia y en los seres fantásticos para quedar bien con los niños o no ser unas aguafiestas, creía desde el fondo de su corazón en la magia. "Ninguna magia es mala" era el mantra infantil que solía recitar a todos. Y aunque ya tenía cinco años, sus padres no querían arruinarle esa inocencia tan característica, esa sonrisa sincera que ella tenía al tomar un libro, miraba las imágenes con ojos brillosos y se transportaba a otro universo, uno sólo para ella y que se encontraba entre las páginas y sus parpadeos.
Ella no creía en la maldad, ya que la ficción siempre le mostraba que la maldad estaba equivocada y, por ende, tenía que desaparecer en algún momento. Creía que la magia lo resolvía todo y cambiaba a todo. Y sobre todo, creía que esa felicidad y alegría sería duradera, eterna, ya que las semanas y los meses siempre le parecían una eternidad y todo lo que ella tenía dentro de esa pequeña cabecita era mucho más de lo que había hecho en un día de clases.
Aún en clases, las carpetas cobraban vida, los libros susurraban las respuestas y los compañeros nunca hacían nada a propósito. Sin embargo, ella notó algo distinto en esa sombra, algo siniestro, sobrenatural y peligroso. Sin embargo, ignoró los instintos de supervivencia y los reemplazó por sus fuertes ideales, el ideal de la magia bondadosa.
—¿Eres un ser mágico? —preguntó la niña— Si lo eres, es obvio que conoces a los unicornios. Yo sé todo sobre los unicornios, he leído muchos cuentos — continuó la niña, hinchando su pecho, orgullosa.
El ser, al ver que la niña no había retrocedido, sonrió de forma siniestra, mostrando el color infernal de su interior al descubierto. La niña no sospechó en lo absoluto.
El lentamente abandonó su agujero y se posicionó frente a la niña. Era más oscuro que el universo y sus ojos más rojizos que el fuego de las estrellas. Su rostro era similar a un hombre, a excepción de las orejas y de la nariz, que no tenía. También sobresalían de su frente dos cuernos tan negras como toda su piel, pero las puntas de estas brillaban de color rojo.
El resto del cuerpo era idéntico al humano, excepto por su aparente flacidez, incluso parecía que se iría volando, pero él se mantenía en pie, firme, frente a la niña y la otra diferencia eran las extremidades
El ser oscuro miró fijamente a la niña y respondió: — ¿Me preguntas si conozco a los unicornios? ¡Es que eres tonta! ¡Esas cosas no existen!
La pequeña niña exhaló y miró con condescendencia al ser oscuro.
—Ay, que demonio tan inferior eres que ni siquiera puedes ver a un pequeño y lindo unicornio. Una pena. Bueno, fue un gustó conocerlo, señor demonio.... — habló la niña con todo soberbio hasta que el demonio abrió sus ojos rojizos, la sonrisa se tornó en una mueca grotesca y los dedos de sus manos se convirtieron en algo parecido a garras, garras listas para destrozar las vísceras multicolor de la menor.
— ¡Rasputio! ¡Me llamo Rasputio, niña insolente! —bramó el demonio.
— Hey, hey, cállate por favor. — la niña hizo un gesto con la mano, indicándole que bajara el volumen de su voz— Nadie resuelve sus problemas con violencia. Y aparte, si me matas, significará que yo tenía razón y tú eras un demonio debilucho. El demonio torció aún más su rostro, pero al ver la sonrisa inmutable de la niña, esa candidez inexpugnable, incluso para un ser tan vil como el, que a tantas almas había torturado, pareció darle un aire de oscura esperanza.
— Te estaba retando— dijo, cambiando el tono de su voz a uno más amistoso. — Sólo quería ver tu determinación. Ya sabes, a los niños de ahora les gusta jugar en esas máquinas con controles y ya no leen tantos libros.
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Cuentos Rosa oscuro
FantasyUna serie de historias (algunas que ya tengo escritas) sobre la alegre fantasía y sus matices.