XXV

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—¿Por qué me querría dar de alta? —cuestionó Mike con unas ganas de llorar que jamás le habían dado.

—Porque Ari siente que ya has aprendido bastante y que ya no lo necesitas —contestó Ela.

—Ela, te acabo de decir que él me tiene confundido, ¿Tú crees que ya no lo necesito?

—Sí. Él jamás estaría con alguien menor. Tiene algo a lo que llaman "ética profesional" —remarcó.

—También me dijo eso, o más bien que no se relacionaría más allá de doctor-paciente.

—Ahí está. Deja de estar haciéndote falsas ilusiones.

—¡Por favor, Ela! En serio necesito acomodar mis sentimientos.

—¿¡Y usar a Ari!? Olvídalo. Cuando te dé el alta, juro que haré lo imposible para que no te acerques a él otra vez —amenazó Ela.

Debido a que en asistencia, Mike y Ela se encontraban dentro de la institución, las autoridades de ahí empezaron a buscarlos. Al encontrarlos, les llamaron la atención y les indicaron que debían retirarse a sus respectivos salones.

Ellos, sin protestar, regresaron para no causar conflictos.

[...]

No con mucha esperanza, Mike iba en camino al centro de ayuda donde Ari trabajaba, creyendo que lo iba a encontrar ahí.

Al llegar, pidió a la recepcionista pasar y ella le dijo que el especialista no se encontraba, pero en su lugar, había alguien más que requería hablar con él. Confundido, el rubio se dirigió al consultorio.

Ya ahí, tocó la puerta y una voz femenina le ordenó que entrara; Mike hizo caso, llevándose una sorpresa medianamente buena.

—¿Qué hace usted aquí? —preguntó el menor enfadado por no ver al de ojos bicolor—. ¿Dónde está Ari?

—Que malos modales tienes, Miguel.

—Nunca pedí que opinaras sobre mis modales, te pregunté otra cosa, Lillian —replicó otra vez.

La mayor no dijo nada más y aventó sobre el escritorio vacío una venda llena de sangre, cosa que alarmó al rubio.

—Eso —señaló la venda—, eso lo encontré en casa de Ari —terminó y volteó a verlo.

—¿Y te quejas de que yo voy a husmear en su casa?

—No fui a husmear —aclaró ella—, lo encontré en el baño del primer piso. Tal parece que se olvidó de que ahí estaba, y apenas fue hoy en la mañana.

El menor se acercó al escritorio y agarró la venda, viendo que la sangre apenas se estaba secando. Debido a que el líquido seguía fresco, terminó manchando sus manos y ambos se percataron de eso.

—Ya te ensuciaste —comentó la pelirroja—. Es mejor que dejes ahí.

—No, e-esto me lo quiero llevar —solicitó enredando la tela en su mano izquierda.

—Ugh, ¿Para qué la querrías?

—No sé, son detalles raros que prefiero conservar para aprender de mis errores.

—¿Aprender de tus errores? —analizó—. ¡Por tu culpa Ari se está lesionando! —concluyó.

—¿Qué? ¡Obvio que no es por mi culpa! ¡Él se lesiona porque tiene otros problemas! El mundo no gira alrededor mío.

Era cierto que el castaño de ojos bicolor tenía problemas aparte, pero Lillian quería responsabilizar de todo a Mike, cosa que no le salió.

Aunque su plan inicial no fue como esperaba, tendría que poner más empeño al siguiente.

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora