60 - Lazy morning

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Un beso en una mañana perezosa, antes siquiera de haber abierto los ojos.

En vista de sus horarios, que se despierten los cuatro juntos es... raro. Bastante raro, de hecho, pero se ve que todo puede ocurrir cuando compartes piso con tus tres atractivos novios.

Entre los cálidos —quizá demasiado; menos mal que es invierno, porque Nie MingJue a veces parece un radiador portátil, y durante el verano no hay quién lo aguante— brazos de sus dos novios, Lan Huan y Jiang Cheng dormitan, todavía perdidos entre sueños de mundos y vidas perdidas lejos de los registros históricos. Nie MingJue ya se está despertando (con su novio más joven acurrucado contra su pecho y la cara escondida en sus pectorales, cosa que siempre resulta una visión encantadora) y Meng Yao en realidad lleva ya cinco minutos levantado, pero se niega a salir de la cama todavía. Fuera hace frío, así que tendrá que ser el abogado, el único que parece no conocer lo que es una sensación térmica baja, el que dé el primer paso fuera de la comodidad de las sábanas de franela y la funda nórdica y acercarle a un pijama o una bata para que se digne a arrastrarse hasta la ducha. Como lo sabe tan bien como que Jiang Cheng se mantendrá ahí, dormido, al menos durante otra hora más y que Lan Huan ya debería estar poniéndose el chándal para salir a correr, pero que hoy se ha quedado traspuesto, esboza una sonrisa adormilada. Después, en vez de hacer lo que Meng Yao espera, que es cumplir con su papel de todas las mañanas, pasa un brazo alrededor de los dos novios que más cerca le quedan —Lan Huan y Jiang Cheng— y los acerca todavía más a su cuerpo. Por inercia, porque está enganchado a Lan Huan, Meng Yao va detrás con algo que parece una queja, pero que en realidad suena bastante permisiva. 

Si sus manos se entrelazan por encima de los cuerpos de Lan Huan y Jiang Cheng, es tan solo una curiosa coincidencia. 

Lo que no es una coincidencia, sin duda alguna es cuando, apretando los dedos contrarios, Meng Yao y Nie MingJue comienzan a besar simultáneamente las partes que tienen más a mano de sus dos novios. En el caso del abogado, es la frente de Jiang Cheng, su pelo, que todavía huele a champú, y sus sienes, hasta que se revuelve y empieza a murmurar algo incoherente. En el caso de Meng Yao, que le está haciendo la cucharita a su otro novio, es la nuca al descubierto por en ancho cuello de la camiseta. Son los brazos, los definidos músculos que los curvan como un valle ondulado, y son las cervicales, tan blancas como el resto de su cuerpo. Lan Huan se estremece y se da la vuelta. Su espalda queda contra la de Jiang Cheng, que se queja en sueños por dejar de ser abrazado, pero Nie MingJue soluciona eso con presteza. Meng Yao, con las ventajas de las que uno goza al estar despierto, se abraza sonriente a Lan Huan con brazos y piernas, como si lo atrapase. Su novio todavía no ha abierto los ojos, pero sus párpados tiemblan. Lo hará pronto.

O no, porque acaba de esconder la cabeza en el hueco del cuello de Meng Ya, y eso suele ser señal de que pretende dormir un rato más.

-Pero bueno -ríe el ayudante de doctor entre susurros, porque no desea que su despertar resulte abrupto, aunque sabe que ya le están escuchando. Que le entiendan o no es otra historia. Mira a Nie MingJue, que comparte con él una sonrisa cómplice-. Parece que alguien está dormilón hoy, Da-ge.

-Dos, en realidad. Pero con lo bien que se está aquí, no puedo culparlos.

Meng Yao ahí tiene que estar de acuerdo, porque a él tampoco le apetece salir de la cama. No cuando tiene a sus novios ahí, adorables y encantadores, y todo lo que puede hacer es mirarlos y besarlos. Cosa que, por cierto, se lanza a hacer con Lan Huan, porque cuando se encuentra así, entre sus brazos, es irresistible. 

Ante sus primeros besos —los suaves en la coronilla— Lan Huan apenas reacciona. Solo con un murmullo adormilado, pero ya está. Ni se mueve ni lo intenta. No lo hace hasta que Meng Yao se retuerce un poco para escurrirse por el colchón y que sus caras queden a la misma altura. Entonces parece que dice algo. Algo incomprensible, porque ni siquiera mueve los labios y todavía no ha recuperado el habla humana, pero menos es nada. Es como el rumor de un río, uno lleno de confort, encantado por estar allí, y la respuesta de Meng Yao resulta llenar sus mejillas de besos. Lan Huan no abre los ojos, pero sonríe en su duermevela particular, como si esos besos fuesen parte de alguna ensoñación pseudo consciente. Coinciden bastante bien con su despertar ficticio en una cama de sábanas de seda dentro de un palacio de ensueño. Tampoco levanta los párpados cuando se propone —quién sabe si a propósito o no— responder a los besos de su segundo novio con los suyos propios, así que no acierta a la primera allá dónde desea. O sí, quién sabe. El caso es que comienza a repartir besos perezosos y torpones por sus mejillas mientras dibuja un camino tambaleante en dirección a su boca, porque eso es todo lo que le interesa. Mientras tanto, parece que habla, pero nada de lo que murmura tiene sentido. Y justo cuando Meng Yao está a punto de echarse a reír, sus labios colisionan en un roce profundo, vago pero intenso. Corto también, porque apenas tarda en romperse. Pero no es uno, son mil. Son millones de besos con los que Lan Huan le hace prisionero sin que él pueda resistirse, y con cada uno se va despertando un poco más, hasta que, finalmente, abre los ojos delante de él cuando se separan. Meng Yao le acaricia la mejilla y le besa en la punta de la nariz, encantador. 

-Buenos días, Er-ge.

Los párpados de Lan Huan vuelven a caer, pero sonríe.

-Buenas...

El maestro de música se alarga una última vez para alcanzar su boca, aunque esa "última" se convierte en una renovada lluvia bajo la que Meng Yao se deja llevar. Jiang Cheng gruñe y les roba la mitad de la funda nórdica al tirar de ella hacia sí mismo. Allá a lo lejos, Nie MingJue se levanta de la cama.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora