Amor y muerte

61 5 2
                                    

Debí haber imaginado que era demasiado bonito para ser cierto.
Cuando vi a Judith por primera vez me resultó imposible no sentirme atraído por ella. Al igual que todos los hombres que la conocían me sentí atrapado por su magnetismo. Sus ojos grises, que parecían cambiar de color según su humor, eran decididamente hipnóticos. Pero toda ella era atractiva por igual. Su rostro dulce y exótico, su lisa melena dorada, su cuerpo escultural de piernas interminables...
Aún ahora, antes de morir, estoy mirando sus piernas mientras me da la espalda, su cuerpo cubierto sólo con esa ropa interior sencilla que le queda tan sexy, y sigo sintiendo la atracción. Pero todo es diferente ya. Era demasiado bonito para creerlo.
Nos conocimos hace apenas tres meses. Parece poco tiempo, pero a veces tengo la sensación de que ha sido toda una vida. Fue en la barra de un hotel. Ella había inaugurado una exposición en una de las salas y finalmente se había escabullido de admiradores y periodistas para tomar un trago. Todavía no sé que vio en mí, una persona normal, casi gris, que no destacaba en nada. Quizá ayudara el hecho de no sabía quién era, o mi timidez, que me impedía decirle cuanto me atraía, con encantos obvios y que le habrían recordado mil veces.
A partir de ahí fue como una montaña rusa. Aunque me resultaba imposible comprenderlo ignoraba a todos los hombres con aburrimiento, pero conmigo hablaba más y más cada día. Las horas se nos escapaban escribiéndonos o hablando por teléfono, día y noche. Tenía mucho sentido del humor y una inteligencia que disfrazaba con ingenuidad. Y escribía de forma tan pasional que a veces dudaba si lo estaba viviendo todo de verdad o me había perdido en mis fantasías. Qué iluso!
No tardé en mudarme a su piso. Pasábamos el mayor tiempo posible juntos. Compartirlo todo con ella fue como magia. Nunca había sentido de esa manera y cada día era aún más intenso. Demasiado perfecto. En qué universo todo lo que estaba viviendo podía ser cierto? Tendría que haber sospechado algo pero, hay algo más estúpido que un hombre enamorado?
Aún ahora, sentado en esta silla, desnudo, la observo y me sigo engañando a mí mismo. Lleva mucho tiempo de espaldas, en silencio. Desprende un aura de tristeza y lo único que siento son ganas de ir a abrazarla. Imbécil...!
No sólo estoy atado a la silla. Eso podría pasar por un juego erótico. Pero mirándola es imposible no fijarse en sus manos. Y en cómo sus dedos con su cuidada manicura se han transformado en afiladas garras. Cuando se gira vuelvo a ver su rostro transformado. El iris de sus ojos ha crecido ocultando todo el blanco. El gris ha tomado el tono de nubes de tormenta y las cuencas se han oscurecido haciéndolos parecer más profundos. Sus pómulos se han afinado y sus labios, antes perfectos no alcanzan a cubrir ahora sus afilados colmillos. Cuando se acerca, en medio de mi terror, una parte de mi no puede evitar estar fascinado por esa belleza monstruosa.
−Siento hacerte esto, -me dice− hubiera preferido que terminara de otra manera.
−Por qué yo?
−No lo sé realmente. Supongo que me gustaba cómo me veías. Para ti no era sólo una cara y un cuerpo. Me has hecho sentir viva, reír, disfrutar, emocionarme... me has amado.
−Pero vas a matarme.
−Sí. No tendría que haberlo alargado tanto. Ahora me quedan apenas unas horas de vida. No tengo elección. −se arrodilla frente a mí.
−Por qué no lo hiciste el primer día? Por qué hacerme sufrir?
−La sangre no es mi alimento. No voy a morderte el cuello. Me voy a comer tu corazón.
La sangre se me hiela en las venas mientras un escalofrío me eriza la piel.
−...mi corazón?
−Sí. Todo lo que has sentido por mí está ahí. Eso me da la energía. La emoción de cuando me conociste, la atracción que sientes al mirarme, las historias que imaginas cuando me piensas, tus sentimientos cuando hacemos el amor... todo. Y también la decepción cuando sentías que se iba a terminar, el horror cuando me he transformado, el miedo a morir y por fin el odio. Cuando arranque tu corazón y me veas devorarlo me odiarás como el monstruo que soy.
Y acto seguido acerca la mano a mi pecho y sin una pausa empieza a clavar sus dedos en mi pecho. El dolor es instantáneo e insoportable. Grito mientras mi cuerpo se retuerce intentando escapar de la maldita silla. Noto como los dedos se van hundiendo en la carne y cuando creo que el dolor no puede aumentar más, noto sus dedos alrededor de mi corazón. Ni siquiera tengo la fortuna de perder el sentido y cuando empieza a tirar noto las arterias tensándose y enviando más dolor aún a todo el cuerpo. Sin embargo, con una intensa quemazón, las arterias se desprenden y Judith extrae el corazón de mi pecho todavía palpitante.
Tiene un extraño fulgor negro, fosforescente. Lo contempla con avidez mientras yo miro asombrado el agujero en mi pecho. Apenas hay sangre y el mismo centelleo negro parece conectado al corazón, similar a un tenue rastro de energía. El dolor se vuelve sordo y distante, como si mi cuerpo y mi espíritu se estuvieran alejando. Las ataduras, parecen consumidas y cuelgan ahora flojas.
Levanto la vista y veo como Judith le da un gran mordisco a mi corazón. Gime con placer y sus ojos empiezan a brillar mientras su piel se ilumina. La sangre se desliza hacia su barbilla y empieza a gotear en su pecho.
−Oh cielos. Es delicioso−. Vuelve a gemir mientras da otro mordisco. Su piel resplandece aún más y la vitalidad llena ahora su rostro −Es tan dulce... Por qué sabe así?-. Su mano izquierda levanta mi cara y clava sus ojos en mí. Yo miro aturdido su boca llena de sangre.
−Dímelo−, me apremia, −Qué hace tu corazón diferente? Qué siente?
Miro sus ojos mientras mi mano consigue alcanzar su mejilla. -Mi corazón aún te ama. Mi vida por ti.− y expiro mi último aliento.
Mi cara cae sobre el pecho y empiezo a notar como mi espíritu flota. Veo mi cuerpo atado a la silla y a Judith de rodillas frente a mí. El corazón ha caído al suelo olvidado y ella coge mi cara con las manos. Me sacude, suavemente al principio, y cada vez con más urgencia. Sus labios se mueven gritando palabras que ya no puedo oír. Unas curiosas lágrimas púrpura se deslizan por sus mejillas mientras acerca su frente a la mía sin dejar de mover los labios.
Pero dejo de verla cuando atravieso el techo, y cada vez más alto, más rápido. La ciudad se aleja en segundos y el país. Y cada vez más rápido. Mi espíritu se expande mientras veo alejarse el planeta, el sistema solar, la galaxia...
Luego nada...

FIN

JudithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora