Capítulo 1

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Dinamarca, 1925.

Tenía entre mis manos una pequeña libreta con las iniciales "N. I". La abrí por las últimas páginas y allí estaba, la lista. En ella se encontraban los nombres de la familia real. Una familia que me dio el amor que la mía no me supo dar.

Nicolás : nada.
Alejandra : nada.
Olga : dos impostora.
Tatiana : tres impostoras.
María : una impostora.
Anastasia : dos impostoras.
Alexéi :

Llevaba siete años buscando a los Románov, la familia imperial que desapareció esa fatídica noche de julio de 1918. Varias personas por todo el mundo se habían hecho llamar los últimos Románov, los herederos de todo. Y eso era lo que les importaba, la herencia.
Había ido a reunirme con todos ellos, con los impostores.
Primero fue Olga, es verla supe que no era ella.
Después, Anastasia, la diablilla de la familia. Desmentir a la primera fue fácil, conocía muy bien a Nastaska. Pero la segunda, decía cosas que me hacían dudar de si realmente era mi querida amiga. Finalmente, tras darle muchas vueltas y analizar todo, entendí que ella no era Anastasia.
Con Tatiana fue fácil pero doloroso. Iba bastante convencida de que la primera mujer era la institutriz- como llamábamos a Tatiana- pero fue bastante obvio que no lo era. No perdí las esperanzas cuando fui a reunirme con las otras dos, una más real que otra, pero ambas falsas.
Tener esperanzas y que se marchitaran solo con ver a las supuestas Duquesas era desolador, pero aún así, vería a cada uno de ellos si estaba en mi mano, solo por el amor y aprecio que les tenía a los Románov.
La supuesta María me dio un vuelco al corazón. Al llegar, vi esos platos azules que tenía por ojos en esa chica, y eso me hizo feliz por un momento. Le hable a Mashka sobre nuestros secretos y nuestras tardes de paseos. La joven sólo sonreía, pero cuando le decía que me hablara sobre cualquier cosa de la que habíamos hablado, ella miraba alrededor y decía "Soy María Románova." Sólo recalcaba que ella era la Gran Duquesa una y otra vez. Aún así, no sacaba de mi cabeza sus ojos, los ojos de la dulce María. Pero escribió, escribió delante de mí, y ahí perdí todo tipo de esperanza. No era María, no había ni una mínima similitud en su letra.
La última fue Marga, la chica que supuestamente era Olga. Muchos de los parientes del zar la reconocieron como ella, otros muchos la negaban. Yo la negaba. Sabía cosas, sí, pero esas cosas eran simples que podría saber cualquier fanático de la familia real rusa.
Y ahí se terminó todo, me hice a la idea de que esas personas ya no volverían. No volvería a ver esas caras amables que me acogieron como una más, que aunque era servidora, también era Románova, o así me lo hicieron ver.
No hubo ningún falso Nicolás, tampoco una Alejandra. Nunca nombraron a Alexéi como superviviente y eso me mató. El zarevich murió ese día, no lo asimilaba. No podía creer que mi Alex murió acribillado por los bolcheviques, por mi padre.
Pero todo cambió un día de diciembre, cuando en los periódicos apareció una foto de él y el título "El superviviente de la masacre roja." Caí la taza de té que estaba bebiendo y cogí mi abrigo más cercano. No podía creer que hubiera una posibilidad de que él estuviera vivo. Él, Alexéi Románov. Entonces moví cielo y tierra para contactar con el psiquiatra que lo cuidaba, lo habían encontrado en mitad de la calle y las únicas palabras que decía eran "mi familia, mi familia." Luego, le dijeron que quien era, su respuestas los impactó. El zarevich. Y no volvió a hablar.
Ahora me encontraba viendo la libreta donde tenía apuntado sus nombres. Todos tenían algo escrito, todos menos él. Por eso me encontraba allí, para saber si podría ser feliz o volvería a casa con el corazón más destrozado de lo que lo tenía.

-Señorita Ivanova. - dijo un señor de unos 40 años aproximadamente.

Cerré la libreta y me levanté.

-Sí, esa soy yo. - respondí.

-Pase, por favor.

Asentí y me guió hacia una habitación pequeña y blanca, sin apenas decoración, con una cama antigua que tenía encima un cuadro santo y, al lado, un mueble bastante roto. En la cama había un chico, el supuesto Alexéi.

ENTRE DOS BANDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora