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Lētālis

Cuando las alegrías de vivir solo te dejan frío.
Congelado por el fallido desastre que tú mismo hiciste.
Bueno, aquí está el consuelo que cambiará tu mente y tu corazón.
Esto te hará amar otra vez.

Jueves, 10:00 pm
Hannibal caminaba con paso firme y una vez, frente a la puerta; tocó el timbre.
No tardaron en abrir, era el propio Francis Gautier quien lo recibió.
-Doctor Lecter, no esperaba verlo aquí. Se le ofrece algo- saludó el ministro de justicia y mantuvo una mirada desconfiada.
Hannibal sonrió de forma afable y contestó.
-No se preocupe, señor Gautier. Vine porque la investigación lo amerita.
-Mycroft lo envió- preguntó Francis
-Así es, el señor Holmes me pidió que fuese yo quien le hiciera algunas preguntas, sabe que el tema es delicado para usted- dijo Hannibal con una persuación impresionante.
-Ya veo- exclamó el ministro y con una actitud más relajada, dejo que Hannibal entrara al recibidor.

Pero el ministro no había dado ni un solo paso, cuando Hannibal lo atacó por la espalda. Un fuerte golpe contra el marco de la puerta fue todo lo que Francis Gautier pudo sentir y después, lo inundó la inconsciencia.

10:30 pm
-Doctor Lecter, qué hace aquí- preguntó Edward
-El señor Holmes considera que...
-Por mí, Mycroft puede joder cuanto quiera, no pienso disculparme- interrumpió el ministro
Hannibal creyó que no podía tener mejor suerte. Su cerdo de matadero estaba completamente ebrio.

-Seguro quiere que me disculpe con su mujer y eso jamás...- decía Edward y con pasos tambaleantes caminó rumbo a la sala. Hannibal tomó eso como una invitación para que entrará y lo siguió.

-Esa mujer siempre fue de lo peor y de verdad, me alegra todo lo que le paso.
-Considero que no debería hablar de la señorita Hudson de esa forma- acotó Hannibal ofendido
-Usted no la conoce, bueno al menos no como yo. Pero dígame, qué siente tratar con locos...
Hannibal sabía muy bien controlar sus emociones y no expreso ninguna molestia, al contrario permaneció sereno y en silencio.
Edward lo observó, de inmediato comenzó a reír, y exclamó.
-Quizá no me entendió, le pregunté acerca de Clara Hudson y del agente Graham, todos en el departamento dicen que están locos de remate, es verdad.
-La locura es parte de la naturaleza humana y le aseguró que nadie de nosotros está lo suficiente cuerdo. Además, no tengo permitido hablar de mis pacientes- aseguró Hannibal
-Es usted un doctor muy correcto y mantiene una reputación intachable- se burló él y pronto se levantó para ir por un whisky. En realidad, no llegó a servirse nada, pues de pronto sintió un leve pinchazo en la nuca.
Hannibal le había inyectado un sedante y
Edward cayó inconsciente al suelo.

Pall Mall, 11:30 pm
-Veo que ya ha despertado, señor Halton- exclamó una voz en medio de la oscuridad.
Al escucharlo, Edward abrió completamente los ojos y asustado intentó levantarse, pero se dio cuenta de que estaba amordazado y atado en una mesa. De inmediato, comenzó a gritar, pero de su boca solo salieron balbuceos e incoherencias.
-No creo que nadie pueda escucharlo-exclamó Hannibal que camino unos pasos al frente y su rostro frío y despiadado se vio iluminado por la débil luz del ático.
Edward al verlo, hizo un gesto de terror, no entendía lo que estaba pasando.

-Sabe, usted ha sido muy grosero con Clara y con Will, así que debemos remediar aquello- exclamó Hannibal y después, con un paso elegante camino hacia una mesa. Ahí, había acomodado el instrumental que trajo a Londres. Pronto, se decidió por unas pinzas y regreso.

La desesperación se apoderó de Edward y comenzó a luchar con fuerza para liberarse de sus ataduras. Pero Hannibal no perdió la calma, al contrario se acercó hasta él y con una mano ejerció presión sobre su barbilla y de un solo movimiento le rompió la mandíbula. Después, sin ningún tipo de piedad, le arrancó la lengua.

Mi amigo secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora