Cuando Okkotsu Yuta se transfirió a la preparatoria Jujutsu en su último año, Inumaki Toge ya tenía esta mala reputación de la cual todos murmuraban. La escuchó por primera vez en la ceremonia de bienvenida, luego entre los pupitres del fondo del salón, a veces en el casillero vecino y a menudo en el baño mientras se lavaba las manos. Era curioso cómo había escuchado un montón de distintos rumores sobre alguien a quien nunca le había escuchado decir una sola palabra, incluso siendo de la misma clase.
Pero, a decir verdad, todas esas cosas que había escuchado le parecían simples prejuicios y debía admitir que le molestaba muchísimo, claro que jamás le diría algo a aquellas personas que chismoseaban sobre Inumaki, prefería no meterse en discusiones que alteraran su paz. Yuta no era alguien popular, pero tampoco era un marginado, simplemente pasaba desapercibido y así le gustaba. Sin embargo, había algo que le atraía a su silencioso compañero, quería saber la verdad detrás de esos rumores.
—¿Inumaki Toge? Es una víbora—le respondió Maki cuando le preguntó sobre el chico—, pero si en serio estás interesado en saber la verdad, ya sea lo que todos dicen o algo que no imaginamos, pues tienes todo mi apoyo... después de todo, no puedo decir que no estoy interesada también. —Maki sonrió con malicia—. Aunque no me arriesgaría tanto como tú, pero a mí me parece que tu interés tiene más de una razón.
Okkotsu evitó la mirada de su mejor amiga mientras luchaba sin éxito por detener el calor que subía por su cuello hasta sus mejillas.
[...]
Toge levantó una ceja cuando un muy nervioso Yuta se le acercó al terminar la última clase del día. Parecía que le quería decir algo, pero no podía encontrar las palabras. Inumaki por su parte también se estaba colocando nervioso, no por su compañero que se encontraba mordiendo el interior de sus labios frente a su pupitre, sino por el resto de sus compañeros que aún se encontraban en el salón, murmurando mientras lanzaban miradas para nada discretas hacia él.
Suspiró disimuladamente detrás de su mascarilla negra, odiaba esta escuela.
Yuta finalmente encontró las palabras, o por lo menos se obligó a crear algunas.
—Inumaki-kun, ¿te gustaría salir conmigo mañana después de clases?
El aludido abrió los ojos en una expresión de sorpresa que jamás había mostrado a sus compañeros desde que llegó en primer año, a su vez que sintió el calor subir por su cuerpo, agradeciendo la mascarilla que ocultaba su ahora colorado rostro. ¿Okkotsu Yuta le estaba invitando a salir? ¿a él de todas las personas en la escuela?
"¿Quién se habría imaginado que a Okkotsu le gustan las serpientes?" No fue para nada sutil, ni siquiera se tomaron la molestia de que no llegara a oídos de Toge. Inmediatamente su expresión se amargó, al mismo tiempo que Yuta parecía darse cuenta de la implicación de sus palabras, lo cual solo lo hacía verse aún más nervioso.
—Uh... ¡no me refería a de esa manera! Como amigos, eso quise decir —dijo mientras agitaba sus manos frenéticamente en el aire.
Inumaki volvió a suspirar, esta vez sin disimulo, las risitas de sus compañeros golpeando contra sus oídos. Miró al pelinegro a los ojos, teniendo que levantar la cabeza gracias a los casi 10 centímetros de diferencia (no es como si los hubiera calculado de antemano).
—No, gracias por la invitación de todas maneras.
Toge trató de ser lo más amable y educado posible, y está seguro de que una persona tan amable y educada como Yuta lo comprendería, pero sintió su ánimo decaer de manera inevitable cuando escuchó a sus compañeros exclamar en su contra. Aun así, aprovechando la conmoción del momento y el hecho de que se veían más concentrados en charlar sobre él, tomó la mano de Yuta, dejando algo en su palma y volviendo a cerrarla en un puño. Caminó fuera del salón deseando poder apagar sus sentimientos, pues por más se dijera que sus compañeros no valían mierda, no podía evitar que doliera un poco.
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the snake face [inuokko]
FanficInumaki Toge era un incomprendido, era de esperarse, siempre llevaba una mascarilla negra y parecía no tener amigos, hablaba solo lo necesario, no mantenía conversaciones triviales con sus compañeros. Sabiendo esto, no era difícil imaginar el estigm...