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Las 08:00 am. Las putas ocho de la mañana. Luke odiaba esa hora. Odiaba madrugar tanto todas las mañanas, odiaba la rutina, el tener que hacerlo todo con el tiempo justo para llegar a clase a tiempo. Lo único que le consolaba es que, al menos, le gustaba lo que estaba estudiando.

Luke entró al baño y, evitando mirar su reflejo en el espejo, se quitó los pantalones que usaba de pijama y se metió en la ducha, sin siquiera preocuparse por la temperatura del agua. Mientras se enjabonaba, pensaba en todo aquello que iba a sentir durante el día, preparándose para afrontarlo con la mayor indiferencia posible.

Luke se odiaba. Odiaba su cuerpo, odiaba su pelo, su persona en sí, y eso convertía su vida en un pequeño infierno.

Él nunca había sido una persona muy risueña, o sonriente. Es más, siempre había tenido esta clase de problemas de autoestima; en parte porque nunca se había sentido verdaderamente querido, en parte porque nunca había encontrado algo por lo que quererse a sí mismo. Siempre fue un niño tímido, introvertido, y nunca tuvo demasiados amigos. Tuvo un par de buenos amigos, que le apoyaron, sí, pero todo cambió cuando decidió salir del armario. Porque si hay un momento en el que todo se fue a la mierda fue ese, el preciso día en que decidió ser honesto consigo y con la gente que le rodeaba. Desde ese momento, Luke se quedó sólo, con su madre como única amiga y confidente.

De aquel incidente habían pasado ya tres años, y Luke pensaba (o quería pensar) que lo había superado. Hoy, con 18 años de edad, Luke era un joven universitario, solitario y medio-deprimido, pero resignado con lo que tenía.

Cuando salió del baño, se vistió con lo primero que encontró, que resultó ser una camiseta desgastada de uno de sus grupos favoritos y unos skinny jeans, tan ajustados, que quitaban el aliento. Acto seguido, se comió una tostada y se bebió un café que le ayudó a terminar de despertarse y salió de su habitación de la residencia universitaria donde vivía, en dirección a la parada de metro más cercana.

Por suerte para Luke, este medio de transporte era rápido, y podía llevarle en un santiamén al campus. Ya sentado en el vagón puso su reproductor de música en marcha, y empezó a concentrarse en lo que sonaba, quedando cada vez más alejado del mundo. A Luke le gustaba fijarse en la pintoresca gente del metro, siempre desde el punto seguro y aislado de su música.

Bajó la mirada y rebuscó en su mochila su horario, viendo que a primera hora le tocaba "Literatura Inglesa 1". Oh, Luke amaba esa asignatura, era sin duda una de sus favoritas, y deseaba no llegar tarde, así que decidió darse prisa al bajar del vagón del metro.

Así pues, Luke salió de la boca de metro, caminó hacia su aulario de la universidad y entró su a clase medio canturreando y con sus auriculares puestos, ajeno a toda la realidad que lo rodeaba, sin ver el grupo de chicos que estaba hablando con el profesor en ese mismo momento, y, desde luego, ajeno a todo lo que iba a pasar ese día, sin esperarse que, de un momento a otro, su vida estuviera a punto de cambiar.



Bueno chicos, somos Mer y Óscar (aka Meros) y estamos de vuelta. Empezamos con la idea de este fanfic hace unas semanas, pero por fin publicamos el primer capítulo. Esperamos que os guste, porque le hemos dedicado mucho esfuerzo.

Estamos, por supuesto, abiertos a sugerencias y preguntas, al igual que nos gustaría que comentarais y votarais si el fanfic os gusta.

Y bueeeeeeh, poco más. Disfrutadlo mucho, de verdad.

Meros :)


I'm a ruinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora