Mi caso, no es particular, compartida es mi sensación con cientos de mis iguales cuyas infancias fueron la primera discordia de las primeras figuras; Mi infancia, no fue más que el comienzo de la rebelión que años más tarde, llevaría a cabo tras perderme en lo que llamaban el mal. Encerrada en el manto de la religión, no hizo más que llevarme a la ebriedad, convirtiéndome en alguien de alma negra como me solían llamar ahí dentro, y, por otro lado, también era tachada de cisne cuando se tenía que bailar, llorando, rogando piedad en las noches, bajo la luna.
Cisne negro, alma negra, oscura y fría noche yo daba, yo era.
Mi locura no hizo otra cosa que despejar mi ser, mi real ser que se deleitaba con el llanto ajeno, con el estremecimiento de un tacto incómodo por la otra parte, las palabras de clemencia entre gritos que desgarraban la pared y que hacían que mi interior se retorciera de un sentimiento que era poco conocido en mí, que era excitante, que me encantaba. Jugué con el cuchillo en mano, y mi mano sintió poder al ver como su piel se movía. El morbo de sus muñecas amarradas en la cabecera de la cama sucia, me consumía más que nada en el mundo, las sábanas manchadas me provocaban placer y pronto mi desesperación de niña desapareció al tragar la idea de la realidad que tanto había pedido entre rezos. Era real, la tenía frente mío retorciéndose, escuchando su desesperación envueltos en gritos que nunca los dejó solos sin aquellas lágrimas en sus ojos abiertos, asustados, con sus cejas contrariadas, observando tenebrosa como el filo bajaba en su piel dejando sobre su pobre pecho desnudo un hilo rojo y terminé por colocar mi mirada, sobre aquella montaña que me causaba tanta curiosidad, tanto provocaba en mí aquello que terminé por tocar con la boquilla de una botella; la metí, la saqué en sordos oídos ante lo desesperación de aquella. Miré sus ojos rotos, destruidos por lo que estaba cometiendo con su cuerpo, pero sólo logró que mi sed nunca saciara. Desgarré su piel con el filo de mi cuchillo, con fuerza, con ansia, presenciando el grito más desgarrador del que había presenciado hasta el momento, vi su pecho de manera rápida como se agitaba, vi sus labios abiertos buscando aire entre la tela que le había colocado. Por último, la degollé bruscamente de la garganta en un segundo, con la sangre brotando, salpicando ligeramente sobre mi rostro, que, con mis dedos, llevé aquellas gotas a la punta de mi lengua saboreando lo metálico mientras que tenía frente mío como se desvanecía en el dolor, y, ante su fallecimiento, vino mi despertar. Mi ansiedad controlaba mi mente, mi cuerpo estaba nervioso por el temor de ojos ajenos que me encontraran en el cuarto de aquella. Mi mirada cayó sobre mis manos observando como estaban tintas en un tono rojizo, y como la ropa de dormir tenía manchas oscuras, rojas que combinaban y que me delataban.
Quería llorar. Me faltaba aire. "¿Qué había hecho?" Me cuestionaba.
Los minutos se sintieron horas. Mi mente hablaba sola, gritando: Era yo. Admiré la escena y era yo acostada, con los ojos abiertos sobre mí.
La había matado.
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Black Swan ➺ Jenlisa +18
Fanfiction❝ Puedes correr de mí y también puedes esconderte, pero, siempre te encontraré. ❞ ⚠ Contenido explicito: Sí no es de tu agradado ahorrate el comentario.