Capítulo 11: El tour de Lerroy

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Tres días. Casi cuatro.

Ese era el tiempo en el que él había causado tantas desgracias. Ni siquiera había durado una semana y había armado grandes temas que podían estar contando en los pasillos y cuartos del hospedaje. Todo ese tiempo que se le había hecho eterno estando encerrado en aquella habitación. Ese corto, pero largo tiempo en el que seguía sin recordar quién era antes de llegar a la aldea, ese tiempo en el que aún las cosas familiares lo atormentaban y ya no podía pensar en paz, se sentía agobiado en aquel pequeño lugar.

Sus recuerdos seguían revueltos, y lo único que seguía por su mente era aquel extraño Rati.

Ya no le importaba encontrarlo tanto, o por lo menos por ahora no, estaba sin ánimos o ganas de continuar con aquella búsqueda. Tenía ganas de insultar a aquel nombre por causarle tantas cosas horribles pero, ¿qué culpa tenía él o ella de todo lo que hizo en su nombre?

Armar escándalo, traicionar, huir, golpear a un pokémon. Sí, nada de eso servía para encontrarlo, pensó.

El Riolu se encontraba acostado en su cama y observaba al techo con una cierta mirada cansada. Estaba agotado, y no, no todo era culpa de haber llorado antes de dormir por sentirse una basura, sino porque ya no se sentía tranquilo durmiendo. Desde los eventos ocurridos en aquel bosque estaba teniendo demasiadas pesadillas, lo peor de todo es que era incapaz de recordarlas una vez despertaba.

Permanecía con la sangre helada cada que abría sus ojos y jadeaba con terror absoluto, su mente le provocaba esos sueños, pero era la misma la cual hacía que el recién de aquello se esfumara. Sin embargo, aún tenía el sentimiento de pavor que recorría por todo su cuerpo.

Esta vez no tenía a Kelly que lo había despertado de su primera pesadilla aquella noche, puesto que la bolita de algodón se había ido hace unas horas junto con Walter. No sabía lo que podrían decirle, pero sea lo que fuere, él no podría decir nada para defenderla, otra vez...

Se agarró con algo de fuerza las orejas no-orejas que tenía, quería desahogarse de alguna manera consigo mismo. Pero agarrarse justamente esas dos cosas había sido mala idea, puesto que segundos después tuvo un dolor punzante en la cabeza, cosa que provocó un chillido de su parte. Le había dolido demasiado, y lo peor es que seguía sin saber porque aquella zona le era tan sensible.

No tenía ganas de nada, ni de leer, ni de caminar, ni siquiera de observar la ventana. Estaba agotado de todo lo que tenía que ver con la enfermería, pero no quería salir, ya que no tenía ganas de arruinarlo otra vez. Pasaban tantas cosas por su cabeza que deseaba que la roca que le reventó la nariz le hubiera golpeado con más fuerza, con algo de suerte le hubiera reventado el cerebro y ya no tendría porqué estar sufriendo por sus pensamientos.

—Alex, pequeño~

Al menos alguien estaba dispuesto a sacarlo de su agujero interminable de autodesprecio.

Mary había entrado mientras canturreaba el nombre de Alex. Ella, a diferencia de él, se le notaba bastante alegre y animada. No sabía qué hacía exactamente ahí, pero no es que estuviera muy ansioso por saber, solo quería quedarse mirando al techo para ver si este le daba alguna respuesta.

Sin embargo, no quería ser grosero con el único pokémon que no lo trataba como un fenómeno, así que únicamente se sentó en la cama y la miró.

—¿Cómo has estado con tus vendas? ¿Las heridas te siguen doliendo?

Y él negó. Hacía un rato que ella había venido para cambiarle las vendas que se encontraban por casi todo su cuerpo. Las vendas le causaban una rara incomodidad, pero ya estaba más acostumbrado a ellas.

El tema de las heridas ya no era algo con lo cual alarmarse; varias de ellas se habían curado luego de aquella noche, pero las más grandes continuaban ahí, causandole molestias. Por lo menos, y por lo que escucho de la mayor, él era el que más heridas había tenido si no se contaba a Lerroy. Por lo menos Kelly solo había sufrido de su propio golpe y no por esos pokémon.

Pokémon Mundo Misterioso: Luces de la sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora