Hasta siempre, Agente M...

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Era una noche como cualquiera, Gabby había terminado de irse de juerga, y ahora solo quedaban esos borrachos que se quedaban en la barra tomando, esperando un amanecer para irse a casa lo más tarde posible. Mientras tomaba su quinto o sexto trago de la noche, en ese antro entró una rubia, con una trenza bastante ancha y larga, ojos rojos, delgada, vestida con una camisa blanca, unos jeans negros y unas zapatillas Converse blancas algo sucias.

- No te ves muy bien, Gabby.

- Ari, eres tú. Estaba esperando a ver cuando ibas a aparecer, al fin.

- ¿Tomando en honor a MiMi?

- No te importa.

- Pues sí. Pasamos muchas misiones juntas, ¿por qué no me llamaste?

- ¿Y llevar a la hidromante al desierto? Era casi tan desquiciado como que yo hubiera ido.

- Podría haber ayudado.

- ¿A qué? ¿Regar la arena?

- Sabes que puedo hacer más que eso...

- Cierto, también podrías habernos mantenido hidratadas.

- Otra ronda, por favor. – la rubia se dirige al cantinero.

- No hace falta, Ari, ya me iba.

- Que sea para llevar, entonces.

El cantinero sirve los tragos en vasos de plástico, y Arami, la rubia, los lleva, mientras Gabby se dirige a la salida

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El cantinero sirve los tragos en vasos de plástico, y Arami, la rubia, los lleva, mientras Gabby se dirige a la salida.

- Hay algo que he querido mostrarte, pero estás tan ocupada sintiendo pena por ti misma que no eres capaz ni de clavarme el visto.

- ¿Tiene que ser ahora? Capaz en un rato tenga suerte.

- La verdad, no. Mejor mañana cuando estés menos ebria.

- Vale, ¿en lo mío o en lo tuyo?

- Yo te paso a buscar.

Arami le da dos besos a Gabby, le choca la bebida, y se va. Gabby, sin saber que hacer ahora, ya que se siente bastante sobria, se va a casa, algo mosqueada.

La mañana siguiente, alguien toca la puerta. La habitación que antes era como un jardín botánico, toda florecida, con enredaderas por las paredes repletas de flores coloridas, además de macetas con distintas plantas, ahora es completamente distinta: solo se pueden ver enredaderas con ramas gruesas y secas, llenas de espinas, y las únicas flores que se ven son rosas negras. Gabby abre la puerta, y ve a la misma rubia con dos cafés, y dos botellas de agua.

- Buen día. – le dice la rubia.

- Vaya que eres pesada, tía.

- Es importante. Sabes que yo también quería mucho a MiMi.

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