Loca Pero Feliz

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Luego de cinco semanas de ajetreo al fin puedo decir con toda certeza que he terminado con todo y con esa etapa. No queda nada de esa Robin, murió definitivamente la pesimista, la víctima, la irresponsable e inmadura Robin. Todos los días se aprende, se avanza y se crece, hay que agradecer cada momento porque al final eso es la vida, solo son momentos.

Uno de esos momentos llegó a mí en forma de recuerdo. Fui a mi habitación, mi madre había acomodado, por petición mía, todas los papeles que traje del sanatorio en una maleta pequeña en el fondo de mi armario. Al abrirla apareció el dibujo de Bonney que miré con cariño y el sobre que me entregó Zoro. El plazo se había cumplido, tenía todo en orden así que cumplí con el trato. En un par de días empezaba mis estudios en diseño de vestuario. Tenía nueva casa porque gané la demanda de divorcio por adulterio más que comprobado. Tuve un buen abogado. Supe después que ese par no estaba muy bien, que ya no se divertían tanto ahora que había nacido el fruto de su amor. No me alegré ni nada, de hecho ni me importa, me era totalmente indiferente su situación. Solo me importaba, en ese momento, abrir el sobre que me había entregado el peliverde.

Había una foto en la que aparecía yo llena de vendajes, amurrada en un rincón del patio y con cara de asco. Me reí porque en realidad mi madre tenía razón, me veía como la mierda. Luego había otra foto, era yo en el jardín, al parecer, mi psicólogo estaba más loco que yo, la foto había sido tomada por él, lo delataba el reflejo del vidrio de su consulta. Había más fotos de mí recortando, pintando, bailando y una foto junto a mi mamá en el auto el día que me fui. Esta última foto era la única que venía escrita atrás, con su particular letra, Zoro anotó una fecha, una dirección y un número telefónico.

Busqué en mi celular la ubicación, arrojó como resultado un restaurante muy elegante ubicado en la mejor zona de la cuidad, miré el número y lo marqué.

— Buen día, Baratie Restaurant, ¿en que puedo ayudar? — no supe qué decir, repitieron el saludo y esperaron en silencio, reaccioné a tiempo antes de que me colgaran y pregunté.

— Buenos días quisiera verificar si existe alguna reserva a mi nombre

— Claro, con gusto le ayudo, indique fecha probable y nombre por favor — le di los datos y esperé — Hay una reserva para ese día y para ese nombre ¿quiere confirmar o anular la reserva? — le indiqué que dejara todo tal cual y le di las gracias finalizando la llamada.

Faltaba una semana para cumplir con el plazo en la tarjeta. Quizá todo estaba fríamente calculado. Es como si él supiera o hubiera sospechado lo que tardaría en volver a mi normalidad así que me dispuse a buscar algo medianamente decente que ponerme entre mi guardarropa que no tiene nada espectacular, tampoco es que vaya a una gala, pensé.

El día antes de la reserva sonó mi celular, era él.

— ¿Cómo está mi paciente favorita? Hace tiempo no hablamos— sonreí y entorné los ojos, seguro le dice eso a todas.

— Así es, eres un ingrato, pudiste llamar antes. Estoy muy bien ¿y tu? ¿Qué cuentas?

— Estoy nervioso, tengo una cita mañana ¿crees que me irá bien?

— Mmm... Eso depende — contesté entrando a su juego.

— ¿De qué depende?

— De cuales sean tus intenciones con esa cita

— Bueno, la primera intención siempre es pasar un momento agradable, junto a una buena compañía

— Ya veo, no creo que te vaya mal ¿y para eso me llamas? ¿para alardear de que tienes una cita?

— No, la verdad llamaba para confirmar tu asistencia pero quería hacerme el lindo y no me resultó — me reí con ganas — Adoro tu risa, Robin ¿A qué hora paso por ti? — me encantó su seguridad, tomando en cuenta la hora de reserva respondí.

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