CINCO

6 0 0
                                    

 Llegamos al bar pasadas las doce de la noche, el ambiente estaba animado, las personas ya hablaban alto y se escuchaban risas por todos lados, el mesero nos condujo a nuestra mesa y de inmediato pedimos vino, chupitos y nos dejamos la carta de tragos para elegir si nos apetecía después. Observé detenidamente todo el bar, no había nadie conocido, tampoco vi a nadie con cara de periodista.

—Nadie a la vista —dijo Angust con tristeza.

—Me está dando comezón la braga —dijo Raquel. Una de las amigas de Lisa que yo ni conocía hasta ese día, de hecho, solo conocía a Angust, pero se me daba bien socializar, y todas querían salir con Eva, la rica heredera.

—Quítatela —le sugerí.

Todas comenzaron a reír con tal escándalo que nuestra mesa atrajo la mirada de muchos, yo aproveche para cruzar las piernas, el vestido que me había dado Angust era largo, pero tenía una abertura que me llegaba a la mitad de los muslos y sentada se veía aún más.

—¡Coqueta! —me recriminó Angust.

—Si tuvieras mis piernas también lo harías, envidioso.

Angust levantó su copa, sacó una cereza, la paso por sus labios mojándolos y luego se la comió lentamente.

—Yo también sé seducir —dijo guiñándome el ojo.

—Eva, hay un hombre que te observa con disimulo, te ha mirado tres veces desde que llegamos.

Me encantaba encontrar hombres que me admiraran, era muy vanidosa y tenía el ego de una diosa, pero ya había observado el bar y no había nadie interesante, así que no me emocioné.

—Tranquila, Eva, observaré yo primero quién es y luego te digo si te conviene cazarlo por esta noche.

Bulgari plateado, zapatos Louis Vuitton, jersey gris de cachemira, ¡mmm! ¿será gay?

Me mantuve en silencio mientras Angust me daba la descripción, esperando saber algo de su aspecto más que de lo que llevaba puesto.

—Debe de ser un huésped del hotel, está buscando a alguien para llevársela a su suite.

—Propongo que lo tiremos a la suerte, la que gane se va con él —dijo Raquel emocionada.

La curiosidad me mataba, necesitaba a un hombre en esos momentos, alguien que me arrancará el vestido amarillo de tirantes y me estrujara con fuerza en sus brazos. Las mejillas empezaron a arderme, me giré para ver a Angust en busca de alguna señal de aprobación, y al ver la chispa en su mirada, desvié mi mirada hacia la dirección en la que estaban mirando todas y lo vi. Sin decir más me levanté, escuché una exclamación de sorpresa de todas menos de Angust, él sabía cómo era, no iba perder la oportunidad por la suerte, que las amigas de Lisa buscarán quien les quitara la calentura o que aprendieran de mí y se lanzaran sin pensar tanto.

Así que caminé lentamente. El hombre era moreno, no negro, pero con la piel oscura como para tentarme, sus ojos penetrantes me miraban fijamente, estaba en la barra con un trago en sus manos. Él me miró embobado, esa era lo que quería provocar en ese hombre misterioso de labios gruesos, hombros anchos, pero él me miraba con deseo, en sus ojos había una señal de triunfo, ya le demostraría yo que esa noche se había ganado la lotería.

—¿Quieres beber algo? —me preguntó con voz ronca.

—No quiero un trago, no quiero conocer tu nombre, mucho menos tu apellido, solo quiero que me lleves a tu habitación, me arranques este vestido y me folles lo que queda de la noche —le susurré al oído.

Eva no mordió la manzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora