SIETE

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 Mi abuelo llegó justo a tiempo, iba en un coche de su colección privada junto a la novia, yo iba en otro, junto a mi tía, y el resto de las damas repartidas en dos limusinas junto con las niñas de las flores. Los organizadores, junto a Angust, quien se había mezclado sin ningún prejuicio, iban en una pequeña furgoneta, pues ellos tenían que llegar antes que toda la caravana por lo que fue la primera que partió hacia la iglesia.

Al llegar a la iglesia, todo era una confusión. Aparecimos con el tiempo justo de organizar el desfile, le di un beso a Lisa, quien estaba nerviosa, y alguien me tomó del brazo, indicándome que era hora de entrar. Avancé despacio, tratando todo el tiempo de no olvidar cada detalle. Miraba rígida hacia enfrente, no debía mirar hacia los lados, pero, de reojo, vi a mi padre en la primera banca junto a mi tía y otra mujer desconocida, subí los tres peldaños y me coloqué a la izquierda, justo un peldaño abajo en donde estaría Lisa. Apreté fuertemente mi pequeño ramo de rosas blancas, y miré hacia la entrada, sin dar del todo la espalda al altar ni a los invitados.

El resto de las damas entraron tal como mi tía había deseado, las niñas dejando los pétalos de rosa, y luego mi prima, que se veía hermosa. Por unos momentos, sentí envidia, sabía lo especial que era para ella y lo mucho que amaba a su futuro esposo, algo que yo no podía aceptar en mi vida, porque no creía en ese amor puro y fiel.

Al llegar al altar, mi abuelo entregó a Lisa y yo miré hacia enfrente y, al dar el giro, trastabillé un poco; nadie lo notó, pero sí el hombre que estaba al lado de Pablo. El corazón comenzó a latirme fuerte, me aferré aún más al ramo de rosas y el vestido comenzó a causarme escozor por todo el cuerpo. El padrino de Pablo era el hombre misterioso de mi noche de pasión. Miré de reojo al resto de las damas, al parecer no se habían percatado de la identidad del hombre al que todas habíamos deseado la noche anterior.

La ceremonia terminó sin escuchar ni media palabra, como un autómata hice todos los deberes protocolarios, pero estaba ausente, en mi mente estaba en la noche anterior, en la cama de Leonard. Ahora tenía nombre, yo había sido la razón para que él no asistiera a la despedida de soltero de su amigo, aunque recordaba perfectamente que yo había querido irme y él me había detenido.

Salimos de la iglesia, las damas empezaron a aparecer con sus caballeros, yo sería la última en salir junto al padrino, así que cuando fue nuestro turno, él me tomó la mano, ante mi sorpresa y la de mi tía. No era la forma de salir, pero ya que él no había practicado, mi tía sabría perdonarlo. La mano me ardía, él me volteó a ver, pero yo miraba fijamente hacia enfrente, al salir de la iglesia, me solté de inmediato. Busqué a Angust con la mirada, pero él estaba viéndome asombrado, le supliqué que se acercará con mí mirada, pero en sus ojos pude ver un «arréglatelas como puedas»

—Así que era cierto.

—¿Qué cosa? —pregunté intentando sonar serena.

—Tu nombre: Eva.

—Sí, yo soy Eva

—Pablo me ha hablado mucho de ti y de tus extravagancias.

—Soy famosa dentro del grupo en que me desenvuelvo —dije enfática.

—Te diré que casi no te reconozco con ese vestido —dijo en tono de burla.

—No es mi estilo, por Lisa me pondría cualquier cosa.

—Te ves bien, pero ayer estabas maravillosa.

—Lo sé. Y tú, para ser inglés, hablas muy bien el castellano.

—Lo sé —me respondió.

Eva no mordió la manzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora