El Callejón

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"Una persona qué se siente culpable, sé convierte en su propio verdugo"
Lucio Anneo Séneca

El oscuro callejón era tan largo como tenebroso, pequeñas luces de farolas iluminaban débilmente en cada esquina donde las perpendiculares calles se cruzaban con el solitario camino. Gabriela tantas otras veces lo habría recorrido sin prestar demasiada atención en las viejas casas que se situaban en las orillas del mismo, pero ahora era inevitable no escudriñar cada rincón, cada esquina, cada sombra que se topaba. Cinco días atrás en ese mismo lugar, había sido emboscada y asesinada una joven de casi su misma edad, a decir verdad, sólo se llevaban un año de diferencia.

Sobre su cabeza, una lámpara parpadeante prometía no volver a encenderse provocándole un amargo sabor en la boca mientras ella pasaba debajo. Un aura tenebrosa se levantaba a cada paso de Gabriela mientras respiraba pesadamente y la sangre le palpitaba en las sienes. Estuvo a punto de salírsele el corazón cuando enfrente de ella un gato extrañamente grande de color negro aterrizaba en medio del camino justo después de saltar desde el tejado de alguna vieja casa. Gabriela se detenía súbitamente con la mano dentro de su bolso apretando fuertemente una áspera empuñadura de plástico negro mientras el felino tranquilamente volteaba a verla con sus grandes ojos amarillos y después de unos segundos se marchaba caminando elegantemente como suelen hacerlo los gatos,

(Alguien viene siguiendote)

de pronto surgió en su mente tan desagradable pensamiento.

Comenzó apresurar el paso cuando miro de reojo en una de las calles perpendiculares una sombra atravesar de un lado a otro de la acera. Camino un poco más a prisa al escuchar pasos. Apretando fuertemente los dientes, el miedo comenzó poco a poco a controlarla y su respiración comenzó a ser tozca y acelerada. Sentía ganas de llorar sin saber exactamente el motivo por el cual quería hacerlo. Tropezó ligeramente con una lata de cerveza vacía que al moverse por el suelo provocó un ruido que extrañamente parecía mucho más fuerte de lo que en realidad había sido.

(Detrás de ti)

Volteo rápidamente pero no había nadie detrás de ella. Continuó caminando apretando cada vez más contra su cuerpo la bolsa que llevaba.

(Detrás de ti, viene detrás de ti)

Se detuvo y volteó nuevamente y esbozó una pequeña sonrisa tonta al mirar que no había nadie.

—Creo que estoy volviéndome loca— habló para sí misma en voz alta.

(Es solo mi imaginación) pensó.

(No, no lo es) su mente le contestó.

Difícilmente trago saliva y se dispuso a continuar su camino, al girar hacia enfrente para seguir avanzando la figura de un hombre de pie frente a ella se vislumbró. Un gemido subió por su garganta y se ahogó en su boca. En su mano derecha una extraña calidez comenzó a escurrir hasta su muñeca mientras los ojos vidriosos de aquella figura se clavaban en los grandes y redondos de ella. Unas grandes lágrimas escurrieron de los ojos del hombre y repentinamente tosió una poca de sangre al rostro de Gabriela, luego le escurrió mucha más por las comisuras de la boca. Gabriela totalmente paralizada miraba apagarse el brillo de los ojos en aquella desconocida cara, un segundo después, el extraño cayó pesadamente hacia el suelo zafándose de su cuerpo la afilada hoja del cuchillo que le había atravesado el pecho y que Gabriela sostenía firmemente en su mano.

Tendido en el mohoso y viejo camino, mirando hacia arriba, hacia la delicada y bien formada silueta de Gabriela, el hombre intentó hablar tratando de pedir ayuda pero las palabras solo se le formaban en su mente moribunda y de su boca lo único que lograba escucharse eran balbuceos burbujeantes al combinarse con la sangre que brotaba de ella. Sin más, de un momento a otro el cuerpo del hombre dejó de moverse y de hacer ruido, había muerto.

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