CAPÍTULO 13

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La gravilla cruje bajo las deportivas haciendo demasiado ruido, aprieto los dientes y cierro los puños corriendo todo lo rápido que me permiten las piernas. Los árboles pasan a mis lados amenazándome con sus largas y retorcidas ramas pero no me detengo, sigo moviéndome de manera bastante torpe. No soy consciente del tiempo que transcurre mientras corro, y en algún momento del camino he perdido las gafas y ahora veo las cosas algo difuminadas, lo que dificulta mis pasos a medida que avanzo.

No sé cuando empiezo a escuchar las risas y los gritos. Me están siguiendo.

-¡Te vamos a coger!- Canturrea gritando la voz de Óscar a mis espaldas.

Mierda, ¿tan poco corro?

Respiro con dificultad y los pulmones me arden en la caja torácica y creo que me van a estallar en cualquier momento. Jadeo cada vez más alto sin poder reprimirme. Cuento hasta tres y me lanzo hacia los matorrales que tengo a la izquierda, me raspo las rodillas y aprieto los dientes al sentir el crujido de las ramas bajo mi peso. Me arrastro justo debajo del seto más tupido que encuentro y me encojo tratando de esconderme.

Las pisadas no tardan en llegar y me tapo la boca con una mano para que no me oigan respirar.

-¿Dónde ha ido? No ha podido esfumarse así como así- Susurra Cath dando pasos inseguros hacia donde estoy.

-Tenemos que encontrarla... te habrá oído criticándola.- La voz grave de Alexander me estremece y tengo que reprimir un jadeo.

-Nos oyó querrás decir.- Gruñe ella dando vueltas a mi alrededor (bueno, alrededor del arbusto).

Oigo el aullido de un animal no muy lejos y me tenso automáticamente. No quiero volver a esa casa, pero tampoco quiero morir en el bosque.

-Vamos... quizás haya seguido y no la hemos percibido.

-Deberíamos haber traído a Eli... tal vez ella la habría leído leer la mente y entonces sabríamos donde está.

Niego varias veces con la cabeza sabiendo que no pueden ni verme ni oírme y una lágrima brota cayendo por el lateral de mi cara. Respiro flojo por la nariz sin destaparme la boca, que me sabe salada por el sudor de la mano.

No estoy segura de cuando decido salir de mi escondrijo, pero lo hago, arrastrándome y llenándome de verdín los pantalones del chándal. Cuando me pongo en pie la cabeza me duele de una manera casi insoportable. Gimo y apoyo las manos en las rodillas algo flexionadas echándome hacia delante para coger una buena bocanada de aire. Cuando me siento más o menos bien para continuar caminando me sacudo las hojas del jersey y me recojo el pelo en una larga coleta con la goma que llevo en la muñeca.

-¡Te pille! Óscar...me debes dos postres- Grita Michael a mi espalda.

Me giro sobresaltada y suelto un gruñido exasperado. Ahora caigo en que no les oí cuando Cath y Alexander estaban cerca de mi improvisado escondite. Óscar llega corriendo al cabo de pocos segundos y mira mal al otro. Óscar es algo más alto que yo, pero más bajo que Michael, no distingo el color de sus ojos a la oscuridad, pero cuando le vi antes diría que son verde muy oscuro, el pelo castaño claro, corto y peinado hacia un lado pero bastante alborotado. Muy guapo.

Ocurre muy rápido en menos de un segundo está frente a mi, agarrándome la muñeca y a centímetros de mi cuerpo.

-No vale, la encontraste de casualidad.-Susurra con su cara muy cerca de la mía.

Michael rueda los ojos poniéndolos un momento en blanco y se acerca a mí con una sonrisa en los labios. Frunzo el ceño y me aparto en un ágil movimiento. Entonces delante de mí aparece Meggie chillando como una histérica, me aproximo a ella aterrada de repente. Es entonces cuando veo como tres balas seguidas le atraviesan el pecho. Chillo a pleno pulmón abalanzándome sobre ella para cogerla antes de que caiga. Observo su cuerpo rígido y sus ojos abiertos como platos, pero es tarde. Está muerta.

Escape al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora