Prólogo

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El ensordecedor sonido logro que mis oídos dolieran, me moleste al notar que el volumen de mi computadora se encontraba al máximo, mi hermano sin duda la había utilizado sin pedírmela, de nuevo. Mi molestia solamente duro uno segundos, el video que seguía reproduciéndose logro captar mi atención como siempre lo hacía, los movimientos, el rechinido que se producía por los zapatos deportivos contra la duela de madera, el ir y venir del colorido balón. Los momentos de tensión por no decir cardiacos que ocasionaba el ver como doce personas hacían todo lo posible para que ese pequeño balón no tocara el suelo.

Todo eso, lo sabía de memoria.

Las expresiones faciales de cada jugador.

Los pequeños rituales antes de cada jugada.

Cuantos puntos había logrado cada equipo en cada uno de los tres sets.

Nada de eso era nuevo, todo era igual pero sobre todo, la sonrisa en mis labios, la emoción y los latidos acelerados de mi corazón cada vez que esa melena rubia era enfocada por la cámara, todo mi cuerpo se estremecía y el dolor en mis mejillas me hacía caer en cuenta que no había dejado de sonreír en ningún momento, aunque siempre sucediera no entendía como mi cuerpo seguía reaccionando a él. A su mirada, su sonrisa y cada saque que realizaba. Ver la concentración apoderarse de sus facciones por escasos momentos y después desaparecer logrando dejar al descubierto otra de sus facetas, aquel comportamiento infantil que adquiría durante el partido no hacía más que enternecerme e inconscientemente hacerme sonreír aún más, si es que eso era posible, por su felicidad. Moría por conocerlo o tan siquiera verlo personalmente en un partido, aunque sea de lejos, sé que sería lo único que mi pobre corazón podría soportar, de lo contrario me daría un infarto por la emoción.


En ese punto sonara estúpido pero nunca creí que lo conocería, después de todo era una fantasía adolescente por demás descabellada, él un jugador de talla mundial, representante de toda una nación en los Juegos Olímpicos y yo; solo una Estudiante de Preparatoria. Honestamente lo única conexión que teníamos era un insignificante detalle, como lo era el nacer en la misma ciudad. Jamás espere nada de esto. ¿Es posible arrepentirme de algo que había deseado con todo el corazón? Que aquello que anhelabas profundamente se convirtiera en un calvario.

Ese hombre me hizo experimentar un dolor tan profundo que si tuviera que compararlo con algo seria con la peor lesión que sufrí pero ni así se le equiparaba, me hizo llorar en tantas ocasiones y tan seguido que hasta llegue a olvidar el motivo de mi llanto, era algo tan cotidiano que después de unos minutos solo lo dejaba pasar para después decirme a mí misma que no era para tanto. Aun así, me hizo inmensamente feliz, me apoyo, enseño y abrió las puertas a un mundo que no conocía. Fue más que mi primer amor, fue mi guía, mi maestro, mi compañero y cuando lo necesite se convirtió en mi hombro para llorar, mi confidente, él se volvió mi mudo entero. Ese fue el peor error que cometí, no fue su culpa sino mía, por permitirle conocer cada detalle, cada debilidad, hacer que mi mundo girara entorno a él, incluso ahora considero que podría sobrevivir a pesar de haberle dado todo de mí y no recibir nada a cambio. Incluso ahora busco justificarlo, convencerme de que no es una mala persona, que podemos seguir estando juntos, que todo esto que me ha hecho vivir es el precio a pagar para conseguir lo que deseaba. Me he equivocado desde el momento en que lo deje convertirse en mi amante.

Si ahora pudiera volver el tiempo atrás para decirle algo a esa pequeña estudiante solo le diría: "Aléjate, no confíes en los zorros."

Kitsune ni Chikadzukanai | HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora