Fastidio.
No había otra forma de describir lo que el mexicano sentía en ese momento, mientras daba el volantazo de lado para dejar a su compañero pasar y llevarse el primer puesto.
— Gracias por el trabajo de equipo, Checo. Muy buen trabajo.
— Lo hablaremos mas tarde.
Sergio nunca había sido bueno manejando sus emociones, y aunque los años de terapia habían dado efecto, no quería decir que dejara de sentirlas, y ahora en vez de una ira desbordante francamente se le había revuelto el estómago.
Sí, él había firmado para un equipo en que sabía que la prioridad era cierto chico rubio de ojos azules como el mar, donde el auto había sido diseñado para él y desarrollado solo para él. Pero el recuerdo del joven de 20 años con hambre de ser el campeón del mundo y regresar como héroe a tierras aztecas que vivía en su interior no solo dolía si no que se retorcía apretándole el pecho.
— ¡Lo hicimos! — Dijo el holandés al bajar del auto, con el casco puesto y con la visera debajo.
— Claro, felicidades, Max. — Dijo de manera sombría, dejando al chico no solo extrañado, sino solo festejando su victoria.
El podio había repetido la historia, concentrándose en empapar a George de champagne y desairando a su compañero, que esta vez había mantenido su distancia. Max no había necesitado del contenido de la botella para sentir la cubetada de agua fría sobre su cabeza.
Al inicio, estaba temeroso del cambio de compañeros. Él no tenía un carácter fácil, lo sabía, y su padre había ayudado otro tanto a ahuyentar a otros pilotos como Sainz, Ricciardo y hasta Kvyat (aunque esa era mayormente su culpa), pero en cuanto Sergio llegó apareció ese clic instantáneo que no había sentido hacía mucho tiempo.
El frío holandés no estaba preparado para la calidez y confianza del latino, quien en vez de tratarle con pinzas se acercó a él, moviendo su mundo de una forma que no se hubiera imaginado jamás. Las carreras, el equipo y la vida tomó otro sentido. Los podios comenzaron a convertirse en noches de tequila y películas ignoradas compartiendo la misma cama para dormir, mariposas en el estómago y risas en el aire, muy a pesar de su novia quien marchaba a Mónaco molesta al no ser requerida para las noches de triunfo.
Él solo se justificaba, después de todo, no habían hecho nada más, por mucho que a veces apareciera en sus sueños. Checo estaba molesto, y lo entendía, aunque le dolía que lo estuviera cuando él no había presionado para que le ordenaran darle el paso.
Apenas le vio durante las fotos y la entrevista más incómoda de su vida, volviendo al hotel y encontrando a Christian en el pasillo.
— ¿Tú tampoco vas a celebrar? Eres líder del campeonato, ¿Qué haces aquí?
Claro, Horner no dejaría pasar su falta de entusiasmo cuando en Miami había amanecido con una resaca monumental y una botella de algún licor mexicano en su pecho.
— No me gusta la resaca. — Mintió, tomando con desgane su tarjeta de habitación para poder ingresar.
Claro que el hombre no se lo tragó. Conocía a Max desde que era un adolescente hormonal y una trituradora de autos, y podía notar el desasosiego en sus ojos.
— Pidió un vuelo a México, debe estar empacando.
No tuvo que pensar dos veces que hacer con esa información, sin embargo, el no recibir respuesta lo asustó. Todo se había arruinado por algo que él no había pedido, algo que él no había ordenado, pero le habían atajado por unos estúpidos puntos.
Apretó los puños fuertemente, mordiéndose el labio de enojo hasta casi hacerlo sangrar, cuando un toque en su hombro le sacó de el sentimiento reconociendo aquellas cálidas manos.
— ¿Max?
— Yo... pensé que habías regresado a Guadalajara...
— No todavía, necesito el equipaje.
Sergio no lo miraba, lo cual aumentó su tensión.
— ¿Podemos hablar?...
— Claro, tengo unos minutos.
En cuanto entraron a la habitación y estuvieron frente a frente, el enojo y frustración del mexicano se disipó.
Ver aquellos ojos del color del cielo mirándole de forma triste y angustiada, arrepentida e inocente de una forma que estaba seguro que nadie había visto antes fueron su perdición. No podía enojarse con Max, aunque eso ya lo sabía, por eso había evitado su mirada toda la tarde.
No fueron necesarias más palabras, tomó su rostro con ambas manos de forma suave, acariciando sus mejillas sin perder el contacto.
— Lo sé... No estoy molesto contigo... — Dijo antes de dejar un beso en su frente, antes de tomar el equipaje restante y andar hacia el elevador, dejando a Max en la habitación, antes de arrepentirse.

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No puedo enojarme contigo
Fanfiction- Gracias por el trabajo de equipo, Checo. Muy buen trabajo. - Lo hablaremos mas tarde. Sergio nunca había sido bueno manejando sus emociones, y aunque los años de terapia habían dado efecto, no quería decir que dejara de sentirlas, y ahora en vez...