LUNA Y SOMBRAS | ❝ Hay cosas ocultas en las sombras de tu reino, joven rey, que ni siquiera podrías comenzar a adivinar. ❞
Toska es un lugar lleno de sombras, una tierra maldita. Donde vikingos invaden las fronteras y la brujería es una sentenci...
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𝓛𝐔𝐍𝐀 𝐘 𝓢𝐎𝐌𝐁𝐑𝐀𝐒
┗ CAPÍTULO OCHO: La bruja y su peón.
Parte I ┑
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Motka no le creyó. No había nada que creerle, no podía ser nada en absoluto. Y sin embargo, la evidencia se mostraba clara.
El acto cometido por la vikinga lo dejó viendo estrellas, estrellas coloreadas de rojo que teñían el charco sucio de la calle frente a la casa con puerta de madera y el dibujo de la cruz hecha con alquitrán.
El cuerpo de su adversario seguía caliente, pero sus ojos ya no enfocaban, desprovisto del brillo de la vida. Motka no se sintió arrepentido por verlos morir pues la muerte no era ajena a él, sufriendo extorsiones como príncipe heredero y experiencias en el mar, lo habían curtido de forma incuestionable. Además, sentía que se lo merecían por atreverse a siquiera querer matarlo. No. Eso no lo había sorprendido, sino lo que lo había dejado pasmado fue la acción de la vikinga.
Lunaris no tenía por qué haberlo ayudado ni, mucho menos, salvado. Nada lo había preparado para ser salvado por ella de un intento de asesinato. Había sido descuidado y confiado, creyendo que un poco de suciedad y harapos lograrían hacerlo irreconocible entre su propia gente.
Él no conocía mucho sobre los vikingos, nada que le asegurara que podía ser una trampa confeccionada por la misma líder de aquella gente de índole forastero.
No obstante, si hubiese sido una trampa ideada por ella, ¿por qué uno de los suyos se arriesgaría de tal manera?, ¿por qué aquella mujer, de indiferente y aterradora mirada, le había salvado la vida? Más tarde, Motka se preguntaría más cosas que quedarían inconclusas, cosas que eran imposibles de entender y se quedarían incompletas por un largo tiempo.
Y eso era algo que le molestaba.
Todo había pasado demasiado rápido y la situación se había vuelto confusa. Sintió como una presión futura se instaló en lo profundo de su pecho al ser cómplice de una despiadada aniquilación y presintió que no sería la última.
