Acompañé a Leonard a la salida, lo hicimos a pie, porque deseaba estar un rato más con él, y él no se opuso, aun cuando vio los carros de golf afuera, estaba segura de que mi abuelo ya se habría ido a la empresa y que mi padre con Alicia estarían rumbo al hotel, así que solo estaban los empleados de servicio, ellos eran discretos y todos firmaban acuerdos de confidencialidad.
—Hermoso jardín, no he visto uno igual.
—Me vas a decir que mi casa tiene un jardín más bonito que los grandes castillos aristocráticos ingleses.
—¿Tu casa? Esto no es una casa, es una mansión, es más grande que el castillo donde crecí.
—¿Cómo es ese castillo?
—Frío y nada acogedor.
—Bueno, mi hogar es grande, pero muy acogedor, y en los chalets viven nuestros empleados más indispensables, es gracioso, pero viven más trabajadores que familia.
—¿Estás diciendo que solo vivís tu abuelo y tú aquí?
—Sí, mi tía tiene su casa y Lisa tendrá la suya.
—Pablo me comentó que la prima de Lisa les había regalado un castillo muy lujoso... ¡por Dios! Has sido tú, cuando me lo contó le dije que era muy afortunado de tenerte como familia.
—Es un regalo a la altura, soy Eva, la única heredera de todo esto.
—Tienes más dinero que yo, con suerte yo heredo alguna de las propiedades de mi abuelo.
Nos detuvimos un instante junto a una fuente, y en silencio admiré mi hogar. A lo lejos, un jardinero cortaba el césped y la piscina, que estaba en el ala oeste del jardín, al parecer estaba en mantenimiento, recordé que Angust me lo había comentado. El administrador de la casa —yo insistía en llamarla casa— manejaba todo, pero antes tenía que ser aprobado por mí, en algún caso por Angust, ya que el conocía mi agenda social. A mi abuelo no le importaban esas cosas con tal de que su sala de estar con su chimenea antigua estuviese disponible, le daba igual el resto de la casa.
—Aquel balcón amplio con rosas rojas en el segundo piso, ¿logras verlo? Ahí están mis habitaciones.
—¿Tu cuarto?
— Sí, hay una cama.
—Me da curiosidad, me gustaría conocerlo.
—¿Estás de broma? Nadie conoce mi cuarto. Mi abuelo y Angust nada más y claro, el equipo de estilistas y diseñadores, el personal de confianza, y siempre firman acuerdo de confidencialidad.
—No haríamos nada, sería solo mirar y salir. ¿Qué dices?
Estaba pensándolo, cuando el móvil sonó, lo cogí y era un WhatsApp de Angust.
«Mandé a asear tus habitaciones, estarán disponibles hacia las cinco de la tarde, tú y yo deberíamos salir de compras, lo siento. Besitos».
—Es una bruja—exclamé
—¿Quién?
—Angust, ha dado la orden de que aseen mis habitaciones, sabía que te iba a invitar.
—¿Y lo ha hecho para que no pueda entrar?
—Ven, vamos a darle una lección. —Cogí del brazo a Leonard y caminamos rápido por el jardín, hice que entráramos por la cocina, una empleada nos vio y se retiró rápidamente, pasamos por el vestíbulo; una estancia amplia y lujosa.
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Eva no mordió la manzana
RomanceUna propuesta que va entre la ironía la Eva de los pasajes bíblicos y la protagonista con el mismo nombre que pretende vivir sin ataduras y sin pensar dos veces en las consecuencias es lo que marca la nueva historia de Elia Santos: Eva no mordió la...