Touya fue el siguiente en preocuparse, Azumi llegaba a sus citas de juego con vendas en los brazos, incluso en sus piernas, siempre que preguntaba ella desviaba el tema, pero no sólo las vendas, las ojeras eran más y más evidentes, el cabello rosado y brillante de la niña era cada vez más opaco.
El brillo que la caracterizaba se estaba perdiendo.
No le mentía, pero tampoco hablaba sobre ello.
No podía quejarse, era la misma situación que él creaba con sus quemaduras.
—Azumi-chan, en serio debemos hablar de cómo te haces eso.
La pelirrosa volteó con una sonrisa.
—Touya-kun, dijimos que hoy-
—También te diré que me pasa.
Azumi dudo, pero no tardó en acceder.
—Bien.
Se sentaron en un lugar alejado de la casa.
—Bueno... Estas herida son hechas por mi entrenamiento... Mi papá me dijo que... —se quedó callada.
No podía decirle a Touya que Enji y su padre habían acordado comprometerlos desde esa edad.
Menos que la forzaban a entrenar para no ser sólo una esposa de cara bonita, ella tal vez podría considerar la idea en un futuro, pero no quería obligar a Touya.
—Solo eso, es por mis entrenamientos ¿Que sucede contigo?
—Mi cuerpo —guardo silencio un par de segundos —El doctor dijo que mi cuerpo es incompatible con mi don, estoy hecho para soportar bajas temperaturas, no altas... Mi padre me botó y no quiere entrenarme más.
Azumi se quedó callada.
—Te apoyare en cualquier decisión que tomes... Pero no quiero que te sobreesfuerces, mantén en mente el hecho de lo que te sucede... No quiero ver como te destruyes, por favor, prometelo —volteó hacia el chico y lo tomo de su mano derecha, la única a su alcance.
Touya la miró un par de segundos, pensó en lo cansada que lucia, no quería darle otro motivo de estrés.
—No te preocupes, prometo no sobreesforzarme.
Pero no tenía tiempo para descansar, definitivamente tenía que impresionar a su padre.
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