¿Mitología Griega?

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Capítulo 1 – La Mitología Griega

"Según la mitología griega, los seres humanos fueron creados originalmente con cuatro brazos, cuatro piernas y dos caras. Pero los dioses, temerosos de su poder, los dividieron, condenándolos a buscarse por toda la eternidad."

Tres años después de la desaparición de Joans…

Joans caminaba por las calles del pequeño pueblo que había llegado a conocer bien en los últimos años. Mientras caminaba, su mente divagaba hacia ese mito antiguo, uno que siempre había encontrado fascinante. "Qué lástima", pensó, "la vida sería mucho más interesante si tuviéramos cuatro brazos". Se permitió una sonrisa irónica ante la idea, pero el pensamiento pronto se desvaneció. Había mucho más en lo que pensar.

Las calles estaban tranquilas a esa hora de la mañana, y el aire fresco lo despejaba mientras se dirigía a su destino favorito: el museo local. Desde que había llegado a ese pueblo, el museo se había convertido en un refugio, un lugar donde perderse en artefactos antiguos y en historias que le ofrecían una distracción de su propia mente.

Al llegar, saludó a Bell, la recepcionista que se había convertido en una especie de figura materna para él.

—Buenos días, señora Bell —dijo Joans con un tono alegre, intentando ocultar el peso que llevaba dentro.

Bell levantó la vista de su computadora y frunció el ceño.

—Joans... pensé que te habías ido ya. Llevas una semana sin aparecer por aquí —su voz, aunque seria, estaba llena de preocupación.

—Lo siento, estuve un poco enfermo —mintió, fingiendo una tos leve.

Bell lo miró con los ojos entrecerrados.

—Vivimos en el mismo piso, Joans. Sabes que no puedes mentirme —su voz era firme, pero llena de cariño.

Joans suspiró, sabiendo que no podía engañarla. Bell lo conocía demasiado bien.

—Solo necesitaba alejarme por un tiempo. Ya sabes cómo soy —respondió con una sonrisa cansada, desviando la mirada hacia una de las vitrinas cercanas.

—Entiendo, pero no puedes seguir desapareciendo así —dijo Bell, su voz suavizándose—. Al menos avísame, para no preocuparme.

—Lo haré —prometió, aunque ambos sabían que esa promesa era frágil.

Bell asintió, dándole una sonrisa de comprensión.

—Hay una chica que ha estado esperando en la sala de exhibiciones. Llévala por el recorrido, ¿quieres? Parece algo perdida.

Joans asintió y caminó hacia la sala principal. Desde la distancia, pudo ver a la chica. Era más joven que él, quizás un par de años. Su cabello negro caía sobre su rostro, y su expresión parecía distante, como si su mente estuviera en otro lugar. Joans notó cómo ella miraba las estatuas, pero no parecía realmente verlas.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó Joans, acercándose lentamente.

La chica lo miró por un segundo, sus ojos vagamente sorprendidos por la interrupción.

—Oh... sí, claro. Solo estaba... observando —respondió con torpeza.

—Bueno, si quieres, puedo guiarte por la exposición. Hay algunas piezas interesantes que pueden ser de tu interés —ofreció Joans con una sonrisa tranquila.

La chica asintió, aunque parecía más interesada en algo dentro de su propia mente que en la exhibición. A medida que caminaban por las diferentes piezas, Joans no pudo evitar sentirse incómodo por su comportamiento. Había algo en ella que lo inquietaba, pero no podía identificar exactamente qué era.

—¿Todo bien? —preguntó de nuevo, rompiendo el silencio que empezaba a volverse denso.

—Sí, solo... —la chica se detuvo, mirando una de las estatuas sin realmente enfocarse en ella—. Tengo que irme. ¿Estarás aquí mañana?

La pregunta lo tomó por sorpresa. No era común que los visitantes le preguntaran si volvería.

—Probablemente —respondió, más por cortesía que por certeza.

La chica se giró para marcharse, y mientras la veía alejarse, Joans sintió una punzada en la cabeza. Una sensación fugaz, como si algo en su mente intentara recordar, pero se desvanecía antes de poder atraparlo. Era como si conociera esa mirada, ese gesto, pero no podía ubicar de dónde. "¿Quién era?", pensó, aunque sabía que la respuesta no vendría fácilmente.

Mientras la figura de la chica desaparecía por la puerta, las palabras del mito volvieron a su mente: "Separados, condenados a buscarse por toda la eternidad".

Ecos de un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora