📖NOVENTA Y DOS📖

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A la mañana siguiente, o mejor dicho, horas más tarde. Realmente no tenía intenciones de salir de la cama, sabía que Levi se había ido en cuanto logre quedarme dormido y que de hecho se me estaba haciendo tarde para ir a la escuela, pero me sentía demasiado mal como para preocuparme por cualquiera de esas cosas.

La planta baja estaba en silencio, demasiado para ser jueves. Lo del día anterior, hacía que esperara una guerra campal en cualquier momento y la ausencia de esto me estaba carcomiendo los pensamientos. Terminé abandonando la cama de un salto, pero no me impidió arrastrar los pies por el pasillo y las escaleras hasta que me tope con un escenario poco habitual: Ami estaba sentada el mesa sujetando con firmeza una taza de té, tenía la cara inflamada y la nariz roja; mientras tanto, Levi hiba y venía detrás suyo preparando el desayuno.

-¿Lograste dormir algo? - cuestionó mi padre al percatarse de mi presencia, mi madre siguió perdida en sus pensamientos.

-Define dormir - me limite a responder.

Me había quedado en los pies de la escalera, incapaz de decidir si debía o no acercarme a la mesa. Levi puso un plato de comida en mi habitual lugar y me lanzó una de sus miradas para que me sentará, eso hice y también el; no tenía hambre en realidad, pero al ver la mirada de mi padre mientras bebía de su taza de té no tuve intenciones de rechazar la comida. Daba miedo.

-Ami... - soltó Levi a los pocos segundo dejando su taza de lado para cruzarse de brazos.

Mi madre volteo a verlo con una expresión de cachorro herido, en seguida la cambió ante la firmeza de mi padre. Parecía que habían tenido una larga “platica” cuando me dormi.

-Nuestro barco a Marley zarpa en 4 hrs - anunció Ami con el mismo tono que la noche anterior.

Abrí la boca para protestar, pero la verdad no tenía ni ánimos ni energía para hacerlo, así que solo asentí. Terminé mi desayuno rápido y en silencio para poder subir a preparar mi pequeña maleta.

-Ni siquiera sabes cuantos días nos vamos - comentó Levi desde el marco de mi puerta.

Recien había comenzado a arrojar ropa sin pensar a la mochila de mi cama.

-Es jueves - respondí mirando la mochila -. Es poco más medio día de viaje, llegaremos por la noche a Marley... - comencé a razonar mientras acomodaba todo - Por lo que sea que vayamos, no valdría la pena si regresamos el mismo viernes, además por ser viernes quizá regresemos hasta el domingo por la tarde. - hice una pausa para voltear a verlo. Tenía una expresión indescifrable. - Son mínimo 2 días y 3 noches.

Suspiro y se adentro en mi cuarto. Hasta ese momento note que llevaba algo en la mano; estaba dejando pasar muchos detalles, eso no me gustaba.

-Empaca esto, también - me dijo colocando sobre la cama un traje negro.

Pantalones, un saco y corbata negros, solo la camisa era blanca. La vestimenta típica para...

-No quiero ir - confesé en voz baja.

-Podemos no ir - comenzó a decir, logicamente me había escuchado. -, pero que elijas ignorarlo u olvidarlo, no va a cambiar nada. ¿No habías dicho que querías despedirte?

Me mordí la lengua, había tantas cosas que quería decirle, desde que no tenía sentido despedirme ahora, hasta lo estúpido que es pensar que al no decirme nada me están protegiendo del mundo. Comenzaba a pasar el dolor, solo para ser sustituido por el enojo, porque así era más fácil de asimilar todo.

Seguí empacando mis cosas, ignorando su presencia y su pregunta. Bien podía responder algo ingenioso o hacerme el sabiondo como 5 minutos atrás, pero no me creía capaz de abrir la boca y decir nada como eso sin antes estallar con todo lo que había estado acumulando los últimos meses. Al final, Levi salió de la habitación sin hacer el menor ruido y sólo regresó, una hora después, para anunciar que era hora de irnos.

Años anteriores, cuando íbamos de visita a Marley, siempre salíamos en el primer tren hacia el muelle de Paradis, aunque está ocasión sólo podía esperar un corto y rápido viaje en auto. Nadie habló en ningún momento, ni tampoco me digne en darle la cara a mis padres, no tenía nada que decirles.

Una vez a punto de zarpar en el barco, luego de que nuestro equipaje ligero fuera fichado y enviado al almacén, me aleje de mis padres para irme al extremo del barco que si no me equivocaba se llama Aleta de Babor, es decir, la parte trasera del lado izquierdo del barco. No era un peligro que cruzará todo el barco hasta ese lugar, porque de hecho mis padres era donde preferían ir durante todo el viaje para evitar ser el centro de atención en la proa, donde la mayoría se quedaba.

Me acerque al borde el barco, para poder ver el movimiento tranquilizante del mar. «Ojalá Kikyō estuviera aquí», pensé ante la imagen de su sonrisa al estar jugueteando en la orilla del mar hace tan solo un par de meses.

-¿Seguirás molesto? - pregunto quien ya esperaba.

No respondí, seguía pensando que si no tenía nada amable que decir, lo mejor era quedarme callado.

-Creo que es la primera vez en tus pequeños trece años de vida, que por fin guardas silencio más de 5 minutos - se burló para provocarme.

Abrí la boca para protestar, ese habría sido mi instinto incluso en el peor de lo momentos, pero entonces recordé el motivo de mi silencio y preferí cerrar la boca de nuevo. Deje caer mi cabeza sobre mis brazos, que ya estaban recargados en la barandilla del barco, aún más afligido de lo que estaba segundos antes.

-¿De verdad no piensas hablar? - insistió preocupado.

Después de todo, quizá, mi padre había comenzado a temer al silencio tanto como Ami. Me preguntó: ¿Qué sería de mi padre si un día Ami se fuera? ¿Cómo sobreviviria al abismal silencio de su ausencia? ¿Se sentiría como yo justo ahora?

-No tengo nada que decir - dije impulsado por la idea de una ausencia hipotética -. Así que no hablaré si no es absolutamente necesario.

-¿Y era necesario hablar justo ahora?

Ver a mi padre, el Gran Levi Ackerman, intentando hacerme hablar haciéndose el gracioso, era algo que completamente me desarmaba.

-Si no lo hubiera hecho, ¿me habrías dejado tranquilo? - le cuestione girandome para verlo.

Su expresión era difícil de entender: la preocupación, el dolor, la tranquilidad de una certeza tragica y la compresión vagaban por su mirada. El siempre tranquilo e inalterable padre que había conocido hasta ahora, se había quebrado un instante, pero no lo suficiente, apenas era un vistazo de su humanidad. Una humanidad que sólo dejó plasmada en su diario.

-Ciertamente no. Prometiste no ceder.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora