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Mientras caminaba por  los pasillos de la escuela junto a Katherina hacia la clase de Literatura una siniestra sonrisa adornaba mis labios

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Mientras caminaba por los pasillos de la escuela junto a Katherina hacia la clase de Literatura una siniestra sonrisa adornaba mis labios. Había dejado de sentir a un nivel... que me daba la sensación de que me estaba convirtiendo en un monstruo.

La noche anterior, en nuestro breve encuentro con Deucalion habían quedado claras tres cosas.

Una.

Katherina era intocable. Daba igual que fuera humana, daban igual las burradas que salieran de su boca. Deucalion y sus Alfas tenían terminantemente prohibido ponerle las manos encima a la persona que más me estaba ayudando en los últimos tiempos únicamente con su compañía.

Dos.

Definitivamente habían comenzado los sacrificios de los curanderos, lo cual significaba que faltaba menos para poder saborear mi dulce venganza. En este punto debía hacer hincapié en más datos. Al parecer, Morrell y Deucalion habían llegado a la conclusión de que la mayor parte de los problemas que estaban aquejando mi salud en los últimos tiempos estaban estrechamente relacionados con los sacrificios.

A pesar de que era un dato que yo conocía desde hacía semanas, había mantenido firme mi postura de no contarles absolutamente nada acerca de todo lo que sabíamos acerca del Nemeton y el vínculo que tenía mi persona con ese trozo de madera. Así que, fingiendo como la buena actriz que era, permití que Morrell volviera a examinar las cicatrices de mis antebrazos del mismo modo que palpó y masajeó mis temblorosas manos, terminando por obligarme a beber un potingue verdoso muy desagradable a la vista, al paladar y al olfato. Vamos... asqueroso literalmente.

Lo bueno era que los temblores de mi cuerpo habían desaparecido automáticamente.

Y, finalmente, la tercera cosa.

Esa noche pelearía por mí como hacía mucho tiempo que no hacía. Siempre me había dedicado al bienestar de aquellos que me importaban. Esa noche no sería así. Esa noche pelearía por mis sentimientos y la poca cordura que me quedaba.

Todos aquellos que me importaban estaban demasiado lejos como para poder utilizarlos como excusa para mantenerme cuerda... Y por aquellos que podría pelear me habían clavado innumerables puñales en la espalda, dándome los motivos necesarios para apagar mi cerebro. Para no dejarme pisotear por absolutamente nadie más.

La noche anterior, mientras nosotras hablábamos con Deucalion y Aiden, Kali y Ethan habían ido hasta el loft de Derek para dejarles la señal de que iríamos esta noche, y no pensaba arrepentirme de mis decisiones. Él me había hecho daño, y yo se lo haría él. Unas por otras. Quid pro quo. Mi limitada paciencia se había acabado.

Mucho tiempo llevaba soportando hostia tras hostia sin defenderme, sin hablar, sin hacer públicos mis deseos y necesidades. Sin tener la oportunidad de expresar lo que yo quería. Sin poder sentir nada más allá de la terrible decepción y rabia hacia el mundo entero... y que parecían corroer tanto mi cuerpo como mi mente.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora