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"Piensa en el ardor, enfócate en el fuego"
El lápiz se paseaba por la hoja desde su izquierda, marcando con una letra manuscrita impecable de caligrafía, estricta en ortografía, lo que su mente reproducía quedaba tatuado en el papel.
Voces susurraban, voces inexistentes. Su mayor enemigo resultaba ser él mismo. Buscar la paz era agotador, se desgastaba su zona de confort. Si hubiese puesto más atención entendería la principal razón de su inconformidad.
Entonces ¿Qué más daba si se acumulaba la ansiedad rechazada? No veía importancia dada la estancia del estrés que se presentaba. Darle vueltas al asunto sólo empeoraba la situación que lo atormentaba día a día, ignorando lo que sufría, cuyo ardor sentía en su mente dañada.
"No retengas la ira, dile ¡Hasta luego!"
Pensamientos débiles.
¿De dónde nace la fuerza? No es como al cabello hacerle una trenza que lo sostenga firme y constante, es algo que el tiempo pule aunque el sujeto dude de su propia emoción. No es una condición, se llama ignorancia.
Se exigía más de lo que creía, buscando perfección en donde no había, acumulando odio, mentiras, reprimía lo que no podía aceptar. ¿Debería? Se negaba a admitir lo que le debilitaba, o eso se hacía pensar cada día, cada noche en que tomaba el bolígrafo y papel.
"Las huellas borradas aún te acorralan."
Recordaba cómo sus manos tiritaban, sus dedos tocaban sus brazos expuestos, brazos que en ese entonces aún no cambiaban como hicieron. Blanco como la nieve misma, tintado de sangre que comenzaba a brotar de entre sus dedos, diciendo "No puedo", "No quiero", "No debo". La desesperación aumentaba entre lo que no controlaba como acostumbraba a hacer. Sus dedos dañando su piel. Cómo odiaba cuando temblaban sus manos ante la desesperación, sin obediencia su padecimiento inexistente ante sus ojos.
"Cambiando tu superficie, dentro no cambias nada."
Pero las manos no le volverían a temblar, no iba a cometer más inconsciencias. Excusa tras otra logró ocultar, nadie debía saber la verdad detrás de esa seriedad superficial estructurada.
"Vergüenza debería darte ver que no decides."
── Basta.
Golpeó la mesa, callando las risas de su pequeño acompañante a sus espaldas, negando sentir lo que desgarraba su alma en pedazos. Odiaba sentirse así, odiaba sentir, odiaba pensar de esa forma tan indigna.
"Porque esos pensamientos no son dignos de un líder."
Dejó caer el bolígrafo sobre el escritorio, un cambio de comportamiento bastante notorio en comparación al habitual. Al demonio la delicadeza, dolía su cabeza y poco se podía relajar.
Levantó la hoja con brusquedad, leyendo lo que había descrito:
« Piensa en el ardor, enfócate en el fuego. No retengas la ira, dile ¡Hasta luego! Las huellas borradas aún te acorralan. Cambiando tu superficie, dentro no cambias nada. Vergüenza debería darte ver que no decides. Porque esos pensamientos no son dignos de un líder. »
Y la llama del encendedor dio fin a esos escritos.
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