Capítulo XV: Mito

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Cuanto más se alargaba la aventura, más temía por mis padres. Incluso hubiera temido aunque ellos fueran los seres más poderosos del universo. El miedo que una vez se me había incrustado en el alma estaba más presente que nunca. Sin embargo, aún quedaban esperanzas. Zeus nos había dicho que la forma más fácil de encontrar el Dakryma era preguntando a Hefesto dónde lo escondió... Lo cual era una idea pésima, porque Dominus lo tenía raptado y sería increíblemente difícil entrar a la Atlántida sin que él se enterase. Sin embargo, había una remota posibilidad de derrotar al Mermado sin el tridente... Esa lejana posibilidad residía en Bruce. Él era un elemental de tierra y por consecuencia, su arma también. El problema era que ni en el peor de los casos deseaba ver a Bruce enfrentándose a Dominus. ¿Cómo podía yo dejar la responsabilidad de matar al ser más poderoso del mundo a la persona que más quería?

-¿Pero cómo entramos a la Atlántida sin que nos vean, Zeus?- pregunté cuando estábamos sentados en una terraza.

-De una manera fácil y sencilla: en el Olimpo hay un portal que llega allí. Siempre lo usábamos los dioses cuando aún vivíamos en ese hermoso monte...

-Ahora la pregunta del millón: ¿Cómo diablos subimos al monte Olimpo?- dijo Bruce mirando a Zeus.

-Con dinero y poder, chiquillo. Con mucho dinero y recursos, jeje. ¡Pongámonos en marcha! No hay tiempo y poder.

Primero nos subimos a un helicóptero que nos recogió en la playa, aunque tuve que convencer a Bruce de hacerlo, porque desde el accidente de avión de Avalon le tenía cierto miedo a los vehículos voladores. Después hicimos un largo y tedioso recorrido en un 4x4 desde la falda de la montaña hasta los dos mil metros y, finalmente, fuimos a pie en el último tramo. Las vistas eran impresionantes y distintas a todo lo que había visto anteriormente, como si estuviera en otro mundo. De hecho, nunca había estado tan por encima del nivel del mar. Lo único que me inquietó fueron unas nubes oscuras que se acercaban rápidamente.

-Zeus... Mira eso.

-¡Tranquila, chica! Es cosa mía.

Zeus tocó una pequeña piedra y apareció una puerta en la pared de la montaña.

-¡Cubríos ahí! Yo me encargo de esto- dijo Zeus con una voz grave y decidida.

Bruce y yo entramos rápidamente y él me agarró una mano, eufórico por ver lo que iba a pasar.

Las oscuras y densas nubes de tormenta ya se cernían sobre nosotros amenazantemente y se podían oír los truenos y ver los luminosos relámpagos. Zeus levantó los brazos y estos soltaron unas chispas azuladas que poco a poco se fueron convirtiendo en descargas eléctricas. Después de eso, un pequeño rayo cayó en la mano derecha de Zeus y en un instante, una enorme tormenta de rayos concentrada cayó sobre el dios. El dios, que parecía que lloraba, apuntó a la montaña con sus brazos. Toda la roca de esta se volvió cenizas en cuestión de minutos por la potencia de los rayos de Zeus, dejando a la vista las ruinas de lo que una vez fue el hogar de los dioses. El Rey de los Dioses apagó sus rayos y nos iluminó haz de luz de entre las nubes.

-Seguidme...- dijo él, sin mirarnos.

-¿Por qué has destruido la montaña si ya había un acceso por aquí?- pregunté intentando mirarle a la cara.

-Es una muestra de respeto, Narcisa. Quiero que el lugar donde murió mi esposa luchando sea visto por el mundo.

-Pero revelarás nuestra existencia...

-La gente ya cree que muchos mitos podrían ser una realidad gracias a Bruce Pendragon.

-¿Gracias a mí?- el chico se quedó atónito con lo que dijo Zeus.

-Sí, gracias a ti. Aunque no lo consideres, has hecho que todos vean a un mito renacer. Si Arthur Pendragon y la leyenda de Excalibur fueron reales, ¿por qué razón pensarían que Thor o yo no lo fuéramos?

-Un momento... ¿Existe el panteón nórdico?- pregunté asombrada.

-Sí, pero ahora no es momento para hablar de eso... ¡Oh, rayos!- exclamó Zeus mirando a un gran agujero en la sala del trono, por el cual se veía un portal con forma de rombo.

Nos explicó que los únicos que sabían de la existencia de ese portal eran los dioses Olímpicos... Y Nix la diosa primordial de la oscuridad.

-Aquí hay ecos de magia oscura. ¿Cuándo llegó Dominus a la Atlántida?- preguntó Zeus con preocupación.

La respuesta que le dimos lo dejó conmocionado y en voz baja nos dijo:

-Esto solo puede significar una cosa: El Mermado se ha aliado con Nix.

-Dios... Eso no suena bien- dijo Bruce frunciendo el ceño.

-Tal vez deberíamos cambiar el plan...

-¿Acaso quieres que maten a tu familia, Narcisa? Esta es el modo más directo de llegar a la Atlántida. Además, estoy con vosotros para protegeros por si hace falta- dijo Zeus girándose al portal.

El dios, con las manos apuntando al portal, lanzó un rayo tan fuerte que lo activó de golpe. Zeus pasó primero y Bruce, antes de entrar, me miró a mis desesperanzados ojos. No dijo nada. Solamente me tendió la mano. Se la agarré y entramos juntos al portal. Simplemente, se hizo la oscuridad un momento y aparecimos al otro lado. Estábamos en unos túneles oscuros y subterráneos. Bruce desenvainó a Excalibur y la gema de la empuñadura nos iluminó como una antorcha esmeralda.

-¿Dónde estamos?- pregunté tocando las paredes, llenas de grabados y musgo.

-Estamos en las llamadas Entrañas de Tifón. Una red de túneles que antaño usábamos los dioses para desplazarnos por la Atlántida. Ahora está en desuso, así que id con cautela... No sabemos que bichos habitarán este lugar- dijo Zeus- Hefesto tiene su fragua atlante en uno de estos túneles, encima de una gran bolsa de magma que le ayuda a forjar sus famosas armas y armaduras. Seguidme.

Corrimos por los pasillos siguiendo a Zeus, escuchando un sonido de alguien golpeando un metal. Al cabo de unos minutos llegamos a una parte del túnel mucho más ancha y tan alta que la luz de Excalibur Se oía un borboteo debajo del suelo y a alguien golpeando el metal con un martillo.

-Narcisa. Tú eres la más pequeña y sigilosa de los tres, así que ves a ver si hay alguien aparte de Hefesto en la fragua. Tú tranquila que, si te descubren, estamos Bruce y yo preparados para la acción- dijo Zeus susurrando.

Había muchísimas columnas en esa parte del túnel, por lo tanto, pensé que la mejor forma de pasar sigilosamente era subirme a ellas. Di un gran salto y me agarré a la parte más alta de una columna. Poco a poco, fui saltando de una a la otra hasta que pude ver con mis propios ojos la asombrosa fragua atlante de Poseidón. No era muy grande, pero había todo tipo de herramientas extrañas, grandes y pequeñas, y también había una especie de pozo lleno de magma. Hefesto estaba templando una especie de escudo espartano de color oscuro y temí que fuera para el Mermado. En ese momento, escuché unos pasos que no sabía de donde venían por el eco.

-Armamento y equipación listos para probar- dijo Hefesto andando con una armadura y un escudo a cuestas, pero conque lo perdí de vista, decidí acercarme más entre las columnas, en silencio.

Me temblaba todo el cuerpo y me aterrorizaba el hecho de que me descubrieran, sin embargo, debía saber más. Debía saber si mis padres estaban bien.

-Varios atlantes se están revelando... Creo que esto va a ser divertido- dijo Dominus, poniéndose la armadura.

Si el miedo tuviera una voz, para mí sería la suya.

-Además, esa rebelión está encabezada por una diosa, la única que se ha quedado en la Atlántida. Su nombre es Cimolopea- comentó una mujer vestida de negro y morado.

-¿Cimolopea? ¡Ella es la madre de Narcisa! Debemos raptarla y traerla aquí. ¡Vamos!

Dominus y la mujer iban a salir de la fragua, no obstante, estaba apretando con tanta fuerza la columna que la destrocé y me caí al suelo, provocando un estruendo.

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