Aún quedaban vestigios de un día soleado, el sol se ocultaba lentamente con una tonalidad rojiza, era un atardecer hermoso. Leonard estacionó el coche a la orilla de la playa, no había más que arena, mar y una mesa con dos sillas, sobre la mesa un jarrón de rosas rojas, una botella de vino y dos platos tapados.
—Es hermoso —dije embelesada al ver tanta belleza.
—Lo he organizado para ti, una noche especial entre los dos.
—¿Hay alguien más aquí? —pregunté mirando a mi alrededor.
—No, se han marchado hace cinco minutos, pero tenemos todo lo que necesitamos —dijo sirviéndome una copa de vino.
—No sé qué decir —dije nerviosa, quería hacerle tantas preguntas, pero no quería arruinar el momento, si pudiera elegir me quedaría en ese instante para siempre.
—No digas nada, solo comamos en silencio.
Levanté el cubreplatos, una deliciosa langosta esperaba ser devorada, en silencio empecé a comer, Leonard hacía lo mismo.
Después de unos largos minutos, por fin uno de los dos rompió el silencio.
—Estás muy hermosa hoy, Eva.
—¿Más hermosa que el día en que nos conocimos? —pregunté. Quería ver si había algo en su respuesta que sugiriera que ya sabía quién era desde ese momento.
—No, sin embargo, hoy no es el día en el que te he visto más hermosa.
—¿Cómo? —Estaba confusa, no era la respuesta que esperaba.
—El primer día que despertaste junto a mí, aquí, tenías el cabello revuelto, ni una gota de maquillaje, estabas dormida, relajada, ese fue el día en que conocí a la verdadera Eva, ese es el día en que te vi más hermosa que nunca.
Me había agarrado con la guardia baja, tomé la copa de vino y di un trago grande, necesitaba valor para iniciar la conversación para obtener respuestas. Una parte de mí necesitaba saber la verdad, pero otra quería obviar todo y solo entregarme a él.
—¿Por qué haces todo esto? ¿tiene que ver con los deseos de tus padres?
Leonard se descompuso de inmediato, su rostro se puso pálido y apretó sus labios en señal de reproche.
—Lo han hecho —murmuró casi para sí.
—¿Qué han hecho?
—Me siento apenado, Eva.
—Tú sabías de sus planes, por eso has organizado todo esto, y la noche del hotel ¿ya sabías quién era?
—Por supuesto que no, Eva, yo nunca estuve de acuerdo, mi familia está pasando por un mal momento, las acciones de sus empresas han caído considerablemente, mis hermanas se han casado muy bien, pero no ha sido suficiente y la idea de buscar una esposa con fortuna a cambio de un título...
De repente, dejó de hablar, como si no quisiera que de su boca salieran esas palabras.
—Mi madre se casó por lo mismo, y ella ha hecho una lista de mujeres con las que podría casarme, tú nunca estuviste en ella, pero cuando supo que venía a la boda de Pablo y que tú serías la dama de honor, te convirtió en la mujer ideal.
Volvió a hacer una pausa, esperando a que yo dijera algo, pero no podía opinar nada hasta conocer el final de la historia, hasta conocer hasta qué punto él estaba involucrado.
—Desde ese día te ha investigado, sabe todo de ti, y..., espero no ofenderte, a pesar de que llevabas una vida ajetreada y de completo desenfreno con un origen poco halagador, según ella, la fortuna que posees es mejor que la de cualquier otra, además, vendría bien un poco de publicidad para los condes Fife.
—Dijiste que no sabías era cuando me viste por primera vez.
—Y no lo sabía, Eva, me negué siempre a ver cualquier información sobre ti, le comenté a Pablo todo y él me hizo ver que tu no eras la chica adecuada para mí, que eras libre, feminista, que jamás aceptarías el régimen que conlleva un título.
—Por eso Pablo me dijo que tú no eras de fiar, pensé que era por ser un conquistador.
—Yo le dije a Pablo que, para no crear expectativas, vendría el día de su boda y me iría inmediatamente después, no quería conocerte, pero el destino me hizo una mala jugada, Eva.
—Y a mí también —dije suspirando. El amor había tocado mi corazón de la forma más atroz, un amor que estaba destinado a encadenar no era el amor que yo soñaba. Ahora que lo había encontrado no estaba segura si era capaz de dejarlo ir.
—La mañana en que te fuiste alocadamente de mi habitación y dijiste que te llamabas Eva, jamás imaginé que era esa Eva, es más, había olvidado todo lo relacionado con los deseos de mi madre, tu estuviste en mi mente todo ese día. Cuando te vi llegar caminado por el pasillo del altar, traté de disimular, ahí comprendí que no podía dejarte ir.
—Leonard, tú sabes que no puedo aceptar la propuesta —dije llorando. Me levanté de la mesa y corrí, en ese momento no pensaba nada más que escapar de él, cuanto más lejos estuviera más rápido lo olvidaría.
Pero él me alcanzó, me tomo por el brazo y me abrazó fuertemente, nuestros labios quedaron cerca el uno del otro.
—Eva, no te vayas —suplicó.
Mi corazón iba de prisa, mis piernas temblaban, mis labios ardían de deseo, quería besarlo, quería decirle que sí a todo con tal de tenerlo cada noche.
—No hay salida, no pretendo tener una vida como la tuya, quiero ser libre, independiente, hacer lo que se me ocurra sin ataduras.
—Te propongo algo, para eso hice esta cena, iba a pedirte que fueses mi novia formal, sé que irás a Londres por un tiempo a sacar tu maestría, podemos llevar un noviazgo normal y, si avanzamos en nuestros sentimientos y pasado un tiempo no te parece tan abominable mi vida, decidimos si unirnos para siempre o terminar.
—No está en mis planes tener un novio formal —dije temblorosa en sus brazos.
—¿Por qué? No puedes controlar el futuro, Eva, tampoco el tuyo.
—Solo tengo veintitrés años.
—Esa es tu excusa ¿tu edad? Tienes la edad suficiente para tener un noviazgo, Eva, tienes que lanzarte, no tengas miedo.
—Tengo que irme—dije llorando, intenté soltarme con fuerza de sus brazos, pero el resultado fue que él me abrazara más fuerte y me besara apasionadamente.
Intenté separarme de él con fuerza, dándole con mis puños en su espalda, pero continuaba besándome, vi el cielo en pleno beso, el sol ya no estaba y una luna llena nos iluminaba completamente, entonces me rendí, la luna llena siempre trae su magia y su encanto, lo besé y empezamos a movernos besándonos como si de un baile romántico se tratara; nos fuimos desnudando poco a poco, cada prenda que nos quitábamos era un cambio de ritmos, y allí, bajo la luna, frente al mar y sobre la playa, fuimos uno solo, como había sido desde el día en que nos conocimos.
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Eva no mordió la manzana
RomanceUna propuesta que va entre la ironía la Eva de los pasajes bíblicos y la protagonista con el mismo nombre que pretende vivir sin ataduras y sin pensar dos veces en las consecuencias es lo que marca la nueva historia de Elia Santos: Eva no mordió la...