QUIÉREME; Walls

07.

Empecé a decir cosas sin sentido, a mezclar todo lo que quería decirle y cuando vi la cara de confusión que él estaba poniendo lo tuve claro.

-A la mierda- Dije para después besarle.

Estaba besando a mi mejor amigo y él no se había quitado. No lo vais a entender pero ahora mismo quiero ponerme a saltar y a chillar, siento como si todo el zoo de Madrid estuviera corriendo por mi estómago. 

Cuando dejamos de besarnos le miré a los ojos y con la respiración agitada le dije: -Lo siento mucho pero un acto vale más que todo lo que podía llegar a decirte-

No contestó, se quedó ahí mirándome sin decir nada y empecé a sentir el nudo en la garganta y el miedo subiendo por mi espalda. 

NARRA DANI

¿Qué cojones acaba de pasar? ¿Me ha puto besado? 

Y lo peor de todo ¿me ha gustado?

El amor que le tengo a Ginés es algo especial a la vez que raro. NO SOPORTO verle actuar de forma excesivamente cariñosa con otras personas, ya que empiezo a comerme la cabeza y a imaginar cosas que no son o que se supone que no son. Es algo en lo que estoy trabajando en terapia, ya sabéis, eso de la dependencia emocional. Considero que estoy demasiado enganchado a él y puede que por eso actúe hacia él con rechazo. 

-Dani- Susurró Ginés.

Levanté la cabeza y le hice un gesto indicando que procediese a hablar. 

-¿Puedes decir algo? Por favor- Susurró de nuevo.

-Creo...creo que me ha gustado- Dije entre balbuceos.

NARRA GINÉS

Fue ahí cuando lo sentí. Sentí vibrar todo Murcia bajo mis pies, como si todas las mariposas que habitaban en mi estómago quisieran salir de golpe de una forma u otra y es que las capullas lo estaban logrando porque comencé a llorar de la emoción de un segundo a otro provocando que mi mejor amigo frunciera el ceño y me mirase incrédulo. 

-¿Has dicho que te ha gustado?- Pregunté entre lágrimas.

-Sí, creo que he dicho eso, ¿no?- Dijo confuso.

Dani se quedó mirándome a los ojos como si se estuviera perdiendo en el verde de estos, como si nunca quisiera salir de ellos y entonces lo hizo. Acarició mi cara y con un ligero impulso rozó sus labios con los míos. No era un beso salvaje, más bien era un beso lento, de esos cálidos que te abrazan y deseas nunca escapar de ellos.