Cap. 6: Por supuesto, nos enfrentamos a bandidos.

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Casi al acabar el día Ziev ya había comido el triple que el resto de nosotros. La mochila por suerte parecía ser un depósito infinito de comida, al menos de momento.

Algo así pasaba con el agua, ya que bebimos de ella durante todo el día y aunque la vaciamos, al ir a llenar el odre en un arroyo este parecía estar otra vez lleno.

—¡Odio andar! ¡Ya estaríamos mi tesorito y yo en la montaña si no tuviera que acompañaros! —refunfuñó Ziev por enésima vez mientras nos sentábamos en el borde del arroyo al anochecer.

—Sí quieres irte puedes, nadie te ha pedido que te unas —le cortó Shaena.

—No te voy a dejar mi tesorito para ti sola, ¡Elfa lasciva! —dijo manoseándole los pechos, a lo que Shaena se sobresaltó. «Diosa, ¿esto va a ser así siempre? Haz que paren».

Mientras se peleaban como niñas chicas y se caían al agua, Dandel me llamó la atención con timidez tirándome de la manga: Sus orejas de madera se estaban moviendo arriba y abajo como si fueran realmente de un cervatillo. Señaló hacia una dirección y entonces vi lo que había escuchado. Había un punto de luz al fondo del bosque... «¿Quién se atrevería a encender un fuego en un bosque lleno de dríades...?»

—Bandidos —chisté a las chicas para que guardasen silencio, señalándoles yo también el punto de luz, cada vez más visible según se hacía de noche —. Gracias, Dandel.

Cuando salieron del arroyo usé Vento como castigo para secar el exceso de agua que tenían e indiqué por gestos que me acompañaran en silencio.

Cuando pudimos apreciar las sombras alrededor de la hoguera usé mi magia para atraer el viento en mi dirección, haciendo que me llegasen retazos de conversación.

—... pensando... estar... estúpido.

—¡Paciencia! Alguien...

—Nadie... camino.

—... aquí... cuatro...

—... pollo frito —dijo una tercera voz.

Sí, definitivamente eran los típicos bandidos. Parecían ser tres.

Hice gestos a las chicas y asintieron, habiendo comprendido el plan: Shaena iría por la izquierda congelando al de su lado, yo usaría Vento justo después para cegarlos y Dandel usaría desde atrás Plantae para enraizarlos vigilando si había más, luego Ziev y yo entraríamos intimidando para reducirlos con su voz de dragón.

Esperamos a que Shaena se colocase en posición y avanzamos en sigilo. Cuando levante los brazos para apagar la hoguera comprendí que Ziev no había entendido ninguna de mis señas:

—¡Cómete ésa! —dijo tirando una manzana que estalló en la cabeza de uno de los bandidos, noqueándole en el acto —. ¡Tonto el último! ¡DADME VUESTRO DINERO! —rugió mientras corría.

Fui detrás de ella, un bandido salió corriendo al grito de "¡Fantasmas! ¡Fantasmas!", otro se hizo un ovillo y un tercero se llevó a hombros al desmayado. Dos se quedaron en guardia, uno con un hacha tan grande como él y otro con dos dagas. Se pusieron espalda con espalda mientras el del hacha les gritaba por cobardes.

El chico a la defensiva se intentó recomponer con la orden de su jefe y un dardo de hielo se clavó en el suelo al lado de su pie, así que volvió a su posición anterior muerto de miedo.

Tensé mi arco desde el límite del bosque y disparé. Las runas del arco parecieron iluminarse levemente en verde y la flecha que disparé falló estrepitosamente yendo a parar a la hoguera y explotando en el acto.

La onda expansiva derribó al joven de las dos dagas y el corpulento cayó echando espuma por la boca cuándo Ziev le embistió como si fuera una cabra en el estómago.

Lo que sucede cuando morimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora