PROLOGO

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Tierras de Lyon, Francia. 1182.

El invierno era gélido en aquellos paramos en el sur de Francia, la vegetación era escasa y la que existía solo eran secos matorrales que apenas podían usarse para cubrir los techos de las casas.

Adara observó desde el mirador de la colina el castillo de Lebrón, aquel en el que alguna vez ella vivió su infancia. En donde sus memorias cobraban vida.

Aquellos paramos que se extendían por las grandes colinas pertenecían al conde de Lebrón, quien era el primo de Adara. Aquellas hubieran sido sus tierras si se hubiese casado con su primo, quien en reiteradas ocasiones le había propuesto matrimonio, por supuesto, Adara lo rechazaba alegando que eran familia, que aquello no estaba bien ante los ojos de Dios.

Ahora ella vivía en una casa a las afueras del castillo, desterrada del mismo por no ser de "utilidad" para el conde.

Vivía junto con Constance, una mujer cuatro años mayor que ella, y con la que había compartido la gran parte de la vida de Adara.

- Deberías venir. – reiteró Constance, mientras se acercaba al mirador junto a ella.

Su querida amiga abandonará dentro de poco las tierras de Lebrón, incluso las tierras de Francia.

- ¿Porqué quieres irte? ¿Qué hay allá afuera? – cuestionó Adara.

- No lo sé, no sé que nos depara el futuro, solo sé que aquí no podré surgir.

Adara la miró pensativa.

Había algo importante que mencionar, algo no menor, y era que Constance no era una persona común y corriente, no era alguien de este tiempo.

Desde que era una niña Adara sabía que su amiga era extraña, la forma en la que se expresaba, la forma en la que hablaba tan poco femenina y los modismos poco entendibles, todo aquello era debido a que Constance no era de esta época, ella había renacido.

O eso fue lo que le había dicho innumerables veces.

No había motivos para no creerle, le había probado en múltiples ocasiones aquel hecho. Según Constance, ella en su vida pasada fue una gran médico de renombre y una cirujana alabada por el mundo de la medicina, sin embargo, murió en un accidente "vehicular" a la edad de los 36 años. Aún no comprendía Adara a lo que se refería con vehículo, según su amiga, aquellos eran artefactos capaces de transportar personas sin que estas tengan que moverse, como caballos pero que son incapaces de cansarse.

Adara bromeaba de vez en cuando con Constance acerca de su "renacimiento", que quizá falleció en consecuencia a su terrible personalidad y carácter.

Sabía que nadie creería en la historia de Constance, era algo completamente irrealista, pero no había motivos para no creerle, la misma mujer había salvado a Adara en innumerables ocasiones con un conocimiento digno de otros tiempos futuros.

- Me iré, necesito avanzar en la medicina.

Aquello era algo que Constance repetía mucho, y era que, según su amiga, la medicina estaba terriblemente atrasada.

Adara no tenía nada más en Lebrón, sus padres habían muerto, le habían quitado el titulo como futura Condesa y no sabía nada más que limpiar su casa y hablar bien.

Constance la agarró del brazo y la giró, volteándola para mirarla de frente.

- No te hagas de rogar, solo ven conmigo. – expresó con un ceño fruncido.

- No es fácil. – le respondió con cansancio.

- Claro que es fácil, no tienes nada y a nadie acá.

Adara la miró con frustración.

- Eso es un poco hiriente, Constance.

- Podríamos recorrer todo Europa, conocer culturas, ¡Incluso conocer el Oriente! – Insistió.

Adara suspiró agotada, aunque ya sabía de alguna manera la respuesta a las quejas de su amiga.

- Alguien tiene que cuidarte y que no te acusen de brujería, ¿No? – respondió Adara finalmente.

- No soy bruja.

- Losé, pero hay personas no piensan los mismo.

- Ignorantes. – expresó enojada. – Entonces, ¿Vamos?

Y así comenzó la gran travesía por Europa, saliendo de Francia viajaron hacia Hungría y Polonia, recorriendo las tierras y descubriendo más medicina. Constance a lo largo del gran viaje planteaba que si seguía recolectando distintas hierbas podría descubrir las distintas composiciones de esta y buscar curas a las enfermedades, muchas de sus palabras no las entendía, pero sí las creía.

Aquellos viajes se extendieron a casi un año, en donde Constance sentía que había quedado estancada con sus investigaciones. Ella alegaba necesitar conocer más medicina distinta, y propuso un viaje a Egipto.

Adara inmediatamente rechazó aquella propuesta, explicándole a la mujer los peligros de ir allí y que aquellas no eran tierras cristianas.

- Necesito conocer otras medicinas, quizá los árabes sean más adelantados.

- Constance, ingresar a tierras musulmanas es peligroso, no podemos protegernos allí. – volvía a explicarle a su amiga.

- Solo necesito conocer árabes, no es que me agrade la idea de ir allí. – decía mientras refunfuñaba.

Adara pensó entonces en un reinado, en tierras cristianas pero que estuvieran junto a tierras musulmanes.

La tierra santa.

Fue de esa manera que viajaron rumbo a Jerusalén, donde un sin fin de acontecimientos llevarían a increíbles desventuras, batallas y un romance con el mismo monarca de tierra santa.


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Muy bien, un gusto gente preciosa, aquí un breve prologo para ponerlos en contexto. Quiero aclarar además que Constance tiene bastante relevancia dentro de la historia porque, por supuesto, será la que curará la lepra de nuestro rey.

También añadir que esta historia es una especie de precuela de mi OneShot "Agápi mou", que también lo puedes encontrar en esta plataforma.

¡Nos vemos!

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora