Llevaba tres meses en la isla del encanto, mi vida social se había iniciado desde el día que puse un pie en la empresa, estaba decidir a ser una empleada como cualquier otra, pero mi llegada causó revuelo, el amigo de mi abuelo ordenó organizar una bienvenida por todo lo alto, tenía hasta mi propio asistente personal dentro de la empresa, algo que no le causó mucha gracia a Angust. Dieron una fiesta en mi honor para presentarme a la sociedad que para mí era todo un mundo por explorar, sus costumbres distaban mucho de las de mi país y si yo me consideraba de mente abierta y liberal, pero algunas personas me hacían sentir retrógrada e incipiente.
Desde el primer día tuve pretendientes, hombres con la emoción de salir con la nueva chica española cuya fortuna los tentaba a todos, pero más el orgullo de ser el primero en conquistar a esa belleza europea con acento inglés. Me divertía verlos en ese plan, en mí la vanidad y el orgullo no cambiaban, pero si me tomaba mi tiempo, cuando volviera a tener una relación tenía que sentir esa doble llama que ya había sentido y que no podía olvidar. Cerraba los ojos e imaginaba a Leonard recorriendo mi cuerpo con su legua, mis pechos, haciéndome el amor apasionadamente, dudaba que alguno de esos hombres pudiera darme lo mismo que él.
Si algún día lo encuentro, lo reclamaré como mío para siempre, pensé.
—Eva, tengo que decirte algo —dijo Angust irrumpiendo en mi cuarto, esfumando los pensamientos que dedicaba a Leonard.
—Si es acerca del desayuno de mañana, no quiero saber nada, Angust, me pondré cualquier diseño existente en mi armario.
—No es sobre eso, es sobre una noticia y no quiero que te des cuenta de repente.
—¿De qué hablas? ¿Le pasa algo a mi abuelo?
—¿A ese viejo? Ese viejo es un hueso duro de roer, ten lee dijo Angust pasándome la tablet.
«Lord Leonard Philippe Ranulph Worsley futuro conde de Fife se compromete en matrimonio con la heredera de industrias...».
No pude leer más, estaba claro que Leonard había decidido heredar todo lo que conlleva el linaje de su familia, ¿quién era yo para hacer que dejara ese mundo? Solo era Eva, una chica con dinero y sin deseos de pertenecer a su mundo.
—Él se merece a alguien como ella, a una mujer que esté dispuesta a todo por él.
—Ella no está dispuesta a todo por él, Eva, ella está dispuesta a todo por ser la próxima condesa.
—En ese caso, se merecen el uno al otro, y ahora, por favor, déjame a solas —dije tratando de deshacer el nudo que se me había hecho en la garganta.
Angust salió de mi habitación sin decir más, y en cuanto cerró la puerta me eché a llorar, lloré por horas, hasta que los ojos se inflamaron y ya no había más lágrimas, pero estaba segura de que jamás me arrepentiría de la decisión que había tomado.
Como me había dicho mi abuelo; el tiempo haría que no doliera, aunque quizá nunca olvidaría.
«Sufre...la dolencia / de amor, que no se cura / sino con la presencia y la figura»
Repitiendo esa frase, me quedé dormida, esa noche soñé que Leonard estaba frente al altar y yo vestida de novia a su lado, pero, en medio de la ceremonia, me cambiaba por su prometida. Me desperté con un hueco profundo en mi pecho, sintiéndome devastada y triste.
«Me quedaré en la cama por hoy, pero mañana será un nuevo día y el pasado no tendrá cabida en mi vida».
María me llevé el desayuno, pero solo dio pequeños golpes en mi puerta, probablemente Angust le dio la orden de no molestarme, él sabía cómo se sentía cuando se tiene el corazón roto, abrí la puerta y tomé la bandeja, estaba dotada de toda clase de viandas, chocolates, frutas deshidratadas, vino, jamón, quesos...
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Eva no mordió la manzana
RomanceUna propuesta que va entre la ironía la Eva de los pasajes bíblicos y la protagonista con el mismo nombre que pretende vivir sin ataduras y sin pensar dos veces en las consecuencias es lo que marca la nueva historia de Elia Santos: Eva no mordió la...