Una luna límpida sonreía de lado sobre un telón repleto de estrellas, y unas nubes tan negras como el carbón se mecían con la brisa fresca; de pronto embriagada por el conocido aroma de la hierba recién cortada.
La noche era una burla perpetua que caía sobre mis brazos y erizaba mi piel con su tibio toque. Y es que nada podría librarnos de la cólera de una tormenta que se gestaba sobre todos nosotros. En todas las acepciones de la palabra.
Los dedos de mis pies se apretaron a esa fina pelusilla del color de los bosques en invierno y mis pulmones se abrieron para atraer ese aire que tanto había ansiado tomar. Simplemente, me limité a respirar. Una, dos... tres veces.
Por más que buscara respuestas en el manto de estrellas, no podía más que sentirme una mota de polvo en la inmensidad del espacio. Unos latidos apresurados en un lugar donde la gloria solía cantar con fuerza.
El campo de Quidditch.
Las altas torres y las gradas creaban sobre el césped siluetas que la luna bordeaba de plata, y nadie excepto nosotros estábamos ahí para contemplar semejante belleza.
Draco.
Sentí un cosquilleo entre los hombros, como si sus ojos grisáceos se posaran de nuevo en mí.
A pesar de la prudente distancia que unía nuestros cuerpos, todavía me resultaba imposible mover un solo músculo. No desde que él me confesara un doloroso secreto y todo lo que yo era quiso suspenderse, levitar de alguna forma sobre una afilada y letal línea de púas.
La bilis me ardía al fondo de la garganta. La última vez que me había girado hacia él, le había sorprendido sonriéndome de esa forma que hacía que mis rodillas temblaran y el pulso latiera entre mis muslos. Un comienzo de sonrisa quería tirar de mis comisuras, pero en lugar de eso me mordía el labio y reprimía cada emoción que me laceraba profundamente.
Debí de suponer que esta vez no iba a ser diferente. Casi podía sentir su mirada como el arrastre de una uña cuando le miré un instante por encima de mi hombro izquierdo, y su mirada capturó la mía con una expresión de lo más intensa.
–¿Cómo puede haber soltado eso y parecer tan tranquilo? ¿Cómo puedes estarlo tú? –la pregunta quedó colgada en los albores de mi incomprensión. – Quizás sí deberías aceptar su propuesta y salir corriendo de aquí.
La inquietud me frunció el ceño.
Estaba admirando las cuidadas líneas de sus tatuajes cuando mis pies se movieron y comieron la distancia que nos separaba con una voluntad inquebrantable.
Que los dioses nos protejan...
En un momento de la noche habíamos conseguido atravesar el Gran Comedor, cruzar las puertas de roble y bajar por las escaleras en un silencio repleto de promesas. Las miradas de unos viejos alumnos recaían sobre nosotros y unos pocos murmullos se enredaban a mis tobillos.
De nuevo era esa sensación de estar al borde de un altísimo abismo. Miles de estallidos bombardeaban mi estómago y mi corazón tocaba ritmos demasiado altos. El baúl de mis recuerdos se abría como una rosa en ciernes, y lo único que podía hacer era cerrarlo y avanzar. Siempre avanzar. Un peldaño. Luego, otro.
La piel desnuda de mi espalda había adquirido una sensibilidad fantástica desde que Draco tomara como ferviente objetivo sondear las curvas de mi retaguardia. A duras penas pude pescar el comentario que soltó sobre mi vestido. Aunque no me cabía duda de que habría sido uno de lo más pervertido. Y aun con todo... sentirle viajando por cada pendiente de mi cuerpo como la caricia de un amante me llevaba a un estado casi semejante a la embriaguez.
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A broken kiss
FanfictionCuando un día cualquiera una carta de sello rojizo se posa en el alféizar de su ventana, el corazón de Hermione resuena en sintonía con las campanas de la incertidumbre. Todo su mundo quiere desmoronarse, hacerse pedazos ante la posibilidad de volve...