Capitulo 28

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Recostada en la cama donde duerme mi hijo abrazado a mi torso, miro disimuladamente al hombre dormido en el sofá cama al costado nuestro. Observo su cabello rubio despeinado de tantas veces que lo removió con su mano, cuando volvía a la habitación escuché la voz adormilada de mi hijo preguntando por mí, así que tuve que acostarme con él para que vuelva a conciliar el sueño.

A los pocos minutos entró Enzo y nos observó en la cama con Mateo acaparando mi cuerpo como un pulpo. Una de sus piernas en mi estómago, su mano izquierda en su pequeña oreja y la otra en el valle de mis pechos. Una sonrisa sale de mis labios al dame cuenta que Mateo tiene esa manía de querer recostarse siempre en mis pechos, pero no lo tomo a mal, creo que él se siente seguro recostando su cabeza allí o tan solo reposando su mano.

Acaricio su cabellera tan rubia como la de su padre y planto un beso en su frente. Vuelvo la vista a Enzo y las imágenes vuelven a mi mente haciéndome fruncir el ceño. Tengo dejar de pensar en eso, él y yo solo seremos los padre de Mateo y solo eso.

Estoy tan envuelta en mis pensamientos y recuerdos que brinco del susto cuando cierto hombre decide abrir su boca.

— Tendrías que dejar de mirarme así Elena. No se cuanto tiempo más podré aguantar, te lo advierto.

Observo de reojo que Mateo no se haya despertado por mi movimiento brusco pero él solo se remueve y se aprieta más a mi.

— No tengo idea de lo que hablas De Luca.

Eso Elena, hazte la tonta y haz como si no lo estuvieras mirando como acosadora

Despacio, se endereza dejando sus antebrazos apoyados en sus rodillas y me mira a los ojos.

Los bellos diamantes celestes que tiene como ojos el desgraciado, viajan por mi cuerpo hasta quedar fijos en mi pecho y en la mano de nuestro hijo. Arquea su ceja.

— Oh bella bruna, si lo sabes.— Levantándose del sofá se acerca a nosotros, quedando tan cerca de mi lado derecho que siento el roce de su saco. Inclinándose un poco sobre nosotros, acaricia el rostro y cabello de Mateo — Creo que es momento de cortarlo, ya le llega a los ojos.— Lo único que puedo hacer es asentir de acuerdo porque es verdad, ya está demasiado largo pero Mateo se pone bastante inquieto cada vez que quiero cortarle el cabello.

Vuelvo a mi cuando deja de acariciarlo, acerca su mano a mi pecho, sosteniendo la mano de Mateo encima del valle de mis pechos, rozando con la pinta de sus dedos la linea que los separa y moviendo su pequeña mano en mi estómago. — Ahí está mejor — Murmura en mi oído, su aliento de lleno hace que los vellos de mi nuca de ericen y el jadeo silencioso de mi boca hace sonreír al italiano caliente detrás mía.

Sin decir nada más, se aleja, no sin antes  oler mi cuello. Realmente está poniéndome esto muy complicado, juro que estoy poniendo todo de mi para no saltar encima de él y hacerle Dios sabe que cosa. Se los juro. Me está poniendo entre la espada y la pared, y el maldito lo sabe por como se tuerce su sonrisa cuando subo mi rostro y lo miro a los ojos.

— Ya basta. —Digo con la respiración pesada como si hubiese corrido una maratón.

— Pero si no te he hecho nada. — Entrecierro mis ojos en su dirección, cuando veo que su mirada vuelve a bajar a mis pechos y sus ojos se oscurecen de un segundo a otro.

Confundida bajo la mirada y veo mis pezones en punta, traspasando la tela fina del sujetador de encaje y la camisa.

Mierda.

Mis mejillas se ponen rojas, definitivamente no volvería a ponerme este sujetador cerca de él. Pezones traicioneros.

Carraspeo para llamar su atención y cuando la obtengo alzo mi ceja en su dirección. Enzo no hace más darse la vuelta para ir nuevamente al sofá y acostarse reposando un brazo sobre sus ojos.

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora