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—Neno, hazme espacio.— Decía el gallego para tirarse sobre el sofacama que solían compartir.
—Joder, Freddy.— Dijo un poco adolorido el mayor sobando su brazo ya que ni le había dado tiempo a acomodarse cuando tenía al menor encima.
El otro rió ante su reacción dándole un largo sorbo a su cerveza en mano.
—Vaya día de mierda, tío.— Pronunció Conway mientras se daba vuelta para quedar viendo de perfil como Trucazo bebía con extraña serenidad y miraba al frente en un punto inútil pensativo.
—Esta ciudad es una mierda.— Respondió apaciguado el español volteando su cara para mirar a los ojos al americano, notando esa chispa que no veía desde que habían estado en Los Santos. —No me jodas con eso en este puto momento, Jack. No lo hagas, por favor.— Habló con un tono difícil de explicar y el ceño fruncido viendo como relame sus labios con descaro y baja la mirada hacia su torso al descubierto, solo llevando el pantalón y botas estilo militar preparado para todo. —Joder... Me voy a cagar en tu putisima estampa, desgraciado. Tengo esposa y un hijo.— Siguió insistiendo al sentir el frío tacto en su abdomen, volviendo a revivir ese mar de sensaciones solo con un toque de su áspera mano.
Tragó con fuerza y rapidez lo restante de su cerveza sintiendo la mano subir hasta su cuello y hacer una leve presión en el.
—¿Recuerdas cómo después de cada operativo follabamos hasta el cansancio?— Su voz grave logró erizar los sutiles vellos de su nuca.
Puso la lata vacía con un poco de fuerza sobre el escritorio blanco a su lado, negándose a mirar directamente al azabache, sabiendo que caería.
—¿Recuerdas la vez que casi nos pilla J.M en la oficina?— Subía y bajaba su mano de forma seductora rozando solo con la yema de sus dedos la tersa piel tatuada y con cicatrices.
—O cuando nos peleábamos... hmm, extraño esos tiempos, la mejor parte era la reconciliación.— Sonríe mientras sigue hablando, recordando esos viejos tiempos, o no tan viejos.
—¿Te has puesto nostálgico?— Habló por fin el gallego nuevamente, atreviéndose a pasar su mano por el suave cabello del mayor, dejando leves caricias en este.
—Me he puesto caliente.— Dijo para subirse encima del menor sin tapujos y besar de forma feroz los agrietados labios del español, saboreando en su lengua el reciente sabor del alcohol.
Sus expertas lenguas se satisfacían de sus bocas, una mano en la nuca y la otra con posesividad en su cadera, dos manos posadas en sus fuertes hombros ejerciendo presión con sus pulgares en su garganta.
Se besaban con casi furia, algún choque de dientes y mordidas de por medio, el labio de Trucazo partido inundando sus papilas gustativas del característico sabor metálico.
—Habíamos acordado algo, joder.— Dijo el menor separándose un poco de los labios del mayor con sus frentes unidas y sus narices frotándose.
—Es cierto: "Habíamos".— Respondió el americano recalcando que la palabra estaba en el pasado. —Pero tú volviste a comenzar esto... ¿paseando por la casa en interiores? ¿Amenazando a Gordon?— Siguió convenciendo al pelinegro de seguir con aquello, pues él también lo necesitaba. Necesitaba de nuevo esas manos sobre su piel, esa boca sobre sus labios y esa polla en su interior, siendo uno, sólo ellos.
