Capítulo 4

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Cuando me desperté, el reloj de la mesita de noche marcaba las 5 a.m. Con un suspiro me froté los ojos. Era muy temprano para mi gusto, pero me tendría que acostumbrar.

Deslicé la sábana a un lado para incorporarme. Por la ventana que daba al balcón se podían apreciar tenues rayos de luz alumbrando la penumbra de la habitación. Estaba a punto de amanecer.

Lo primero que hice fue darme una ducha para despejar mis ideas, y aún así yo no sería persona hasta que me tomara mi primera taza de café. Cuando salí, fui al armario para buscar algo cómodo que ponerme. En el fondo, a parte de estar la ropa que usaba en mi día a día, había varias túnicas en tonos oscuros. Supuse que era como llevar uniforme, así que decidí ponerme una de color azul oscuro y gris.

Cuando ya estuve lista salí de la habitación, deslumbrada por la luz que entraba por la gran cristalera. Me acerqué para observar un poco mejor el exterior. La ciudad estaba bañada por el resplandor suave del amanecer, lo cual hacía que la panorámica fuese preciosa a mis ojos. Daba gusto despertarse con aquellas vistas.

Seguí mi camino hacia el vestíbulo con tranquilidad. La casa era un laberinto, los pasillos parecían todos iguales y daba la sensación de que estabas perdida. Al menos, tengo buena memoria y supe como volver sin dar muchas vueltas.

A medida que bajaba las escaleras, sentí un intenso olor a café y té mezclado. Al entrar al vestíbulo, desde arriba vi a Stephen sentado en una de las butacas leyendo el periódico junto a la chimenea. Una imagen bastante pintoresca y apacible.

—Buenos días —saludé al bajar el último escalón. Alzó la vista de su lectura y me correspondió el saludo.

—Supuse que querrías tomar algo antes de practicar.

—Lo pensaste bien —me senté en el asiento de enfrente y analicé con la mirada todo lo que había en la mesa. Preparé una taza de café y agarré algunas galletas que había para comer. —Tengo curiosidad, ¿Wong vive aquí también?

—Sí, su habitación está en el segundo piso junto a la mía. Pero creo que prefiere pasarse la vida en la biblioteca y no salir de allí —bromeó.

—No lo culpo —sonreí por el borde de la taza y di un largo sorbo. He de decir que el café era el mejor que había probado en años. Pero no se lo iba a admitir en voz alta. Al terminar de desayunar levanté la cabeza y pude pillarlo mirándome de reojo, pero rápidamente apartó la vista. Fue tan fugaz que pensé que me lo había imaginado.

—¿Has terminado? —asentí. —Comencemos, entonces —cuando nos levantamos noté una sacudida y mareo intensos. Cerré los ojos aturdida y cuando los volví a abrir estábamos en una sala completamente diferente al vestíbulo.

Agarré mi cabeza mientras miraba a mi alrededor. La habitación no tenía mucho misterio, el único mueble allí era una mesita pequeña al estilo oriental y poco más. Stephen procedió a sentarse en el suelo y yo imité su acción.

—Tranquila, te acostumbrarás —dijo al ver que seguía un poco mareada.

—Podrías haberme avisado —le recriminé.

—Pero le habría quitado la diversión —contestó con aquella sonrisa burlona que me sacaba de quicio. Con un resoplido decidí ignorarlo. —La primera lección es sencilla. Primero tienes que estar relajada y mantener la mente en blanco.

Inspiré y expiré profundamente, tratando de calmarme. Vi que hacía gestos con las manos y de estas empezaron a salir aquellas chispas anaranjadas tan características. Formó una especie de cuadrado entre nosotros con círculos y rectángulos en su interior.

No pude evitar quedar boquiabierta. Ya había visto aquellos círculos con anterioridad, pero no dejaba de sorprenderme.

—Todos los hechizos requieren de cierta energía. Debes aprender a canalizarla y extraerla de otras dimensiones. Olvida todo lo que creías que era posible o imposible. La magia no está atada por las reglas físicas.

—No te ofendas, pero siendo un hombre de ciencia, no te pega mucho creer y practicar este tipo de cosas. Estoy impresionada —bromeé.

—Sí, a veces no me lo creo ni yo —con un gesto de la mano desvaneció el conjuro. —Al principio es un poco difícil concentrar la energía y utilizarla a tu favor. Pero con práctica y tiempo se vuelve más sencillo.

Rebuscó en los bolsillos de su túnica y sacó una especie de anillo. Extendí la mano cuando me lo tendió y, debido a la cercanía, pude ver que sus manos tenían cicatrices. No me había fijado cuando nos saludamos con la mano en la cafetería. Me sorprendió un poco. Parecían marcas de agujas.

Lo depositó en mi palma con rapidez y se alejó, de vuelta a su posición. Decidí que era mejor no decir nada y centrarme en la lección. Al fin y al cabo, no lo conocía muy bien. Y no había esa confianza como para preguntar.

—El Anillo Doble es muy importante para las artes místicas. Nos permite viajar a diferentes partes del mundo y por el multiverso, sin ninguna alteración.

—¿Esto es con lo que hacéis esa especie de portales?

—Exacto, y ahora que lo mencionas, empezaremos por conjurar un portal usando tu energía.

Observé el objeto. No tenía muy claro lo que tenía que hacer.

—Extiende la mano —pidió. —Ahora coloca el anillo en tu dedo medio e índice.

Hice lo que me indicó y lo puse en mi mano derecha.

—Con la mano libre haz círculos concentrando toda tu energía y la otra mantenla en alto a tu lado —mientras me hablaba iba repitiendo la acción para que lo entendiera. Lo imité y procedí a realizar círculos despacio.

Después de un rato sin ocurrir nada empezaba a sentirme un poco estúpida. Giré mi cabeza en su dirección, esperando que estuviera riéndose de mí, pero su semblante era serio y miraba con atención mis movimientos.

—Tienes que tener paciencia. Con prisas nunca lo conseguirás, esto lleva su tiempo.

Volví mi atención al frente, realizando una y otra vez círculos inexistentes. Era como dibujar en el aire, nunca se vería el resultado.

—Probemos algo —dijo al ver que pasado un tiempo no lograba ni siquiera que saliera una mísera chispa. —Visualiza un lugar al que quieras ir. Piensa en los colores, formas y detalles. El portal aparecerá justo donde tú decidas abrirlo.

Asentí para hacerle entender que le había oído y cerré los ojos para poder concentrarme mejor. En mi mente tenía una imagen clara de dónde quería ir. Con esa visión, insistí en realizar los movimientos una y otra vez.

No sé si fue por que ya me estaba empezando a exasperar, pero juraría que noté como el ambiente cambiaba ligeramente. Se notaba distinto. Al ver el ceño fruncido del doctor, sabía que algo había hecho, pero no tenía muy claro el qué.

—Tengo que irme un momento, Wong necesita mi ayuda con unos asuntos —habló de repente, pasado un tiempo de silencio, mientras seguía intentando. Tenía una nota en la mano, la cual había aparecido a través de un pequeño portal. —Sigue practicando mientras no estoy.

—¿Qué? ¿Vas a dejarme sola en mi primera lección?

—No creo que te pase nada por meditar en silencio unas horas —conjuró el portal justo a mi lado. Lo hacía parecer sencillo. —Ánimo, ya casi lo tienes.

Antes de que pudiera decirle nada, desapareció. Gruñí por lo bajo. Se había escaqueado y encima tenía la cara de burlarse de mí. Miré mis manos y con un suspiro seguí con la lección en silencio.

Pasé la gran mayoría de la mañana intentando hacer el dichoso portal, pero no tuve suerte. Cuando mi "maestro" se dignó a aparecer por allí, no le sorprendió mucho. Me dijo que la clase había terminado y que ya tendría más suerte al día siguiente.

Después de comer me entregó varios libros de iniciación en la hechicería. Así que me pasé mi supuesto "día libre" ocupada estudiando. Al menos eran interesantes. Terminé la jornada, notablemente exhausta.

Aquello era solo el principio. Aún tenía mucho que aprender.

𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐚𝐠𝐢𝐜 𝐈𝐧 𝐘𝐨𝐮 || 𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐱 𝐎𝐜 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora